Activismo digital y la estrategia de la falsa ilusión
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Activismo digital y la estrategia de la falsa ilusión

Juan Javier Córdova

Durante las últimas décadas distintos sectores de la sociedad se han organizado consolidando grandes e importantes movimientos sociales cimbrando las estructuras del poder político. Derivado de profundos malestares sociales, la indignación se ha transformado en acción. La indignación, la búsqueda desesperada de soluciones y mejores condiciones de vida, han llevado paulatinamente al empoderamiento ciudadano.

Las calles han sido tomadas por ciudadanos masivamente exigiendo al unísono respuestas a demandas legítimas. Históricamente, podemos recordar algunas muy representativas como el Movimiento Estudiantil de 1968, el movimiento 132, las marchas por los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, cuyo origen se encuentra en una llama, en una idea que permea nuestras conciencias y la hemos asumido como nuestra. Esta idea, esta llama que ilumina el camino de nuestras luchas es sencilla, básica, simple que no sólo toca nuestra razón, sino también el corazón.

Movimiento Estudiantil de 1968.

Miles de almas hemos llenado las calles motivados por la llama de la esperanza colectiva. Esa misma llama se ha hecho presente en las urnas: el caso más representativo fue la elección de 2018, cuando la esperanza de encontrar un nuevo camino social, político y económico nos tocó el alma. Durante este largo camino, hemos poco a poco entendido que la acción y la transformación desde abajo es imprescindible. La pobreza, marginación, desigualdad, corrupción, injusticia, nos mostraron que el camino para sacarlas de nuestra realidad estaba en las calles.

Después de un largo y en ocasiones lento aprendizaje sobre la importancia del activismo político, el 2020 nos obligó a aprender de golpe: la pandemia mostró la vulnerabilidad de nuestra especie y obligó a cambiar actividad cotidiana por completo o morir.

Las formas de activismo que poco a poco fuimos construyendo de golpe fueron confinadas. Salir a las calles (esencia de los movimientos sociales) se detuvo bruscamente. Las estructuras políticas territoriales que se habían creado se vieron obligadas a adaptarse a las nuevas normalidades. Si bien el activismo político ya existía en las redes sociales, hoy en día las asumió como su hogar. La forma de hacer política cambió.

Los cuadros políticos que se formaron en el tocar y tocar casa por casa hoy lo tienen que hacer en el tocar y tocar perfil por perfil. Hoy la actividad política se desarrolla en el entorno digital. El activista político del territorio pasó de compartir el contenido de mano en mano a compartirlo de perfil en perfil y no sólo eso, ahora también es productor del contenido. Las estructuras de tierra se fortalecieron porque hoy tienen la capacidad de interpelar al otro por muchos medios digitales; los límites los pone nuestra imaginación y la conexión a internet.

El activista digital es una persona con sólida formación, conocimiento, y sobre todo compromiso con las actividades políticas que defiende y promueve. Sería un insulto comparar a un activista digital con un bot o con un troll y de igual manera, el activista digital no es un promotor de marketing. La formación de un activista digital rebasa por mucho a las instrucciones de “dar like”, “compartir”, “retuitear” o unirse a una tendencia en Twitter simplemente porque sí. Es un personaje político con formación, ideología y compromiso.

Un activista digital es una personas que ha desarrollado la capacidad de comunicar honestamente, de establecer una comunicación efectiva, de aprender que la comunicación con los otros fomenta la auto conciencia y aprende a tratar los conflictos de forma eficiente. Se trata de una persona que comprende cómo funciona la comunicación y que al contrario de generar encono en una red sociodigital, promueve el diálogo donde predomina el respeto entre las partes del circuito de comunicación. En ese sentido, el activista digital desarrolla la autoestima de ambas partes a través del establecimiento de formas de comunicación asertiva.

La eficacia en la construcción de imagen política de aquí en adelante dependerá en gran medida de la capacidad de formación de activistas digitales de quien busque espacios de poder. Pensar que se podrá seguir engañando a la ciudadanía con bots, trolls o ilusorias “estrategias” de marketing, sólo alejará del triunfo, a quién lo haga. La sociedad no está para más engaños.


Publicado en la edición #251 de revista Zócalo (enero 2021).
18 de enero de 2021