Breve homenaje al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a 25 años de su arribo al gobierno de la Ciudad de México
Hemeroteca, Principales

Breve homenaje al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a 25 años de su arribo al gobierno de la Ciudad de México

Manuel Tejeda Reyes*

El pasado viernes 30 de septiembre tuvo lugar una gira que realizó el presidente López Obrador por el estado de Oaxaca, para supervisar el plan de apoyo a la población afectada por el huracán “Agatha”. Ahí anunció que le realizaría un homenaje al gobernador Alejandro Murat, antes de que termine su mandato. Al respecto, indicó: “Vamos a estar antes de que concluya el periodo de gobierno de Alejandro, le vamos a hacer un reconocimiento, un homenaje, antes de que entregue el mando. Vas a terminar el 30 de noviembre…vamos a estar antes. Tiene que ser un fin de semana, a ver, que nos digan qué día cae. Viernes, porque el 30 es martes. Viernes 25 de noviembre, ¿les parece? Ya quedamos, mismo lugar, la misma hora”.

Ese anuncio me pareció inusual y bastante extraño, por el hecho de que un mandatario como López Obrador le va rendir homenaje a un militante priista, responsable del gobierno de una entidad que tiene a muchos de sus habitantes sumidos en la pobreza y donde en ese aspecto hay poco que presumir.

Quizá por asociación de ideas, quizá porque días antes de que el presidente López Obrador hiciera el anuncio del homenaje a Alejandro Murat, había recordado que el 5 de diciembre de este 2022 se cumplen 25 años de la llegada al gobierno de la Ciudad del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; pensé que la distribución de los homenajes que hace este gobierno no es precisamente la más adecuada.

Conozco bien la trayectoria pública del ingeniero Cárdenas porque la he seguido puntualmente desde hace más de tres décadas. Recordé que la primera marcha y el primer mitin político a los que asistí tuvieron lugar en la ciudad de Colima, hace 35 años, y fui muy entusiasmado a acompañar y escuchar al candidato a la presidencia de la República del Frente Democrático Nacional. La primera vez que voté en unas elecciones (es un decir) fue en las de 1988 y lo hice, cómo no, por el ingeniero Cárdenas. Después, siempre fui su puntual seguidor y votante en todos los procesos electorales en los que participó; asistí a las marchas y mítines que él encabezó tanto como me fue posible y en un par de elecciones, las dos últimas en las que fue candidato, estuve gustoso en la representación de casilla en la que obtuvimos resultados dispares, porque en 1997 se ganó la elección y en el 2000 la perdimos.

He sido uno de sus muchos seguidores de a pie y estoy convencido que él es un hombre de Estado; sé que su tarea política no gira en torno a sí mismo, sino a la construcción de un proyecto de nación que busca que México sea un país para todos; una nación de iguales; con una democracia progresista. Su tarea política y sus libros son testimonio de esos objetivos.

Escribo estas líneas a mediados de noviembre de 2022 y en estas fechas no se ha anunciado (ni creo que se anuncie) la celebración de algún evento por parte de las autoridades de la capital y mucho menos de las autoridades del gobierno federal, para conmemorar los 25 años de la llegada del ingeniero Cárdenas al gobierno de la Ciudad. No me sorprende, pero sí lo considero incorrecto. Ese acontecimiento fue toral en el avance de la izquierda partidista, impulsada esta última por la lucha y el liderazgo personal de Cuauhtémoc Cárdenas. Su trabajo como dirigente político, su honestidad particular, sus planteamientos en torno a un proyecto para construir un país más equitativo, su congruencia para con las organizaciones populares y con los movimientos sociales, le hicieron ganar la confianza de los ciudadanos de la capital del país en el proceso electoral de 1997, y esa victoria es el origen de la realidad política que hoy tiene como beneficiarios a muchos de quienes actualmente detentan cargos administrativos y políticos en los gobiernos federal y de la Ciudad.

