Balance electoral del proceso 2021
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Balance electoral del proceso 2021

Manuel Tejeda Reyes

El domingo 6 de junio se disputaron tal cantidad de puestos de elección popular que, salvo los tres contendientes que es­trenaron registro (Encuentro Solidario, Redes Sociales Progresistas y Fuerza por México), y que no lograron los votos suficientes para con­servarlo, casi todos los partidos en mayor o menor medida pudieron cantar victoria. Y no me refiero a la penosa y reiterada costumbre que tienen todos los dirigentes de las fuerzas políticas nacionales de declararse vencedores inmediatamente después de que cierran las casillas, bajo la lógica de mantener viva la esperanza de triunfo entre sus militantes y simpatizantes. Usada también esa tradición para buscar legitimar el discurso del fraude y así empezar a generar presión a los jueces electorales, de cara a las impugnaciones que con menores o mayores motivos y fundamentos habrán de presentar, o bien para hacerle pagar un alto precio al contrincante y así obtener alguna ventaja antes de terminar reconociendo la derrota.

Lo que quiero significar es que partir de los datos oficiales, el resultado electoral indica una obviedad en democracia, que es aquella que refleja que nunca hay ganadores ni perdedores absolutos y perma­nentes. Tomando en cuenta las disputas por las 15 gubernaturas, así como por los congresos estatales y los municipios y alcaldías que renovaron a sus auto­ridades, MORENA obtuvo triunfos muy relevantes y fue el vencedor en la amplia mayoría de los comicios locales; sin embargo, en la elección federal que tenía por objeto renovar la totalidad de la Cámara de Di­putados, perdió posiciones ante la alianza opositora.

Vamos por partes. MORENA mantuvo el go­bierno de Baja California y ganó 10 gubernaturas más, exponiendo su muy buen estado de forma electoral, a pesar de sus disputas internas, del costo de la pandemia y de llevar casi tres años ejerciendo tanto la presidencia de la República como la mayoría legislativa; también logró victo­rias importantes en los congresos estatales y en una gran cantidad de ayuntamientos. Después de estas elecciones, el presidente López Obrador tendrá en los nuevos gobernadores potentes aliados con los que antes no contaba. Pero la im­pensada derrota en varias alcaldías de la Ciudad de México merece una lectura aparte. Es verdad que esos gobiernos no deben ser comparados con la importancia política de las entidades federa­tivas en donde MORENA obtuvo victorias, pero sin duda el resultado adverso implica un fuerte revés para las expectativas de ese partido.

No se puede soslayar un hecho: desde 1997 la Ciudad de México ha sido el bastión electoral de las fuerzas de izquierda. MORENA ahora perdió más de la mitad de las alcaldías capitalinas, lo que desde mi perspectiva se explica por un paulatino desaliento de las clases medias con el Presidente y con algunos de los gobernantes de la ciudad y no como el producto de la campaña de desinformación emprendida por un amplio sector de la prensa. Esa campaña no es un fenómeno novedoso, dado que ha tenido lugar desde hace mucho tiempo y pese a ella la izquierda se había mantenido cómoda­mente en el poder de la Ciudad de México desde hace 24 años.

Creo que ahora, en lugar de quejarse de campañas en su contra, las cuales en buena medida sí exis­tieron, el Presidente y la Jefa de Gobierno deberían evaluar cuál es el estado de sus relaciones con los sectores sociales relacionados con la ciencia, la cultura, la academia, las feministas, los protectores de los derechos humanos y con los defensores del medio ambiente, entre otros. Muchos votantes que se ubican socialmente dentro de las clases medias pertenecen a sectores progresistas; también son electores politizados, cuentan con educación su­perior, obtienen información política de distintos medios de comunicación, manejan tecnología moderna y no son susceptibles a la manipula­ción, por lo que ambos gobernantes tendrían que preguntarse por qué si hasta ahora esos votantes habían apoyado a las distintas opciones políticas de izquierda, el 6 de junio de 2021 dejaron de hacerlo.

En la renovación de la Cámara de Diputados, el partido en el poder experimentó una regresión, porque perdió alrededor de 50 curules, lo cual no es desastroso, pero sí reduce la representación con la que contaban MORENA y sus aliados, quienes en la pasada legislatura poseían 330 diputados de un total de 500, lo cual les permitía tener al alcance de la mano la mayoría calificada, que implica la posibilidad de realizar cambios constitucionales, sumando para ello apenas 4 o 5 diputados de la oposición. Ciertamente contarán ahora con mayoría absoluta, lo cual no es un tema menor, pues eso les permitiría aprobar sin sobresaltos los presupuestos y las leyes secundarias, pero no están en posición de alcanzar en una votación los dos tercios de los integrantes de la Cámara, que son los necesarios para promover reformas constitucionales.

A partir de septiembre van a verse en la necesidad de tener que persuadir a medio centenar de dipu­tados, cuyo número implica que necesariamente deberán emprender negociaciones con la oposición, si es que pretenden cambiar la Constitución. A pesar de estas circunstancias, debe destacarse que MORENA ganó más diputados que el PRI y el PAN juntos; y si consideramos a sus aliados del PT y del PVEM, la sumatoria supera holgadamente el 50 por ciento de la Cámara de Diputados, lo que constituye un éxito indudable para un partido político que apenas en 2015 empezó a participar en los procesos electorales.

