Tanius Karam
En la segunda semana de junio, la noticia corrió veloz entre los círculos académicos y universitarios: había fallecido el filósofo hispano-colombiano Jesús Martín-Barbero (conocido solo por la segunda parte de su apellido compuesto). Si bien era conocido el deterioro de su estado de salud no dejó de sentirse dolor y pesar por su muerte (3/octubre/1937 Ávila, España; 12/junio/ 2021, Cali, Colombia).
El autor no solamente generó una obra, sino que fue particularmente cercano a muchos otros estudiantes, colegas e investigadores, además de ser un actor fundamental dentro del campo académico de la comunicación en la región, al cual adoptó y se dejó adoptar; lo criticó, pero también lo conformó y delineó con ideas sobre perfil de egreso, curriculum, porque aparte de su labor ensayística también fue profesor y director de escuela.
No es casual que desde años atrás fuera ya objeto de reconocimientos como el realizado por la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC) en Montevideo, Uruguay, o bien el libro editado en 2017 con motivo del 30° aniversario de su obra fundamental De los medios a las mediaciones. Al escribir estas líneas se suman convocatorias de pesar y reconocimiento personales, hasta eventuales encuentros académicos.
Otro elemento de interés que se cierne sobre la figura de Martín-Barbero es considerarlo o no, founding father del pensamiento en la región. La idea de “padre fundador” es algo que hemos problematizado en varios textos; y discutido los significados que para un campo relativamente “joven” (o cada vez menos, con relación a otros ciencias sociales) tiene la acepción de “clásico”. La inserción de Martín Barbero a bibliografías, tesis, cátedras toma mayor fuerza a partir de la segunda mitad de los ochenta del siglo pasado. Ello no significa que el autor no estuviera ya pensando o reflexionando sobre la cultura, el discurso, el poder o la comunicación incluso veinte años atrás, pero su inserción como agente fundamental se entroniza quizá 10-15 años después de aquél Luis Ramiro Beltrán (ver “Premisas, objetos y métodos foráneos en la investigación sobre comunicación en América Latina”), considerado ,por algunos como el parteaguas del pensamiento de la comunicación en la región.
El caso de Martin Barbero es interesante porque no parece haber otro autor que escriba originalmente en español, y se arraigue con tal fuerza y ofrezca un aire de innovación al pensamiento comunicacional.
La publicación De los medios a las mediaciones (1987) (a partir de ahora De los medios) lo inserta radicalmente en la región, y le da un estatuto que por entonces pocos autores en América hispánica y luso parlante tenían. Esta obra hace un doble movimiento: centraliza la corriente de los estudios culturales de la comunicación en América Latina, y sin ser su intención, eclipsa otras facetas del autor como por ejemplo sus contribuciones a los estudios del discurso o su labor como pedagogo de la comunicación.
Algunas contribuciones del famoso libro permitió reubicar la centralidad de la cultura popular en los estudios comunicativos, sobre todo a partir de las prácticas y elementos que intervienen en la producción-transmisión-consumo de la cultura. De los medios también facilitó que muchos académicos y estudiantes comenzáramos a el contenido audiovisual con las prácticas de uso. Curiosamente en De los medios no hay formalmente una definición esquemática de “mediación”, quizá la más cercana en el texto sea a partir de Walter Benjamin quien según Martín-Barbero (ver De los medios, 1987: 56) sería un pionero en pensar históricamente la relación de la transformación en las condiciones de producción con los cambios en el espacio de la cultura, es decir los cambios del sensorium de los modos de percepción, de la experiencia social.
De los medios ayudó a colocar y recolocar a la comunicación a nivel filosófico no tanto desde la ontología como desde la epistemología; pero también desde la filosofía y sociología cultural ubica a la comunicación como una manera de conocer la realidad y abona a una tarea teórica que puede parecer paradójica: por una parte sí habla de medios y massmediación, pero y sobre todo de alguna manera “desmediatiza a la comunicación”, porque la ubica en un plano más dinámico con la vida cotidiana de los actores y de sus procesos. Así más que reinventar la comunicación, ayuda a verla de otra manera y la confronta contra el chantaje culturalista en clave degenerativa, esa vieja idea pesimista de la tecnología —heredada en parte de la Escuela de Frankfurt— contrapuesta a la civilización y la cultura.
Otra contribución De los medios, quizá menos subrayada por la crítica, es que Martín Barbero hace de la comunicación un tipo de vocación intelectual ya no sólo dentro de la clave de un “humanismo culturalista”, sino desde las coordenadas específicas del lenguaje, las interacciones sociales y los usos de la comunicación. Dicha vocación incorporar la categoría de “mediación” en los estudios de medios o a relacionar más dinámicamente potencia a la comunicación como objeto y realidad, como filosofía y como práctica socio-cultural lo que también permite —como de hecho lo facilitó la tradición de los Cultural Studies— de un diálogo más fecundo con áreas que desde este libro van a ocupar un papel en la teoría de la comunicación como son la filosofía del lenguaje, la sociología de la cultura y la antropología urbana.
Martín-Barbero fue igual muy sugerente en el “cambio de preguntas” dentro de la comunicación comenzando por el cifrado en el mismo título de su libro: la comunicación ya no es más un tema solo de medios, sino sobre todo de mediaciones. El lugar de partida, la situación latinoamericana, es también lugar de llegada; el supuesto destinatario de la comunicación (el pueblo) no es el objeto de estudio, sino donde el origen de las preguntas de reflexión porque el objeto es “la mediación”, la vida cotidiana, las prácticas socio-culturales en espacios específicos como por ejemplo los movimientos sociales (De los medios, p. 11).
