El atentado contra Ciro Gómez Leyva; las teorías de la conspiración, y la hora de terminar
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El atentado contra Ciro Gómez Leyva; las teorías de la conspiración, y la hora de terminar

Manuel Tejeda Reyes*

El pasado jueves 15 de diciembre, poco después de las once de la noche, cuando circulaba de regreso a su casa luego de terminar la transmisión del noticiero de televisión que se transmite por el canal de Grupo Imagen, el periodista Ciro Gómez Leyva fue víctima de un salvaje atentado. Las imágenes de las cámaras de seguridad ubicadas en las calles de la Ciudad de México muestran a dos grupos de hombres, uno a bordo de un vehículo compacto y el otro sobre una motocicleta, siguiendo el vehículo que conducía el periodista.

De lo narrado por el propio Gómez Leyva se sabe lo que no se vio en los videos que se han hecho públicos. Así pudimos enterarnos que el sujeto que manejaba el automóvil se colocó delante de la camioneta que él conducía; disminuyó la velocidad para hacer lento su avance y cuando quienes viajaban en la motocicleta le dieron alcance, uno de ellos disparó su arma de fuego. Por fortuna, el grueso del blindaje de la camioneta impidió que se consumara uno más de los muchos actos violentos y demenciales que ocurren en el México de nuestros días. Sin embargo, quedaron claros tanto el destinatario: el periodista Ciro Gómez Leyva, como el ultimátum directo: te vamos a matar.

“Alguien me quiso matar”, aseveró Gómez Leyva al día siguiente, en su programa radiofónico. “No tengo a quién responsabilizar”, señaló. Y en efecto, al momento en el que escribo estas líneas no se sabe quién cometió el intento de homicidio ni el motivo, pero la temeraria agresión a un periodista tan reconocido también envió un mensaje claro, contundente e inobjetable al resto de quienes prestan sus servicios en los distintos medios de comunicación, tanto de la capital como del interior de la República: pueden ir contra cualquiera, con el agravante de que las empresas periodísticas no les pueden proveer un vehículo blindado a todos sus comunicadores.

Las amenazas y los atentados contra la vida y la integridad física de los periodistas no son un tema nuevo ni que sorprenda a nadie en el país, pero hasta hace poco tiempo esas acciones se habían cebado en contra de quienes trabajan en los medios de comunicación del interior de la República y no sobre aquellos que ejercen la tarea de informar en la zona metropolitana del Valle de México. Pero ahora los delincuentes se lanzaron contra alguien que es una figura pública muy reconocida. Oriundo de la Ciudad de México y graduado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Iberoamericana; con estudios de posgrado en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México, Ciro Gómez Leyva ha conseguido convertirse en uno de las periodistas con más público seguidor, tanto en la radio como en la televisión.

En 1980 fue designado jefe de redacción de la revista Expansión; posteriormente, en la misma década de los ochenta, fundó y dirigió el Sistema de Radio y Televisión Mexiquense. Después, fue reportero en los periódicos El Universal, El Financiero y Reforma. En el año 1999 el periodista se inició como columnista en Milenio, con un espacio llamado “La historia en breve”, que más tarde mudó al diario El Universal. Ciro Gómez Leyva también fundó y dirigió CNI Canal 40 y Milenio Televisión. En ambos canales fue conductor de los noticieros estelares, en el primero de ellos junto a Denise Maerker.

Ciro Gómez Leyva también fue colaborador del programa Tercer Grado, transmitido por el canal 2 de Televisa; fue titular del programa de noticias radiofónico Fórmula de la Tarde, transmitido por las frecuencias de Grupo Fórmula. Con posterioridad, inició su actual programa, denominado Ciro por la mañana, también en las emisoras radiales de Fórmula, además del noticiero nocturno que actualmente encabeza en Grupo Imagen.

El día 16 de diciembre de 2022, un día después del ataque, Gómez Leyva se presentó en sus noticieros radiofónico y televisivo para agradecer la solidaridad recibida de parte de sus audiencias y de sus colegas y la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, en conferencia de prensa que brindó junto con el secretario de Seguridad capitalino, Omar García Harfuch, también se solidarizó con el comunicador y en ese evento se anunció que Gómez Leyva y su familia ya cuentan con la protección de su gobierno.