Análisis aparte requiere el otro partido que alguna vez fue de izquierda y que ahora navega entre la intrascendencia y la desfachatez, es decir el PRD, que perdió la gubernatura de Michoacán y quedó igual de insignificante en la representación con la que contó en la anterior legislatura en la Cámara de Diputados. Quizá tenga una bancada similar o un poco más numerosa que la anterior, pero de dimensiones tan menores que ese partido no hará ninguna diferencia. Ahora bien, no se debe obviar que quizá desde la posición de los dueños del PRD, ellos son los grandes ganadores simple­mente porque consiguieron conservar el registro.

Un partido que en otras épocas tenía el gobierno de la capital del país y la amplia mayoría en el cuerpo legislativo de la Ciudad; que luchó con seriedad por la presidencia de la República y que después de la elección de 2006 llegó a ser segunda fuerza en la Cámara de Diputados federal, en los últimos tiempos se transformó en el aliado de la derecha política, no tuvo candidato propio a la presidencia en 2018 y ahora terminó haciendo política en el último vagón de la alianza PRI-PAN. Lamentable papel el que hoy juega una agrupación política francamente agonizante, que desde hace tiempo da la imagen de estar viviendo horas extras.

El PRI también tuvo un desempeño muy lejano al otrora invencible “Partidazo”. De las 15 guber­naturas que estuvieron en disputa registraba en su poder 8 y para no andar con medias tintas las perdió todas. Siete de ellas las dejó ir ante MORE­NA y la otra frente a la coalición PT-PVEM. En la Cámara de Diputados, a pesar de sus estrepitosas caídas en los comicios locales, su bancada crecerá mínimamente. El antes reconocido como partido hegemónico ahora luce desplumado, con cada vez menos votantes y simpatizantes, sin muchas posibilidades de mejorar y frente a la certidumbre de que en los comicios que se celebren durante los próximos tres años, el tricolor estará condenado a perder todas y cada una de las gubernaturas que hoy tienen sus militantes.

En esta elección, Movimiento Ciudadano trató de presentarse como la tercera opción frente a la abierta confrontación entre los dos bloques polari­zadores, y a pesar de que en el pasado reciente fue un aliado en las campañas del actual Presidente, hoy está mucho más cerca de los enfoques opositores. Contra todos los pronósticos y a pesar de contar con un candidato que más parece un comediante con humor involuntario que un político avezado en los problemas públicos, triunfó en la contienda por el gobierno de Nuevo León, en el ayuntamiento de Monterrey y en alcaldías importantes en Jalisco. Obtuvo 23 diputados federales en esta elección, pero en la medida en que los consiguió sin haberse aliado con otras fuerzas, como sí lo hizo en 2018, lo suyo también tiene sabor a victoria.

El PAN tenía 4 gobiernos estatales de entre los que estaban en disputa, conserva las gubernaturas de Chihuahua y Querétaro, pero pierde las de Baja California Sur y Nayarit, ambas ante MORENA. A cambio de esas derrotas y de otras en los Congresos locales, en la Cámara de Diputados federales no sólo mantuvo su condición de segunda fuerza política, sino que lo hizo incrementando los números de su bancada en alrededor de 30 curules.

El PVEM en alianza con el PT ganaron la guber­natura en San Luis Potosí, gracias a que MORENA presentó premeditadamente a una candidata frágil, que fue propuesta simplemente para que sufriera una estrepitosa derrotada, ello a pesar de que el candidato vencedor fue sujeto de serios señalamientos en su contra por vínculos con el narcotráfico. Aunque los porcentajes históricos de votación de ambos partidos rondan el 5 por ciento, en el caso del PVEM se trata de un partido que se constituirá en el factor bisagra en cualquier decisión legislativa relevante. Los 42 diputados que ganó, gracias a la alianza con MORENA, resultarán particularmente determinan­tes en la siguiente legislatura; sin ellos, el partido gobernante no está en circunstancias de alcanzar la mayoría simple que necesita para la aprobación de los presupuestos y las leyes secundarias. Uno de los dirigentes del PVEM, el senador Manuel Velasco, ya adelantó que su partido revisará en cada proyecto legislativo si apoya o no al partido del Presidente, lo que contiene el mensaje nada cifrado de que el chantaje político, al que están muy acostumbrados los dueños del Partido Verde, será la divisa permanente en las negociaciones que se hagan con ellos, lo que no es de extrañar en una organización que invariablemente suele venderse al mejor postor.

Por último, el PT, que como ya se refirió obtu­vo en coalición con el PVEM el gobierno de San Luis Potosí, haciendo gala de malas artes y de oportunismo político y aprovechando con éxito que sus adversarios presentaron candidaturas inviables. En la Cámara de Diputados y gracias al convenio de coalición con MORENA, tendrá una bancada de tamaño respetable, que a diferencia del PVEM seguramente apoyará las posiciones legislativas que presente el gobierno. Eso sí, el PT sabrá capitalizar el hecho de que la mayoría simple que ganó MORENA también depende de ellos para alcanzar la mayoría absoluta.

El mapa político ha cambiado significativa­mente en el país después de los comicios del año 2021. Falta ver si esos cambios se convierten después en mejoras sustantivas en la vida de quienes habitamos este país.

26 de julio de 2021