Al actualizar el método de la comunicación sigue a Antonio Gramsci quien fue de los primeros en cambiar la dirección de las preguntas en la reflexión de la cultura popular; en lugar de ir desde el texto al autor, invirtió el trayecto; por ejemplo, al estudiar el folletín, Gramsci estudia la forma de encuentro del intelectual con el pueblo, un embrión de lo “nacional popular” (De los medios, p.151). Llevado este método de la inversión de las preguntas como lo señala (Ibidem, p.178), no se trata de ver cómo los grandes hechos afectan directamente al pueblo, sino cómo esté interpreta, refleja y se retrotrae ante los acontecimientos.
Por lo anterior, otra contribución de Martín-Barbero es la discusión que anima sobre las relaciones entre cultura-pueblo y que le conducen a una nueva perspectiva sobre las culturas populares. De los medios toma en su primera parte la tarea de esa revisión y la crítica conceptual en la que somete la idea romántica, la negación marxista y la concepción libertaria de los anarquistas para obtener un nuevo abordaje sobre el “pueblo”, lo “popular” y las audiencias masivas insertas en procesos de massmediación. Martín-Barbero pasa revista al pensamiento de Alex Tocqueville, Stuart Mill, Gustave Le Bon, Gabriel Tarde y Wilhem Reich con la idea de hacer una arqueología sobre el pensamiento negativo de la masa, la multitud, el pueblo que no siempre son sinónimos y obedecen a conceptualizaciones distintas. Entre la revisión de autores sin duda la obra de Walter Benjamin ocupa un lugar especial, por fuera de los atributos apocalípticos que suelen desprenderse de la perspectiva de Horkheimer y Adorno.
Martín-Barbero, fiel a esa tradición ensayística sobre la cultura popular en la región (inevitable pensar en Carlos Monsiváis con quien también estableciera un diálogo el filósofo), supera como hemos dicho, la perspectiva romántica del “pueblo” que proviene, paradójicamente de una concepción elitista que no concede al pueblo la posibilidad de ser productor de cultura, ni tampoco de ser un lector competente de las sutiles decodificaciones de lo que las elites denominan “arte” o “cultura”. Para abrir la discusión de lo “popular” hay que asociarlo a una memoria y una práctica más que a lo estrictamente material o “espiritual” entendido este concepto como “inteligencia ilustrada”. El tema de la cultura popular no hay que verlo desde los acontecimientos y las obras, sino desde las percepciones, las sensibilidades y sus modificaciones. Lo popular es visto como parte de la memoria constituyente del proceso histórico; es la presencia de un sujeto que fue negado generalmente en el anonimato o en su reducción numérica (De los medios… p.78).
Dejo al final dos últimas contribuciones menos ponderadas del pensamiento de Martín-Barbero. Estas contribuciones apuntan hacia el pedagogo que facilitó configurar un nuevo perfil del egresado en comunicación y que en otro texto nosotros hemos resumido como “gestor-mediador socio-cultural”, que se contrapone al imaginario convencional del trabajador de los medios o del humanista. La idea que se desprende de Martín-Barbero es el comunicador-comunicólogo como quien puede pensar “antropológicamente” los desplazamientos del capital e innovaciones tecnológicas que le imponen a la cultura cotidiana de las mayorías. Esta perspectiva permite pensar un profesional de la comunicación con otras competencias y saberes no restringidas a la técnicas o a la demandas específicas de las industrias de los medios; igualmente dicho egresado no tiene como lugar de trabajo los medios o el gabinete, sino la calle, el barrio, las organizaciones sociales, desde donde piensa la relación entre los actores emergentes, marginales y las grandes transformaciones tecnológicas, políticas y culturales.
La obra de Martín-Barbero también ofrece sugerentes propuestas para repensar las políticas culturales en comunicación, sobre todo tomando el marco fundamental del celebérrimo “Informe MacBride” (UNESCO, 1980). Mientras que en el “Informe”, lo cultural se asocia a esa visión estandarizada de lo étnico, lo folklórico, lo lingüístico y lo idiosincrático, en De los medios asistimos a repensar el consumo y la especificidad de la massmediación y con ello sus políticas, sus interacciones ahí donde se construye otro tipo de modernidad que no puede ser analogada con la europea o norteamericana y que hoy las perspectivas “poscoloniales” o “decoloniales” insisten con fuerza. En Martín-Barbero cualquier política cultural tendría que ayudar a entender las tensiones del capital-tecnología dentro del ámbito de lo urbano-popular para luego desprender directrices, operaciones que desanudan y orientan el potencial expresivo, la resistencia y la emancipación de esas tradiciones arraigadas en la cultura popular.
Al morir Martín-Barbero se cierra una etapa en la historia del pensamiento comunicativo. Muere un intelectual que supo explicar, escribir la relación cultura-comunicación. Si bien el contexto en el que pensó y escribió De los medios ha sido objeto de grandes modificaciones, las revisiones a su obra han mostrado su adaptación y cambio, como fue la publicación en 2002 de esa summa en Oficio de Cartógrafo (FCE, Santiago de Chile) y que asoma la nueva disposición sobre las tecnologías de información y sobre los rasgos de esa mediación en el contexto latinoamericano donde persisten los rezagos de una agenda añeja, aun cuando los actores específicos, y los lugares de mediación cambien.
La obra de este filósofo es ya parte del repositorio clásico de la comunicación latinoamericana, ya que como lo enseñó Ítalo Calvino (Cf. Por qué leer a los clásicos) todo autor clásico no agota su umbral de lectura en el tiempo específico de su producción, sino que expande las posibilidades de su pensamiento y en el siglo XXI prosigue las pistas para repensar las relaciones entre cultura, mediación tecnológica y los actores comunicativos.