En esas circunstancias, me siento compelido a rendir un pequeño tributo a quien reconozco y admiro, máxime que considero que su trayectoria personal está planteada en favor de la nación mexicana y en pro del respeto a la soberanía popular y a los mandatos constitucionales. Quiero rendir homenaje al político estudioso de la realidad social sobre la que ha dejado testimonio escrito; al exjefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, al exgobernador de Michoacán y a quien fue candidato a la presidencia de la República y fundador de un partido político que se pensó para la izquierda y cuyo legado fue lamentablemente dilapidado por dirigentes menores, de talante rapaz, que jamás estuvieron ni podrán estar a la altura de las circunstancias; a quien sostiene que un sistema que se califica como democrático sólo puede partir del principio de que el estado de derecho esté plenamente vigente y que cumple y hace cumplir los mandatos constitucionales y los de las leyes; a quien desarrolló interés por la política con un alto sentido social, lo que sucedió sin duda gracias a su formación familiar, ocurrida ésta bajo el influjo y el mejor ejemplo de su padre, el general Lázaro Cárdenas del Río, y su madre, Amalia Solórzano.

Hacer referencia a la amplia andadura pública del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, ejercer la memoria para recordar su dilatada carrera política, implica necesariamente concluir que estamos en presencia del dirigente político más trascendente de la segunda parte del siglo XX mexicano. Y esto es así porque al recorrer la etapa de nues­tra historia que fue conocida como la transición a la democracia, podremos advertir que en él tuvimos un ejemplo constante de lucha por lograr una democracia plena para el país; una presencia firme en la disputa por actualizar y reivindicar la importancia del nacionalismo frente al neoliberalismo depredador y sobre todo porque tuvimos en él a quien encabezó un esfuerzo por colocar nuevos fundamentos para alcanzar una sociedad más abierta, democrática y plural.

Bajo esas premisas fue que demostró su valentía desde la Corriente Democrática del PRI, al dar la batalla por la democracia al interior del que entonces era su partido, en una época en la que la sumisión al presidente de la República en turno era la máxima regla del sistema político mexicano. Por la defensa de los valores antes citados fue que Cuauhtémoc Cárdenas se enfrentó al poder político y encabezó un proyecto democrático y popular, surgido en las calles y en las plazas públicas, en contra de los excesos del entonces partido hegemónico.

Su participación en la elección presidencial de 1988 (insisto en que la palabra elección es un decir) marcó, desde mi perspectiva, un parteaguas en la historia política del país, porque removió las bases de un sistema político que estaba agotado; además, ofreció a la izquierda una coalición que le permitiría dejar atrás el divisionismo y la marginalidad electoral. Pero creo que lo más importante fue que presentó un proyecto de país y un programa de gobierno alternativos a la visión neoliberal, dominante en esos años y en los subsecuentes.

Su liderazgo político fue justo lo que necesitábamos en el periodo de la transición, porque impulsó una idea de izquierda que nos resultó común a quienes nos ubicamos en ese espectro, aunado a que tuvo la virtud de que fue construida a partir de tres principios: la defensa de la soberanía nacional, la responsabilidad del Estado en el combate a la desigualdad social y la necesidad de aglutinar a las fuerzas políticas de izquierda en el país para impulsar una agenda que honrara la vocación libertaria y democrática de un México que aspiraba a ser contemporáneo.

En el año 2018 se inauguró entre muchos ciudadanos mexicanos la esperanza de tener un buen gobierno, guiado por el ideario de las luchas políticas en las que Cuauhtémoc Cárdenas fue personaje principal, y dado que la alternativa ganadora resultaba ser su heredera natural; aunado a que se creyó que tendríamos un gobierno progresista; que llevaría adelante las acciones y que tomaría las medidas necesarias para construir una estructura social que permitiría vivir con igualdad de oportunidades para todos; que promovería el acceso a la justicia; que lucharía efectivamente y no sólo en el discurso contra la corrupción y que fomentaría el abatimiento de la impunidad; que observaría y respetaría los derechos humanos de todos los ciudadanos, pero principalmente de aquellos que están ocupados en promoverlos, difundirlos y en cuidar de la naturaleza y sobre todo, que brindaría protección a la ciudadanía para garantizar su seguridad.

