Aprobación presidencial de AMLO, ¿qué estamos evaluando?
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Aprobación presidencial de AMLO, ¿qué estamos evaluando?

Francisco Abundis Luna* y Marisol Vázquez Piñón

En mayo se cumplieron seis meses del go­bierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien ganó la presidencia con más de 30 millones de votos; lo que significó el 53% del total de sufragios. Como ya es usual en México, en este período se han dado a conocer diferentes encuestas que refieren los porcentajes de aprobación del gobierno en turno. Sin embar­go, hacer una evaluación de esta administración es mucho más complicado que con presidentes anteriores y requiere de análisis más profundos de diferentes variables.

De acuerdo con datos de las encuestas realiza­das en vivienda, cara a cara por Parametría, AMLO registra porcentajes de aprobación de gobierno que no tienen precedentes. La encuesta realizada a principios de mayo de 2019 indica que ocho de cada diez mexicanos (83%) aprueban la forma en la que el presidente realiza su trabajo. Además de ello, es importante destacar la intensidad de la aprobación, el 57% de las personas aprueba “mu­cho” al actual gobierno.

Hacer mejores lecturas de la aprobación pre­sidencial empieza por recordar que para efectos jurídicos este gobierno lleva casi seis meses en el cargo, pero para efectos prácticos suma ya nueve meses — quién pone en duda que AMLO empe­zó a posicionar su agenda e implementarla un día después de haber resultado electo —, y en la memoria de la opinión pública López Obrador ha tenido presencia pública desde hace 18 años. Entonces, una pregunta pertinente que debemos hacer es ¿qué está evaluando la ciudadanía? ¿Está evaluando seis meses de gobierno, nueve meses de decisiones o el tiempo que lleva Andrés Manuel en la vida pública del país?

La transición de gobierno en México es de las más largas en el mundo. Las elecciones en el país tienen lugar en junio o julio, pero la toma de protesta del presidente electo se realiza hasta diciembre de ese año. No obstante, con esta administración las reuniones de los equipos de transición, la de­signación de personas para integrar el gabinete y la aprobación de temas en el Congreso donde el partido del presidente tiene mayoría, se iniciaron mucho antes de la toma de protesta formal. Este acontecimiento no era parte del ritual mexica­no de la transición. Por ello, Parametría empezó a medir la aprobación del gobierno electo desde agosto de 2018 y no en diciembre como lo hacía­mos usualmente.

En agosto de 2018, AMLO ya contaba con 71% de aprobación de gobierno, para diciembre del mismo año el porcentaje se incrementó hasta 83. Subir doce puntos en cuatro meses es otro récord no sólo en el país, sino para cualquier mandatario en el mundo. A una administración convencional le toma toda su gestión o buena parte de ella llegar a ese porcentaje. La sorpresa en este caso no sólo es el número, si no la celeridad de crecimiento. Si bien es cierto que Obrador llegó a tener estos porcentajes de aprobación como Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, le tomó casi tres años llegar a ellos.

Las decisiones gubernamentales importan. En octubre y noviembre de 2018 se realizaron tanto la Consulta para la construcción del Nuevo Aero­puerto Internacional de la Ciudad de México como la que preguntó sobre los 10 temas prioritarios. En este período AMLO seguía siendo presidente electo, las consultas no fueron realizadas por la autoridad electoral, hubo menos casillas para la emisión de opiniones que para las votaciones y la pregunta no fue aprobada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no obstante, a pesar del procedimiento y las críticas de algunos sectores sobre la realización de estos ejercicios, los resultados se volvieron vinculantes para el gobierno. No es menos importante recordar que muchos de estos temas eran parte de las propuestas de campaña.

En diciembre se realizó la toma de protesta formal, en el acto se derrumbaron símbolos de gobiernos anteriores y se implementaron nuevos. Por ejemplo, López  Obrador llegó a la Cámara de Diputados sin acompañamiento del Estado Mayor Presidencial, institución que se encargaba de la seguridad de los expresidentes y cuya elimina­ción fue otra promesa de campaña. Además de la toma de protesta habitual, el presidente tuvo un festejo en el Zócalo de la Ciudad de México donde representantes de pueblos indígenas le hicieron entrega de un Bastón de Mando, el cual es utili­zado en las comunidades para denotar autoridad.

La inclusión de personas indígenas en la toma de protesta nunca había sido parte del protocolo en el país, país donde de acuerdo con datos de INEGI hay más de siete millones de personas que se autoidentifican con dicho grupo poblacional.