Por otra parte, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, expresó su solidaridad con Gómez Leyva, pero también manifestó la posibilidad de que el ataque armado fuera, en realidad, un intento de desestabilizar a su gobierno. Al respecto, aseveró que no descartaba que el atentado hubiera sido planeado por alguien “para afectarnos a nosotros”. Cabe recordar que apenas un día antes del atentado, el presidente dijo que escuchar a Gómez Leyva podía causar tumores cerebrales, en un comentario por demás impropio para ser pronunciado por cualquier jefe de Estado.

La respuesta irreflexiva del presidente a las posibles causas del atentado provocó una reacción, en los mismos términos especulativos, por parte de Gómez Leyva, quien en su programa de radio lanzó una pregunta a la jefa de Gobierno de la Ciudad, al secretario de Seguridad capitalino, a la titular de la Fiscalía de la Ciudad de México, y ya encarrerado, al secretario de Gobernación, al fiscal general de la República y hasta al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quienes formalmente no son los investigadores y nada tendrían que hacer ni decir en una tarea que está fuera de sus ámbitos competenciales.

Palabras más o palabras menos, el periodista cuestionó si frente a las constantes agresiones del presidente a su persona, “¿el Estado mexicano podrá hacer una investigación independiente?”, Quizá no lo sepa y lo que preguntó fue con buena fe y no para devolver el dardo con solidaridad envenenada que previamente le había lanzado el presidente López Obrador, pero lo cierto es que el “Estado mexicano” no está investigando el atentado; lo hacen las autoridades de la Ciudad de México, a las que habrá que evaluar, en el caso concreto, conforme con los resultados que presenten y la solidez de las pruebas que aporten. Pero hasta entonces será factible determinar qué clase de trabajo se realizó, no antes. Después de esa pregunta, que puede catalogarse de ingenua o bien que fue lanzada al aire para seguir avivando su enfrentamiento con el presidente, Gómez Leyva dijo que “ya no diré más allá de eso”.

Y es que se actúa, por parte de ambos bandos, como si en este país no pasará nada en temas de violencia, como si actuar bajo la premisa de que en la guerra todo se vale fuera honorable, pues el presidente de la República, sin ofrecer ninguna evidencia, no tuvo mejor idea que especular sobre lo factible que sería que el ataque hubiera sido en realidad un “autoatentado”. Mientras que el periodista deslizó que en este caso no habrá una “investigación independiente”, cualquier cosa que eso signifique, antes siquiera de que la misma empiece, y para colmo, como si no fuera suficiente la cantidad de actos violentos contra los periodistas, destacadas figuras de los medios de comunicación y de la política, en una carta publicada el miércoles 21 de diciembre, insinuaran que la violencia contra los integrantes del gremio periodístico se debe sólo al presidente, quien ha creado un ambiente hostil contra los reporteros al condenar constantemente el trabajo de la prensa.

“Prácticamente todas las emanaciones de odio hacia los periodistas se incuban, nacen y se esparcen en Palacio Nacional”, se lee en la carta. “De no autocontrolarse el presidente López Obrador en sus impulsos de ira hacia periodistas críticos, el país entrará en una etapa aún más sangrienta”, se asevera sin el mínimo asomo de rubor.

Resulta lamentable pero es cierto, las afirmaciones confrontadoras del presidente han suscitado incertidumbre sobre si se puede contar con su gobierno para proteger a la prensa amenazada, o para esclarecer uno de los ataques perpetrados contra un periodista del más alto perfil, sobre todo por la pública animadversión que López Obrador siente por Gómez Leyva y por la tutela que ejerce sobre la jefa de Gobierno, pero de ahí a afirmar que las bravatas en las mañaneras son causa de la sangre derramada de los periodistas, hay un mar de separación, además de una pésima interpretación de la realidad.

