AMLO y la oposición en guerra por las percepciones
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AMLO y la oposición en guerra por las percepciones

Ivonne Acuña Murillo*

En las democracias mediáticas actuales, donde los medios de comunicación, tradicionales y alternativos, ocupan un papel central en la vida pública, la guerra por las percepciones está desatada. En México, la mano la lleva el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) quien, desde que era candidato a la presidencia, ha sabido colocar en el imaginario colectivo frases, ideas, narrativas que dibujan muy bien su visión de país, sus principales problemas y soluciones y con ello, un proyecto alternativo de nación. En segundo lugar, la oposición política y económica que un día sí y otro también ha intentado, por todos los medios a su alcance y desde el comienzo de este sexenio, competir con las percepciones con las que el primer mandatario ha permeado a la opinión pública.

El intento tiene sentido si se piensa que la cultura política ha sido cruzada por las lógicas de los medios de comunicación que imponen a la política y los políticos sus formatos, tiempos, formas de legitimidad. Y son estas últimas las que impactan la manera de hacer política y el ejercicio de la ciudadanía.

Antes de tal cruce y a decir del sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) la legitimidad de quienes se dedican a la política pasaba por su autoridad, su formación, carrera política, experiencia de gobierno, resultados. Hoy, las fuentes de su legitimidad se han desplazado a los medios de comunicación siendo la imagen la que de cierta manera sustituye a la autoridad.

Este desplazamiento supone un cambio en los atributos que la ciudadanía espera tenga la persona que busca gobernar. Ya no importa tanto lo que sabe o ha hecho sino “cómo se ve”; no lo que dice sino “cómo lo dice”. Esto último explica, en parte, que personajes como Samuel García, actual gobernador de Nuevo León, y Luis Donaldo Colosio, presidente municipal de Monterrey, arribaran a esos puestos de gobierno con tan escasa carrera política, pero eso sí, con un buen manejo de imagen.

Es en este plano que las percepciones, entendidas como el “primer conocimiento de una cosa por medio de las impresiones que comunican los sentidos”, ocupan un papel central al momento de decidir por una política, político, partido, proyecto de gobierno u otro. Y es justo en este plano que la oposición política, débil en los hechos, estructura, proyecto de país y liderazgos, busca impactar a la opinión pública a través de medias verdades y mentiras completas como aquella según la cual, la reforma electoral propuesta por el presidente de la República pretende desaparecer al Instituto Nacional Electoral (INE).

Fue este llamado el que dio lugar a la primera marcha numerosa convocada por los partidos de oposición, Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), reunidos, convocados, asesorados, acompañados y/o patrocinados por dos empresarios: Claudio X. González y Gustavo de Hoyos, integrantes todos de la coalición Unid@s, anteriormente conocida como “Va por México” y en relación orgánica con “Sí por México” de Claudio X. González y con “Todos por el mismo” que busca o buscaba promover el voto útil y ganar a Morena en las elecciones para gobernador en 2022, 2023, 2024 y la presidencial de este último año.

Por lo pronto, se puede afirmar que en 2022 no hubo una respuesta contundente a su llamado pues Morena se quedó con 4 de 6 estados en juego: Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas, Quintana Roo, mismos que se sumaron a los 18 que ya gobernaba.

Se dice “primera”, pues es sabido que, desde el primer día de su gobierno, incluso antes, las élites políticas y económicas empeñadas en no dejar llegar al poder a López Obrador, han buscado la manera de “sacarlo de la silla presidencial” y con ello abortar un proyecto de país que busca mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías, en detrimento de los privilegios que por décadas han disfrutado. Basta recordar las marchas de Frena y las de los coches.

El periódico El Financiero (La Redacción, “Reforma Electoral de AMLO: ¿En qué consiste y es cierto que desaparece el INE?”, 12 de noviembre de 2022) hizo un punteo de la Reforma propuesta por López Obrador, misma que quedaría en los siguientes términos: 1. No desaparece el INE, cambia de nombre, se llamaría INEC (Instituto Nacional Electoral y de Consultas) que seguirá siendo autónomo. 2. Reduce el número de diputados de 500 a 300. 3. Lo mismo pasa con el número de senadores, que pasarán de 128 a 96. 4. Los consejeros del INEC y magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) serán propuestos por los tres poderes de la Unión y elegidos por medio de voto popular en elecciones abiertas. 5. Recorta el número de consejeros del INEC de 11 a 7. 6. Financiamiento público a partidos políticos sólo para campañas electorales. 7. Plantea una reducción a 30 minutos diarios de propaganda política en radio y televisión. 8. Disminuye la participación en una consulta popular de 40 a 33 por ciento para que sea vinculante. 9. Elimina los órganos electorales locales. 10. Implementa el voto electrónico.

Como se puede observar, en ningún momento la propuesta lopezobradorista incluye la desaparición del INE, a menos que los dueños o directivos de El Financiero se hayan sumado a las filas de la Cuarta Transformación (4T). Y fue esta mentira o verdad a medias, pues evidentemente sí se proponía modificar la manera en la que se elige a las y los consejeros ciudadanos pasando a la ciudadanía esa responsabilidad, la que movilizó, el domingo 13 de noviembre, a un número importante de personas genuinamente preocupadas por el estado de la democracia en México.

