El periodismo militante no es útil a AMLO ni a México
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El periodismo militante no es útil a AMLO ni a México

Ivonne Acuña Murillo*

Desde el siglo XIX, en occidente, se reconoce a la opinión pública como observadora crítica de la política. Su origen, como fenómeno político-social, complejo propio de la Modernidad, se encuentra en la necesidad de limitar el poder del rey y en la conformación del Estado-nación. Dos siglos después, el “deber ser” crítico de la opinión pública sigue vigente y se ha extendido a toda aquella democracia digna de este nombre. La mexicana, por supuesto, no es la excepción, mucho menos durante un proceso de cambio de régimen como el que se pretende.

Antes de avanzar en esta reflexión, vale sostener que dos son las condiciones de posibilidad que permitieron la aparición de la opinión pública. Primera, la separación Estado-sociedad y la aparición de un espacio intermedio denominado, por Jürgen Habermas, “esfera pública”. Para el sociólogo alemán ésta se define como: “Un dominio de nuestra vida social en el que algo así como la opinión pública puede conformarse” (1989: 1). Concretamente, es un espacio, un lugar, que bien puede ser físico (el salón de clases, el mercado, la plaza pública, el jardín de la casa) o mediático-virtual (prensa, radio, TV, Twitter, Facebook, YouTube, Instagram).

Para Habermas, la esfera pública, ubicada entre el Estado y la sociedad, se forma ahí donde las personas privadas, convertidas en público, se reúnen para debatir de manera racional, libre y en condiciones de igualdad, temas de interés general.

La segunda condición de posibilidad es la aparición de la prensa escrita, de manera esporádica y local desde mediados del siglo XV y de forma periódica y extendida por Europa y América a partir del XVII. Poco a poco, los periódicos se convirtieron en el instrumento, el medio por excelencia para la transmisión de la opinión crítica que una nueva clase social, la burguesía, tenía acerca de cualquier gobernante y ya no sólo del rey.

A decir de Luis F. Aguilar Villanueva, el nacimiento de la opinión pública respondió a la necesidad de limitar las decisiones arbitrarias del rey. Hoy, ese potencial crítico se extiende a todos los regímenes democráticos o que pretenden serlo. Este “deber ser” de la opinión pública, teniendo como origen a la prensa escrita, se hace extensivo a todos los medios de comunicación, incluyendo las nuevas redes sociales. Sin embargo, los medios tradicionales y alternativos requieren de un tipo específico de profesionales para cumplir con su obligación de ofrecer información a la ciudadanía. Es aquí donde hace presencia una profesión que hereda la función de ser observadora crítica del poder, el periodismo.

Al igual que la opinión pública, el periodismo como hoy lo conocemos es producto de la Modernidad y del nacimiento de una nueva libertad, la de expresión, misma que puede ser inscrita como correlato de la libertad económica, propia del capitalismo. A la libertad de expresión se suman, siglos más adelante, el derecho a informar y ser informado, así como la profesionalización continua de la acción de investigar para informar.

Como es evidente, el periodismo desempeña un papel fundamental con relación al poder político. En una primera aproximación, puede ser definido como la actividad centrada en “recoger, redactar y difundir información a través de un medio de comunicación”; sin embargo, a decir del periodista y académico Omar Raúl Martínez Sánchez son las tareas que realiza quien ejerce esta profesión lo que mejor la define, a saber: describir la realidad o dar un recuento equilibrado y verdadero del diario acontecer; escrutar y evaluar las tareas del poder público para inhibir o eliminar sus excesos, deficiencias, tumoraciones o inercias…

(Además) proveer un foro para intercambiar opiniones, críticas y comentarios; generar y estimular el debate sobre asuntos públicos y contribuir a la toma de decisiones informadas; ofrecer espacios de opinión a los sectores diversos de la sociedad, en especial a los más débiles; presentar, clarificar y analizar las metas de la sociedad y el Estado; indagar y plantear la prospectiva de los asuntos públicos hacia el futuro a fin de prever o dar la voz de alerta en beneficio social; descifrar indicios, aportar significados y hacer comprender en torno a los hechos de trascendencia política, social, económica y cultural (2011: 23).

Hasta este punto, teórica e históricamente hablando es innegable el importantísimo servicio que desde el periodismo se presta a la sociedad, en especial a aquella parte que se preocupa por observar de manera crítica quien la gobierna, así como a la vida pública en su más extenso sentido.

Si la opinión pública y, por extensión, el periodismo, nacieron para limitar las decisiones del poder absoluto de los reyes, se entiende que dicha función no cambia al tratarse de mandatarios elegidos democráticamente y cuyo poder se encuentra acotado legalmente. Esto es, se dice que es tarea del/la periodista “incomodar a quien gobierna”, pero no en el sentido llano del término como la acción de enfadar o molestar, de “fregar por fregar”, se diría en palabras coloquiales, sino como una manera de “no dejar suelta/o” a quien ejerce el poder, administra recursos públicos, toma decisiones que afectan a millones de personas, y se vale de su poder para llevar a cabo aquello que asume, como el mejor de los proyectos.