México es desde hace tiempo uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas, el problema viene de lejos y la violencia mortífera contra el sector social de la prensa se explica por diversos factores. Las amenazas contra los periodistas llegan principalmente de los cárteles del narcotráfico, de otros grupos delictivos y también de funcionarios públicos o de empresarios involucrados en actos de corrupción. Esto deliberadamente fue ignorado en la misiva referida.

El reduccionismo de los abajofirmantes lo advierto como una represalia directa por las constantes y desafortunadas manifestaciones públicas que un día sí y el otro también ejerce el presidente, quien ciertamente no está defendiendo con eficacia los derechos de los periodistas, a pesar de la promesa de traer la paz al país, hecha la misma cuando asumió el cargo hace más de cuatro años, pero tampoco hay evidencia alguna de que él o los integrantes de su gobierno los estén mandando matar o siquiera despedir de sus trabajos.

En otras ocasiones, el presidente López Obrador ha reaccionado con rapidez y eficacia a las agresiones contra miembros de la prensa. El año pasado, cuando la periodista Azucena Uresti recibió una amenaza directa del cártel de Jalisco, López Obrador anunció rápidamente que había dispuesto que el gobierno federal le proporcionara protección y no esbozó ninguna teoría de la conspiración, porque no era el momento ni había lugar. En esta ocasión no tuvo esa visión ni la misma solidaridad con la víctima, quizá porque se llama Ciro Gómez Leyva.

Me parece que el presidente López Obrador debería evitar seguir denostando y ridiculizando a periodistas concretos, por más que le desagraden, y tampoco debería seguir cuestionando la credibilidad de la prensa que le es independiente. Sería mejor que anunciara y pusiera en práctica medidas para proteger a los periodistas. Y si se difunden falsedades por los medios que le son adversos, bastaría con que se haga pública la información que sea correcta.

Las amenazas y los atentados que miembros de la delincuencia han lanzado contra los periodistas merecen una condena unánime, no sólo de los profesionales de la comunicación, sino de toda la sociedad mexicana. El video y los balazos que muestran el intento de un asesinato y que amenazan a Gómez Leyva y a los miembros de la prensa, evidencian hasta qué punto los informadores corren peligro en México, uno de los países más mortales del mundo para ejercer el periodismo. Las amenazas también vuelven a poner el foco sobre las autoridades gubernamentales, que llevan años recibiendo críticas, aun antes de que empezara la gestión del actual gobierno, por su falta de resultados ante los crímenes contra periodistas y activistas sociales y debido a que tampoco han podido frenar la descomposición del país a manos del crimen organizado.

No olvidemos que el atentado contra Ciro Gómez Leyva también constituye una exaltación de la violencia por parte de aquellos que se sienten y están fortificados por un sistema social en el que sigue prevaleciendo la impunidad y en el que el lenguaje que se está imponiendo es el de quienes manejan las armas, la violencia e imponen el horror. Las acciones de los sicarios que actuaron el 15 de diciembre de 2022 y las imágenes del video que muestran su forma de operar, contienen todo aquello que en un Estado de derecho se combate y en un sistema democrático se condena, pero sobre todo, lo que en una sociedad que quiere vivir en paz se repudia.

La embestida contra Gómez Leyva no se puede explicar como una más, porque debe implicar un punto de arranque para que se desplieguen acciones contundentes desde el poder público, en un contexto de violencia creciente donde las agresiones y las amenazas contra los periodistas, vivan donde vivan, trabajen donde trabajen, ya no pueden seguir siendo parte de la cotidianidad del país.

Es ahora, no otro día ni en otro momento, cuando el Gobierno federal y los de las entidades de la República deben empezar a garantizar la seguridad de todos los que se dedican a contar lo que sucede y entonces sí hacer realidad el derecho a la información. México requiere ya un cambio de paradigma en el tema de la violencia. Más allá de la urgencia de proteger a cualquier periodista en lo particular, el cambio al que se aspira tiene que pasar la prueba de garantizar la libertad de prensa. No hay otra alternativa ni hay más tiempo que perder.

*Abogado y analista político

12 de enero de 2023