La percepción creada por la oposición política a la 4T en torno a una situación de peligro para el INE busca crear una percepción más amplia en torno a que lo que está en peligro no es sólo la existencia e independencia del instituto electoral sino la democracia mexicana en general.

Esta percepción es reforzada continuamente por un nutrido grupo de periodistas, comunicadores, intelectuales, políticos, empresarios que a través de los múltiples medios y plataformas de comunicación con intereses antilopezobradoristas, que les ofrecen espacios concretos, continuos y con audiencias importantes, contribuyen a formar la percepción según la cual el presidente López Obrador es un antidemócrata que está destruyendo a México. Sin importar la evidencia fáctica, como las grandes obras de infraestructura, las pensiones a personas adultas mayores, las becas a jóvenes, la redistribución del presupuesto en favor de las mayorías, los dichos y las acciones de este grupo han logrado hacer creer a una parte de la ciudadanía que, efectivamente, el actual primer mandatario no está haciendo nada provechoso para el país.

En contrapartida y sabedor de la importancia de la comunicación política, AMLO se ha encargado, vía las conferencias de cada mañana, de refutar discursivamente y con evidencia la percepción que la derecha política y económica ha construido en relación con él. Varios son los recursos que el presidente utiliza para identificar y señalar a sus adversarios, llámense “mafia en el poder”, “minoría rapaz”, “fifís”, “conservadores”, “prensa vendida”, “pasquines inmundos”, etcétera, de los problemas por ellos causados, de las soluciones, de la ruta a seguir.

El relato que se encuentra en el fondo de estos recursos y que vertebra la carrera política de López Obrador, su proyecto de Nación y a la 4T lo coloca a él en el centro del proyecto de transformación que se juega al interior del Estado en el que se disputan procesos de concentración, acaparamiento, acceso y distribución de los recursos naturales, económicos, culturales y humanos.

Estos procesos pasan por los medios de comunicación que se han convertido en arena por la que pasa la discusión de los asuntos públicos y al mismo tiempo en actores de gran peso al momento de fijar la agenda pública y elegir a quienes han de discutirla. Este doble poder de los medios explica en parte el porqué la política se ha convertido en un espectáculo al que acude la ciudadanía en carácter de espectadora y en la que, como en una película, ve desfilar o no (según lo decida el medio) a una serie de figuras políticas cuya imagen contribuye a construir o destruir su imagen. Aquella que le va a permitir convertirse en gobernante o no.

Dentro de esta lógica mediática, el último episodio de la larga cadena de mentiras, exageraciones, distorsiones con las que se ha pretendido deslegitimar al presidente de la República y su proyecto alternativo de Nación es, justamente, su intención de desaparecer al INE.

Curiosas referencias pueden hacerse al respecto: cuando el instituto electoral avala elecciones sospechosas (2006) o inequitativas (2012) se dice que está ejerciendo la democracia; cuando el INE ignora denuncias de la izquierda política en contra de estas prácticas, se dice de ésta que no sabe perder, que no es democrática, que no reconoce los triunfos electorales de sus adversarios.

La cara fáctica de la farsa democrática que supone la “desaparición del INE” es la marcha que tuvo lugar el domingo 13 de noviembre, en la que la ciudadanía convencida de defender sus supuestamente amenazados derechos democráticos se aprestó a defenderlos. Nada que decir de esta demostración ciudadana, pero sí de sus convocantes y de la convicción compartida entre ambos, dirigentes y marchistas, sobre que la izquierda es siempre un peligro para la vida democrática y hay que evitar a toda costa que llegue al poder.

Actitud poco democrática, por cierto, que busca impedir que una parte importante de la población, las clases populares por mejor decir, sea representada en Palacio Nacional.

Pero, la respuesta no se hizo esperar, rápido el presidente de la República llamó a sus bases a movilizarse en una marcha del Ángel de la Independencia al Zócalo el domingo 27 de noviembre. ¿Para mostrar músculo? Se le pregunta. No, afirma él. Pero, no puede creerse que, en la guerra por las percepciones, no esté consciente el primer mandatario sobre la importancia de vencer en esta lucha: ¿quién mueve a más gente: la oposición o AMLO?, ¿quién es más querido y aprobado por la población: AMLO o la oposición?, ¿quién cuenta con el apoyo para seguir transformando al país o para detener los cambios: la oposición o AMLO?

Para no quedarse atrás, el expresidente de triste memoria, Vicente Fox Quesada, el empresario Claudio X. González, mejor conocido como señor “X” y miembros de lo que queda del PRD como Guadalupe Acosta Naranjo, llamaron a sus simpatizantes a vestir de rosa y blanco el día de la marcha convocada por el presidente, buscando, como ya se dijo, ganar la guerra por las percepciones.

¿Quién o quiénes ganarán esta guerra: AMLO o la oposición? Ya se verá.

*Catedrática de la Universidad Iberoamericana y analista política

14 de diciembre de 2022