Argentina: presiones mediáticas contra la vacuna
Comunicación Política

Argentina: presiones mediáticas contra la vacuna

Francisco Godinez Galay

Buenos Aires.- La Unión Soviética dejó de existir como tal en 1991. Pero 30 años después la Guerra Fría sigue habitando el imaginario de los sectores conservadores y parece sobrevivir a la historia gracias a sus principales detractores. La ecléctica campaña que hoy pone bajo sospecha a la vacuna Sputnik V más que indignación causa sorpresa. Y algo de gracia.
Argentina hizo un convenio con la vacuna desarrollada por el Instituto Gamaleya de Rusia, y a partir de allí se encendió una campaña anclada en los grandes medios de comunicación para teñir todo de desconfianza.

La oposición y los medios concentrados de comunicación han encontrado en este tema otra oportunidad para desgastar al gobierno de Alberto Fernández. Aunque las campañas anti vacunas y anti Sputnik V no se basen en evidencia, alcanzan para fidelizar presiones mediáticas contra la vacuna a su núcleo duro de lectores y votantes.

Una de las operaciones más claras es la de llamarle “vacuna rusa”. Nadie se refiere a las otras como “vacuna estadounidense” o “vacuna británica”. Ahora, qué casualidad, sí se empieza a repetir esta operación con las “vacunas chinas”. Todo un síntoma de occidentalismo.

Luego de cuestionar la cuarentena, los medios se sorprenden de que haya rebrotes de la pandemia. Luego de poner de ejemplo a países del Primer Mundo para algunas cosas, cuando esos países viraron su conducta y adoptaron medidas más parecidas a las que venía adoptando el gobierno argentino, para estos medios eso ya no fue noticia.

La portada de Clarín del 5 de enero no solo menciona a las vacunas chinas, sino que muestra a un Boris Johnson optando tardíamente por la cuarentena. Esa cuarentena no es criticada por Clarín; la de Alberto Fernández sí. Clarín no admite como sí lo hace el mismo Boris Johnson que se equivocó. Los medios hegemónicos desnudan su admiración incondicional por Europa occidental y Estados Unidos, incluso en cosas que en esos propios países se admiten como error.

Clarín y La Nación se han dedicado a publicar diariamente notas que ponen en sospecha todo lo que gira alrededor de la Sputnik V. Lo curioso es que muchas de esas críticas no sólo son mentira o inexactitudes, sino que suceden con las otras vacunas, y sin embargo estos medios no lo mencionan.

Con la portada del 27 de enero de Clarín, pareciera que solo los rusos están teniendo demoras con la fabricación de vacunas. No es portada que Italia iniciaría acciones legales contra AstraZeneca por incumplir la cantidad de dosis. Y menos que en varios países se haya prohibido aplicar esa vacuna a adultos mayores por falta de datos.

Pero sí fue un escándalo cuando la Sputnik V demoró unos días más en confirmar las pruebas con esa franja etaria. Claro, cuando sí se confirmó que era aplicable, ya no fue noticia para estos medios. La sospecha instalada, sigue en el aire aunque no se asiente en evidencia. Una doble vara completamente inmoral e irresponsable en tiempos críticos, convulsos, con la ciudadanía cansada y atemorizada.

La oposición y los medios hegemónicos han logrado instalar sospechas sobre la Sputnik V y esto ha permeado en cierto sector de la ciudadanía. Entre las operaciones que se hicieron para desprestigiar la vacuna y así atacar al gobierno, destaca la denuncia de Elisa Carrió, ex diputada, presidenta de uno de los partidos de la coalición liderada por Macri (derecha) que aparece con frecuencia en los medios del Grupo Clarín. Carrió denunció al gobierno por envenenamiento por la compra de la Sputnik V.

Y claro, eso lejos de ser tratado como un absurdo, llenó minutos de los canales, radios y periódicos de los medios concentrados.
Para el periódico La Nación, las portadas están regadas de palabras como “confusión”, “polémica”, “apuro”, “fallas”, “falta de información”, “desconfianza”, “preocupación”, que luego de un año de portadas diarias van horadando la opinión pública.

La Nación asegura que el gobierno “necesita sacarse una foto con las vacunas” reduciendo un problema sanitario global a un tema electoral local. Y pone en el gobierno la carga de todos los errores: es el gobierno el que demora la llegada de la vacuna y no que todos los laboratorios estén produciendo menos que lo que prometieron; es el gobierno el que no logra acordar con Pfizer y no la empresa la que puso condiciones leoninas.

Y es de la vacuna china y rusa de las que faltan pruebas definitivas, cuando es lo que ha sucedido en todos los casos por la emergencia de la pandemia. No es de extrañarse que La Nación haya dejado su lugar de gran diario de derecha pero serio para convertirse en un medio de propaganda opositora:
el diputado oficialista Leopoldo Moreau denunció que el ex presidente Mauruicio Macri se convirtió recientemente en uno de los dueños del Grupo La Nación. Fue entonces cuando su línea editorial se extremó al nivel de insistir sistemáticamente con falacias, mentiras y noticias direccionadas a enaltecer al macrismo y denostar lo que haga el gobierno.


Si no gustan mis principios, tengo otros

Cuando los datos fueron dejando en ridículo la campaña de los grandes medios, los reclamos viraron. Ya las críticas al gobierno no eran por comprar la “vacuna rusa” sino por la poca cantidad de dosis que llegan. Sí, están leyendo bien: esa vacuna que era sospechosa, que podía matarnos, la están pidiendo a gritos, y ahora el problema es que no lleguen más y más rápido.