Así planteado, la labor periodística no debería convertirse en una apuesta personal en favor o en contra de quien gobierna, sino en una postura ética, en la que de manera consciente se opte por ofrecer a la sociedad información, que de otra manera no obtendría, en torno al hacer de sus gobernantes, partidos políticos y representantes populares. Por supuesto, en el camino de este ideal las desviaciones se encuentran a la orden día y no falta quien ejerza el periodismo buscando un beneficio personal o favorecer a personajes o grupos, incumpliendo deliberadamente con su ética profesional y con el derecho de la gente a estar bien informada, a pesar de lo cual, dichas acciones no invalidan, en ninguna circunstancia, la función central del periodismo.

Una vez hechas las puntualizaciones necesarias, cabe preguntarse por la función que las y los periodistas deberían desempeñar en contextos donde se operan transformaciones de envergadura como un cambio de régimen político-económico como el pretendido desde la Cuarta Transformación (4T) con el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

¿Debería quien ejerce esta profesión tomar postura o mantenerse neutral, si es que algo así existe, respecto del proyecto de nación de la 4T? ¿Deberían los periodistas asumir un papel militante y defender a ultranza todo lo relacionado con el gobierno de la 4T como ha sugerido el propio presidente? o, por el contrario, ¿deberían cumplir con el carácter histórico-revolucionario de su profesión y observar de manera crítica a AMLO y su administración?, ¿Se puede ser periodista crítico y defensor de la 4T al mismo tiempo?, ¿qué utilidad tendría un periodismo acrítico militante para la sociedad y para el mismo López Obrador?

Para responder estos cuestionamientos es preciso partir del tipo de liderazgo gubernamental de López Obrador y desde ahí tomar nota de qué tipo de periodismo le sería de mayor utilidad, a él y a México.

AMLO es uno de los presidentes más fuertes que ha tenido México en su historia reciente. Lo es por ser el primer presidente, desde que existe un partido con influencia nacional (PNR, PRM, PRI), que genuinamente ganó a partir del sufragio popular, 53.19 por ciento de la votación total, lo cual se traduce en 30.11 millones de votos; lo es por el nivel de aprobación prácticamente constante que ha mantenido en los casi tres años de su gobierno, una vez descontado el precio por ser gobierno, pues en los primeros meses de su administración su nivel de aprobación llegó, en su punto más alto, a 85 por ciento (Parametría), de ahí ha llegado, en su punto más bajo a 54 por ciento (GEA-ISA).

Sin embargo, en promedio sus niveles de aprobación se han estabilizado en 62 por ciento desde febrero-marzo de 2020 (Oráculus), llegando incluso a alcanzar picos de 73 por ciento en julio de 2021 (Parametría); lo es por la rapidez con que su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), se ha convertido en gobierno en buena parte del país; lo es porque este mismo partido es primera fuerza, con posibilidad real de conformar mayorías, en el Poder Legislativo; lo es por su propio estilo personal de gobernar y aquellas acciones iniciadas por su gobierno y que han llevado a la centralización del poder, como la única apuesta real para poner en ejecución el proyecto alternativo de Nación.

Un mandatario de este corte precisa de un periodismo comprometido con la crítica positiva, aquella que permite corregir el rumbo en caso de desviaciones y seguir haciendo bien lo que va en ruta respecto del proyecto ofrecido. No puede ser de otra manera. Es obligación del/la periodista decir en voz alta a AMLO aquello que sus allegados no se atreven siquiera a susurrar por temor a contradecirle, enfadarle o perder el puesto. Por el contrario, un periodismo militante rendido al carisma, popularidad y poder de López Obrador sirve para plantar cara a ese otro periodismo que basa en la crítica destructiva su hacer profesional, incapaz de reconocer el más mínimo acierto por parte de esta administración, pero no es útil al Presidente en la medida que elogia sin analizar, aplicando el mismo rasero tanto a errores como aciertos.

Si el periodismo es crucial en toda democracia, su responsabilidad aumenta en tiempos de definición como los que se viven actualmente en México, siendo la revisión crítica de las acciones del gobierno el insumo fundamental de una sociedad atenta a evitar las deviaciones propias del poder. De la misma forma, el periodismo ofrece a quien gobierna, la posibilidad de mirarse desde afuera lejos de las adulaciones y la lambisconería inútil.

*Catedrática de la Universidad Iberoamericana y analista política

Referencias:

Aguilar Villanueva, Luis F. (1987), “Una reconstrucción del concepto de opinión pública”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Volumen 33, núm. 130, octubre-diciembre, pp. 97-128.

Jürgen Habermas (1989), “La esfera pública”, Universidad Diego Portales.

https://generaciondecontenidos.files.wordpress.com/2012/03/habermas-la-esfera-publica.pdf (última consulta 16 noviembre 2021).

Martínez Sánchez, Omar Raúl (2011), Semillas de periodismo. Ética, información y democracia, México, Universidad Autónoma de Nuevo León.

24 de diciembre de 2022