De enero a mayo de este año la aprobación de gobierno ha oscilado entre 82 y 86 por ciento, ello a pesar de algunos acontecimientos que se pudiera pensar impactarían en la forma en la que la ciudadanía evalúa al presidente, tales como el desabasto de gasolina o la explosión de una toma clandestina de combustible en Tlahuelilpan, Hidalgo, ¿cómo es posible entonces explicar que prevalecen esto altos niveles de aprobación?

Se pueden identificar por lo menos cuatro ele­mentos que explican este fenómeno: el nivel de conocimiento de Andrés Manuel, la autoría inte­lectual de la política social, propuestas y acciones de gobierno y símbolos o comunicación política. Sobre el primer punto al revisar las series históricas se puede observar que desde hace 18 años buena parte del país conoce el nombre de López Obrador. Su opinión ha ido variando según acontecimientos vinculados a períodos electorales. El punto más bajo de su evaluación personal fue en el período electoral de 2006, cuando cerró Avenida Reforma.

Sus mejores momentos fueron cuando se desem­peñó como Jefe de Gobierno y más recientemente como presidente electo y en funciones. Alguien que ha tenido presencia en la vida pública por tanto tiempo no se evalúa tanto por su último cargo, sino por su historia como persona pública en promedio este año su opinión efectiva es de 78 puntos, posiblemente es el político mejor evaluado en el país. Hay que agregar a este escenario cómo conoció la población del país a Andrés Manuel López Obrador y por qué lo recuerda desde hace años. Igual que cuando fue Jefe de Gobierno y ahora, la política social es su fortaleza.

Hoy, la autoría inte­lectual de programas sociales le sigue siendo reconocida. Programas como el de adultos ma­yores está vigente y se han creado otros apo­yos como el de Crédito Ganadero a la Palabra o Jóvenes Construyen­do el Futuro que son bien evaluados por la ciudadanía y cada vez más conocidos.

Otro punto para entender estos altos niveles de aprobación tiene que ver con que en la mayo­ría de los temas “polémicos” que se han puesto a debate, el presidente ha tenido a la opinión pública de su lado, salvo excepciones. El debate de los analistas gira alrededor de la pertinencia o conveniencia de las propuestas de política pú­blica de gobierno, pero en la opinión pública el panorama se observa muy distinto. En la mayor parte de las propuestas el presidente tiene el apo­yo ciudadano, como son los casos de la creación de la Guardia Nacional, reducción de salarios a la burocracia, construcción de refinerías, posi­ción frente a Venezuela, construcción del tren maya, el perdón del Papá y de España, incluso la cancelación del NAICM. Las excepciones son las estancias infantiles y los refugios para mujeres que sufren de violencia, donde de acuerdo con las encuestas que realizamos hay menos coin­cidencia con el presidente.

En lo que se refiere a la comunicación política se observa innovación que ha llevado nuevamente a la polémica. No se sabe si las conferencias diarias por la mañana podrán mantenerse o seguir con el mismo formato. Lo que es claro es que el efecto ha sido positivo, esto independientemente de si el presidente cometa errores o pueda tener informa­ción puntual sobre todos los temas. Al parecer esos aspectos pasan a ser irrelevantes para el ciudadano promedio frente al símbolo. Dar una conferencia a las seis de la mañana significa que el presidente trabaja desde temprano y por ende no sorprende que 76% apoye la realización de las “mañaneras”.

Manejar un VW Jetta (o antes un Tsuru) significa que el presidente es austero. Usar vuelos comerciales significa que cuida de los recursos públicos. Y aun cuando vive en Palacio Nacional, lo hace en un departamento — igual que en Copilco hace 18 años —. De hecho, algunos de los símbolos son reciclados, pero siguen siendo igual de efectivos.

A pesar de todos estos datos, la duda más difícil de resolver sigue siendo cuánto tiempo durará y en qué utilizará todo este capital político que no habíamos visto en el país desde hace muchos gobiernos. Por lo pronto no tenemos muchos indi­cadores para resolver tales incógnitas, pero segui­remos analizando a este gobierno que ha sentado nuevos precedentes en el ejercicio del encargo, en la confianza ciudadana y en la evaluación de sus acciones.

*Director de Parametría

Publicado en la edición #232 de la revista Zócalo (junio 2019).

1 de junio de 2019