El libro impreso no desaparecerá, a pesar de la tecnología: Federico Campbell Quiroz*
Periodismo

El libro impreso no desaparecerá, a pesar de la tecnología: Federico Campbell Quiroz*

En 2009 la ciudad de Tijuana entregó al escritor el reconocimiento como Creador Emérito de Baja California. En la víspera se le realizó esta entrevista radiofónica.

Jaime Chaidez

-¿Cuáles son sus emociones luego de ser reconocido como Creador Emérito de Baja California?

-Es una muestra de aceptación y como todo ser humano, aunque lo niegue por soberbia, tiene necesidad de ser aceptado y ser querido. Si este gesto viene de Tijuana para mí en lo personal es mucho más significativo que si fuera un reconocimiento de otra ciudad del país. Por carácter y modo de ser no estoy muy predispuesto a recibir cualquier cosa. Soy de los que nunca ha festejado su cumpleaños. Hay personas, la mayoría, que celebran su cumpleaños. Creo que somos los menos, que nunca hemos querido celebrar el día de nuestro nacimiento, yo soy de ésos, pero este año sí lo festejé.

Probablemente hay un cambio en mí que me dice que hay que aceptar el paso del tiempo y también hay que decir que si a uno le ha ido bien, se está agradecido con la vida. Francamente, no me puedo quejar, lo que he recibido de los otros, de los países que he visitado, de la gente que he conocido, de mi trabajo como periodista. Siempre ha sido recibir y recibir cosas buenas. Mi viaje a Sicilia en 1985 y conocer al escritor Leonardo Sciascia y el libro que escribí sobre Sciascia. Todo eso ha significado puras cosas buenas para mí. Todo lo que deriva de Sicilia y de Sciascia han sido cosas buenas, felices. Precisamente, hace un mes, recibí la invitación para ir a Madrid a un coloquio sobre fotografía y literatura. Eso se lo debo a Sciascia porque el fotógrafo que me invitó, Ferdinando Scianna, era muy amigo de Sciascia y compañero de él en la creación de varios libros de fotografías y textos sobre Sicilia. Creo que de muchos lugares, de muchas personas, salen gestos de afecto, reconocimiento y admiración y no puedo más que reconocerlo y eso me hace muy feliz.

-¿Cuándo fue la primera vez que fuiste a Europa?

-A los 20 años, en 1962. No tenía la mayoría de edad por lo que necesité un permiso de mi mamá para sacar el pasaporte.

¿Te llamaba la atención ir a Europa?

-Crecí con una obsesión, cuando yo estaba en la Prepa de Hermosillo en el año 57, 58, yo tendría 17, 18, 19 años, empecé a cultivar un gran deseo de conocer Europa. Creo que en gran parte por mi conocimiento de los escritores norteamericanos de la llamada «generación perdida» de los años veinte, particularmente Ernest Hemingway y Scott Fitzgerald. Esa generación vivió en los años veinte en París, y con ellos se juntó con otra admiración por Jean Paul Sartre. Después de la guerra, Sartre era la gran figura intelectual más leída del mundo, mi primer enamoramiento literario, asociado a la ciudad de París. Entonces, para ser escritor al menos en algunos miembros de mi generación literaria, conocer París era indispensable. No llegabas a ser escritor sino habías tenido la experiencia de París.

-La primera mitad del siglo pasado, los escritores y pintores siempre gustaban en estar en Montmartre.

-Sí, entonces yo crezco en esa época en la que hay la ilusión y el deseo de vivir en París, de recorrer las calles de París, como el caso de Julio Cortázar, que no sólo se fue a París sino se quedó allí toda la vida y existe una literatura latinoamericana escrita en español por latinoamericanos. Hay un cuento de Cortázar, de una ciudad imaginaria, donde el protagonista se mete al metro de París, en la estación Telegraph o Saint Michel y sale en una estación llamada Buenos Aires.

Entre los latinoamericanos siempre ha existido fascinación por París, por Francia. Una amiga italiana que vino a vivir a México decía: «ustedes los latinoamericanos y sudamericanos siempre tienen una ciudad favorita en Europa: Londres, Roma, Berlín, París, y muchas veces, los mexicanos no conocen El Tajín, Oaxaca, San Cristóbal de las Casas. A ella le caía un poco mal eso. En el mexicano siempre ha existido una tendencia a negar y desdeñar lo propio o privilegiar lo extranjero. Siempre lo extranjero es mejor.

-Viviste en España en algún tiempo.

-A finales de 1969, llegué a Barcelona procedente de Roma. Todavía existía la famosa estación de Francia en Barcelona, que luego desapareció. La estación Francia era mítica, asociada a la Guerra Civil Española. En Barcelona con muy poco dinero en la bolsa, empecé a trabajar como traductor para la editorial Seix Barral y allí hice amistad, aunque ya lo conocía, con Sergio Pitol. Y luego hice un libro de entrevistas con escritores españoles.

-Conociste en un avión a José Emilio Pacheco.