Todavía está pendiente la evaluación final. Ya llegará el momento de hacer las cuentas para saber cuánto nos fue saldado y cuánto nos quedaron a deber quienes llegaron al gobierno en el 2018 enarbolando banderas de izquierda, pero lo cierto es que hoy todavía tenemos enormes boquetes entre el paraíso discursivo y la terca realidad, que en los hechos nos revela que los aparatos de procuración de justicia y de “inteligencia” se utilizan para presionar y espiar a activistas sociales, opositores y adversarios políticos, en lugar de que se manejen para espiar y combatir a los criminales.

Las descalificaciones a los que discrepan del discurso oficial son cosa de todos los días y llegan incluso hasta los poderes Legislativo y Judicial, cuando su accionar va en contra de lo que desea el Ejecutivo; se confunde la aprobación presidencial con la eficacia de su gobierno; se actúa bajo el falso criterio de que la lealtad al proyecto político es sinónimo de honradez y que la sumisión y el silencio traen aparejadas la virtud en el funcionario público; se han impulsado, tanto a altos cargos de la administración pública como a los más altos niveles de los órganos de impartición de justicia, perfiles muy cuestionables, manchados por un pasado de corrupción que simplemente se ignoró cuando obedientes mayorías legislativas y opositoras los aprobaron.

Se han entregado a las fuerzas armadas áreas completas de la administración pública que son totalmente ajenas a sus funciones, a las que renunció el poder civil bajo el endeble argumento de proteger la seguridad nacional, cuando ésta se ubica en otras partes y en ellas se carece de respuestas; la corrupción se acabó, pero sólo en los discursos, porque en la administración la misma se ha dejado de investigar, procesar y sancionar; las tropelías del pasado sirven como amenaza para doblegar opositores y para forzarlos a apoyar proyectos del gobierno, y si lo hacen, de inmediato se esconden y se olvidan.

Siguen imparables la violencia homicida, las desapariciones y las extorsiones; se arrasa con áreas de la administración pública dedicadas a cuidar del medio ambiente y se planea reducir “al mínimo indispensable”, cualquier cosa que eso signifique, la estructura de los Órganos Internos de Control en las dependencias gubernamentales, que son los encargados de auditar el destino de los recursos públicos e investigar, procesar y buscar sancionar las conductas irregulares de los servidores públicos. En sus declaraciones públicas, siempre claras e inobjetables, el ingeniero Cárdenas ha rechazado muchas de esas actuaciones del actual poder político, pero a sus planteamientos lo único que siguió fue el silencio gubernamental.

No vamos a poder alcanzar una perdurable vida democrática si nuestra sociedad continúa atravesada por el clima de violencia, inseguridad y polarización política; donde las ideas de los otros sean inadmisibles sólo por el hecho de que no se comparten; tampoco será posible construir cualquier proyecto de nación sin que antes se evalúen con seriedad y con argumentos las ideas y propuestas de todos los sectores y se respeten los derechos de las minorías; no podrá construirse un futuro promisorio con el pensamiento que se sintetiza en el consabido “no hay más ruta que la nuestra”, en un México cuya diversidad es inocultable.

Estamos ubicados frente a pulsiones autoritarias que surgen al mismo tiempo desde el oficialismo y la oposición. Para enfrentarlas y preservar la democracia se requieren gobernantes y opositores demócratas y para consolidarla se necesitan estadistas con la vocación y la firmeza democrática del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, que como profesionista edificó obras civiles, pero que la obra más importante que nos legó fue la construcción del camino para la transición democrática de nuestro país, por eso, en justicia, es un referente histórico, fue correctamente calificado como el líder moral de la izquierda y hoy es un hombre al que resulta indispensable escuchar para conseguir los cambios que México necesita.

Tengo tres historias personales que no viene al caso traer aquí y que el ingeniero seguramente tampoco recuerda, pero para mi persona son motivo de agradecimiento, aunque en todo caso mi admiración, reconocimiento y respeto al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano corresponden mayoritariamente a su trayectoria pública, por eso, en el 25 aniversario de su llegada al gobierno de la capital del país, le dedico este texto.

*Abogado y analista político

5 de diciembre de 2022