“Me acusaron de envenenar a la gente y ahora me piden veneno para todos”, sentenció el presidente de Argentina, Alberto Fernández, no sin humor, que a veces parece ser la única forma de afrontar la insólita posición de los medios y la oposición política.

Las portadas de Clarín del 27 de enero y 2 de febrero, por ejemplo, critican la lentitud de la vacunación. Hasta días antes criticaban que llegara esa vacuna a nuestro país. Uno de los argumentos de los grandes medios era que no había suficiente información sobre la vacuna, como si alguna vez se hubieran preguntado por los componentes de todas las vacunas del calendario regular. Cuando la prestigiosa revista The Lancet publicó los resultados positivos de la vacuna, lo que empezó a proliferar en redes sociales fue sospechas sobre la fiabilidad de esa revista.

Ya no importa la realidad, sino ajustar los hechos a las creencias, aunque signifique forzarlos y contradecirse. En Argentina hay personas esperando que el sistema sanitario colapse, que la vacuna sea un fracaso y que haya más muertos para poder tener la razón (y algunos pocos votos).
Esto también ha servido para inflar la figura de Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de gobierno de la ciudad (el alcalde de la capital) como el próximo presidenciable por el macrismo. Y con ello, enfatizar la grieta. Muchas portadas incluyen noticias victimizando a la Ciudad de Buenos Aires y al jefe de gobierno en el reparto del presupuesto, en la asignación de vacunas, en su voluntad de hacer cosas que “no le dejan”.

La portada de Clarín del 27 de diciembre critica que muchas vacunas fueran a la provincia (gobernada por el oficialismo), mientras que elogia lo que hace Europa por elegir la vacuna Pfizer (no la llama por su nacionalidad). La del 29 de diciembre victimiza a la jurisdicción más rica del país, deslinda de responsabilidades a su jefe de gobierno (que al cierre de esta nota sigue sin mostrar cuál será su plan de vacunación) y sigue llamándole “vacuna rusa” a la Sputnik V.

Eduardo van der Kooy, editor de Clarín, ante la publicación de The Lancet, tituló una nota elocuentemente: “El problema nunca fue la vacuna: el problema es el gobierno”. Entonces no hay evidencia científica que sirva.
La forma como los medios opositores tratan la vacunación siembra dudas y temores infundados. La efectividad de la vacuna es de las más altas de todas y no hay que ser comunista para admitirlo. Se desnuda también una fuerte posición anti Estado. Cuando es el Instituto Gamaleya, un instituto estatal, el que desarrolla la vacuna y no una empresa, y lo propio ocurre con los esfuerzos públicos locales en la materia, debe ponerse en tela de juicio. Cuando es una empresa del Primer Mundo, el título de origen parece ser suficiente.

Responsabilidad mediática

Por todo lo expuesto, que viene repitiéndose sistemáticamente en pantallas, emisiones y páginas desde el comienzo de la pandemia, la Defensoría del Público, organismo dedicado a trabajar en la defensa de los derechos de las audiencias, elaboró algunas recomendaciones para el tratamiento periodístico de la pandemia. Respecto de la vacunación, se reunió con especialistas en la materia y elaboró el documento “Información, pandemia y vacunas. Recomendaciones para el tratamiento periodístico de pandemia y vacunación”.
La Defensoría plantea que los discursos antivacuna son nocivos socialmente: “Los discursos contrarios al conocimiento global y a las políticas de salud pública adoptadas por gobiernos de las tendencias más diversas, como vacunar a la población, son riesgosos para la salud de las personas”
Además, señala que no es recomendable referirse a las vacunas por su nacionalidad: “Este fenómeno está centrado en razones políticas, geopolíticas y económicas, y no en conocimientos científicos”. “Proponemos no generar pánico ni alarmismo sobre efectos que son en gran parte previsibles, leves y pasajeros”, destaca en otro pasaje de la publicación. Esto en virtud de las noticias que circulan sobre efectos adversos de las vacunas en general, pero más precisamente de la Sputnik V. Todos totalmente previsibles, menores y habituales en cualquier tipo de vacuna. Y en tiempos de infodemia, recomienda consultar fuentes oficiales y especializadas, no equiparar voces institucionales nacionales e internacionales con una opinión aislada, y no contribuir con diseminar pánico o confusión por una primicia.
Estas recomendaciones, se elaboran justamente al observar la forma como los grandes medios están tratando el tema de la vacunación. La irresponsabilidad de los medios puede contribuir a que parte de la población tenga miedo de vacunarse. Y esto significa -ni más ni menosque no se logre erradicar la enfermedad. Quizás eso es lo que quieren algunos medios y sectores políticos con tal de tener razón y acomodarse en su territorio de poder, aun a costa de muertes.


Colofón


Al término de la redacción de este artículo, un escándalo alcanza a la gestión de la pandemia. El reconocido periodista Horacio Verbitsky -supuestamente aliado al gobierno- contó al aire en la radio que había sido vacunado antes que lo que le correspondía porque es amigo del ministro de Salud. El escándalo derivó en el pedido de renuncia del ministro por parte de Alberto Fernández.


No podemos menos que decir que se trata de un error garrafal del gobierno, totalmente ofensivo e incomprensible. Los grandes medios y la oposición, que destruyeron sin argumentos cada medida del gobierno, ahora sí tienen un argumento de un peso simbólico enorme: en Argentina hubo vacunados VIP. Habrá que observar en qué deriva esto en los próximos días y meses, pero esto mina la confianza en el gobierno y vuelve a erosionar todo lo que envuelve a la vacunación. También es seguro que poblará, lógicamente esta vez, los contenidos de las corporaciones mediáticas. Le han dado de comer al monstruo con una actitud antiética, innecesaria y totalmente injustificable.

28 de abril de 2021