-Es una cosa muy curiosa porque José Emilio Pacheco vive en la misma colonia donde yo vivo en el Distrito Federal, y resulta que, con diez años viviendo en la colonia Condesa y nunca he visto a José Emilio Pacheco salir, en una esquina comprando un periódico o comprando cigarros.

-Lo que tú sí haces, tú vas al internet, a los cafés…

-Estoy más en los cafés que en mi casa, porque siempre le estoy sacando la vuelta a mi escritorio y a la computadora. José Emilio vive encerrado, no sé si es agorafobia, miedo a los espacios exteriores o multitudes. Sospecho que hay algo de eso. Pero también hay una pasión literaria en José Emilio, es un hombre absolutamente entregado a las letras. La última vez que lo vi fue en Bellas Artes, hace dos domingos. Antes lo vi en Culiacán y luego en Aguascalientes. Lo encuentro más en ciudades de la provincia que en la colonia Condesa. Además, es un hombre con un gran sentido del humor y está lleno de anécdotas.

Pero estaba hablando de Barcelona. Hice un libro de entrevistas con escritores españoles, tenía 29 años. Fue mi verdadera y muy personal escuela de letras porque yo no estudié en una escuela de letras. Aunque sí tomé clases en Filosofía y Letras en la UNAM. Ese libro fue para mí entrevistas de aprendizaje.

¿Fue tu primer libro?

-Sí, claro. Entre los 26 escritores españoles que entrevisté, sólo hice amistad con dos, con Manuel Vásquez Montalbán y Juan Marsé. En el libro incluí al poeta Félix Grande, a quien le tengo mucha gratitud, porque prácticamente me salvó de morirme de hambre. Una vez me mandó pesetas a Barcelona y yo tenía como una semana sin comer. Él estaba en Madrid, se enteró de mí situación de alguna manera. Me conmovió mucho ese gesto.

-Ejercer el periodismo ha costado la vida a muchos reporteros. Estamos ahorita en la infame lista de un país donde los periodistas han muerto casi a la par que en Irak, pero no tenemos una guerra como en Irak.

-Sí, incluso hemos llegado a tener más muertos diarios que en Bagdad. Siempre me he preguntado si realmente tiene sentido que un joven periodista arriesgue su vida para dar información, en un país donde el trabajo de ese periodista no le importa a nadie, mucho menos al gobierno. Una vez me preguntaron en Hermosillo qué les decía a los jóvenes periodistas sobre los riesgos, pero les dije que nada. Porque yo no doy consejos a nadie, pero les dije que no deberían seguir tratando temas porque nadie se los agradece. Mucho menos el gobierno, y lo sigo pensando.

-El reconocimiento que recibes mañana. ¿Es un agradecimiento? No siempre ocurre eso. Por eso merece celebrarse.

-Merece celebrarse, porque es reconocer valores aparentemente olvidados. Hay una serie de valores establecidos por nuestro tiempo, que la gente olvida de la cultura gráfica, como la escritura, los libros, las publicaciones, porque los medios audiovisuales sí alejan a las personas de la cultura gráfica. Entonces, cuando un Estado como el nuestro de Baja California se detiene a concederle valor a estas cosas y manifestar interés a través de un reconocimiento, un premio, quiere decir que se está reconociendo ese tipo de valores. Y eso desvanece el bombardeo abrumador diario de los medios audiovisuales en contra de la mente y los ojos de las personas. Creo que es como esas campañas a favor de la lectura, parecen muy ingenuas y parecen batallas perdidas de antemano, pero con eso sí se refrenda el valor de la palabra escrita, el valor del libro como el único instrumento para transmitir conocimiento, ideas, percepciones que hombres, mujeres, escritores, tienen del mundo, su ciudad y de su época. Creo que en ese sentido, el libro de papel no va a perecer nunca.

-¿A pesar de las amenazas de las nuevas tecnologías?

-Que no son amenazas, son otras formas. Por ejemplo, un libro también puede verse en pantalla como texto. No hay que olvidar que el internet es textual, es palabra escrita. Y toda la comunicación por pantalla y por la red, en gran parte es escrita.

-Sin embargo, no se compara, no hay enamoramiento al tocar el papel, de ver una portada nueva. La sensualidad del libro, el papel, el tacto y el olor, frente al mp3, como que surge la nostalgia. Eso no se hace con la computadora.

-Hay cosas inventadas hace muchos años y que aparentemente van a ser sustituidas por las nuevas tecnologías. Pero se ha visto que no, por ejemplo el reloj de manecillas es uno de los grandes inventos de la humanidad. Y hace 30, 25, 15 años que se trató de sustituírsele con numeritos electrónicos, y ahora todos los fabricantes de relojes han vuelto a las manecillas y a los doce números en el círculo. Lo mismo pasará con el libro, intentarán desaparecerlo con acciones como el libro electrónico que me parece un poco absurdo, pero nunca sustituirá al libro de papel, sobre todo cuando son nuevos. Huele muy bonito el papel y el pegamento, sobre todo del lomo.

*Entrevista realizada por Jaime Chaidez en 2009 en la ciudad de Tijuana, al darse a conocer que Federico Campbell Quiroz recibiría el reconocimiento como Creador Emérito de Baja California

17 de febrero de 2023