Estereotipos y perfiles: taxonomía del racismo en medios de comunicación
Comunicación

Estereotipos y perfiles: taxonomía del racismo en medios de comunicación

Ivonne Acuña Murillo*

A nadie sorprende la existencia del racismo en México. Tampoco que los medios de comunicación masiva recojan con sus lógicas y contenidos dicho racismo. No podía ser de otro modo. Quienes participan en medios como dueños, productores, creadores, directores de casting, buscadores de talento, periodistas, comunicadores, actrices, actores, difícilmente dejan fuera sus prejuicios al momento de decidir quién tendrá un lugar en sus espacios. Tampoco los dejan de lado quienes, como usuarios, opinan, crean y/o comparten contenidos.

El que alguien aparezca o no en medios, depende de los intereses comerciales de quienes asumen que ciertos personajes son más exitosos que otros. Impacta también, en la selección de temáticas, actores e interlocutores, el perfil de las audiencias a quienes se quiere llegar y, en este sentido, tienen más peso aquellas que representan un mercado potencial para lo que los mismos medios y sus patrocinadores quieren vender.

Esto es, una serie de intereses comerciales organizados en función de clase social, sexo-género y, por supuesto, raza, inciden en aquello que desde los medios se muestra a la sociedad.

La división en clases sociales, baja, media, alta, se relaciona directamente con lo que se ha llamado “raza”, de manera que, por lo general, la gente más pobre o de escasos recursos es agrupada en la clase baja a partir de ciertos rasgos físicos como piel y cabello oscuro, estatura media, rasgos faciales indígenas o negros. Además de ciertos hábitos, costumbres, valores y normas cercanos a una profunda religiosidad popular.

De manera inversa, quienes pertenecen a clases más favorecidas tienen, por lo regular, la piel clara o “más clara”, el cabello rubio o más castaño que negro, mayor estatura, rasgos más parecidos a los de los europeos; una mejor educación formal, medios y altos salarios; costumbres, valores y normas más cercanos al mundo del consumo.

Por supuesto, esta es una simplificación enorme de un fenómeno muchísimo más complejo. Sin embargo, sirve para fijar en la mente imágenes que permitan hacer un repaso de los contenidos y personajes que cotidianamente aparecen en los medios tradicionales y en las redes sociales.

Pero ¿qué es el racismo? Se origina en el término “raza”. En el sitio National Human Genome Research Institute (NIH), se afirma que este concepto se utiliza para “identificar a las personas de un grupo que comparten un conjunto de características visibles, como el color de la piel y rasgos faciales”.

Hasta aquí, no hay un juicio de valor que permita identificar los prejuicios que acompañan esta conceptualización. De hecho, es ostensible una apreciación de tipo estadístico a partir de la cual se puede sostener que la humanidad, que es sólo una, puede dividirse en varios tipos partiendo de características biológicas, las cuales pueden ser asociadas con criterios de orden social.

La costumbre de dividir a las personas en grupos no es nueva. Ya en el Antiguo Egipto, en el texto sagrado Libro de las puertas, se encontraban cuatro categorías reconocibles: “egipcios”, “asiáticos”, “libios” y “nubios”.

En la Edad Media, dicha necesidad encontró en la Biblia los elementos para separar a los humanos en grupos reconocibles. La progenie de Noé fue el criterio. Sem, Cam y Jafet, fundaron tres ramas de las que se derivaron los pueblos semitas (asiáticos), camitas (africanos) y jafetitas (europeos).

La idea nació primero y el término después. Es hasta el siglo XVI que “raza”, del francés race, se vuelve notorio. Se cree que ambos vocablos, “raza” y “race”, podrían tener como origen el término italiano razza y este derivarse a su vez de la palabra árabe “rã’s” (ررر ), traducida como “cabeza”, “inicio” u “origen”.

No es fortuito que el siglo XVI marqué el inicio del uso de este concepto, teniendo en cuenta la expansión colonialista europea que llevó a distinguir a un grupo humano de otro y a justificar, en términos morales, que uno de los dos colonizara, esclavizara, explotara, controlara, tutelara y, en algunos casos, exterminara al otro.

El contexto ha cambiado, sin embargo, la utilización del concepto “raza” y sus implicaciones persisten a pesar de que se prefiera usar el término “etnia” para marcar, sin juicios de valor, las diferencias en términos culturales y lingüísticos, más que a partir de criterios biológicos que terminan asociados con ideas de inferioridad y superioridad genética, mismas que derivan en el fenómeno ideológico conocido como racismo.

A este fenómeno acompañan el odio, el temor, el rechazo de aquel grupo humano que se considera diferente. La discriminación, la exclusión y la negación de derechos, son también partes constitutivas de este.

Los medios no son la excepción. En estos, los “estereotipos”: hombre-mujer, rico-pobre, honrado-ladrón, violento-pacífico, educado-grosero, sofisticado-naco, trabajador-ama de casa, hombre-gay, mujer-lesbiana, victimario-víctima; y los “perfiles”: comunicador, conductor, líder de opinión, camarógrafo, técnico, explicador del tiempo, componen la taxonomía racial, a partir de la cual los medios reproducen, una y otra vez, las clasificaciones sociales que ponen a unas personas por encima o por debajo de otras.

Sirvan tres ejemplos

El primero es el de la actriz Yalitza Aparicio, quien saltó a la fama por su actuación en la película Roma, de Alfonso Cuarón. Su nominación como actriz de reparto en los Premios Óscar, despertó toda clase de reacciones. Las de reconocimiento y orgullo de que una actriz mexicana fuera nominada y las de rechazo a partir de suponer que el papel desempeñado en la cinta, empleada doméstica, se correspondía a la perfección con su origen indígena y el lugar que la sociedad ha reservado para las mujeres de este grupo social, sin tener en cuenta la preparación de Yalitza ni su trabajo como docente.

No se hicieron esperar los comentarios racistas, tanto de actrices como de actores, denostando a Yalitza y su actuación. Entre estos, se viralizó en redes sociales la opinión de Sergio Goyri quien, sin saber que estaba siendo grabado por su pareja, expresó “Que metan a nominada a una pinche india que dice ‘sí señor’, ‘no señor’, ‘sí señora’, ‘no señora’”.

El segundo es otro actor, Tenoch Huerta, quien ha destacado por su personificación del narcotraficante Rafael Caro Quintero en la serie “Narcos: México”, de Netflix (2018), así como por su participación en películas como Nesio (2008), en el papel de un pandillero homosexual; Cloroformo, como boxeador, Colosio: El asesinato, como investigador (2012), El charro misterioso (“Mexican gánster”) (2013), como Alfredo Ríos Galeana, un asaltabancos, entre otras.

Tenoch Huerta.

En los últimos meses ha cobrado más notoriedad por su postura en torno al “racismo”, expresada en una serie de entrevistas y en el video de YouTube, titulado “El racismo que México no quiere ver”. En este, habla de su propia experiencia como actor: “Alguna vez yo le pregunté a un (…) amigo que trabajaba en una castinera ¿por qué siempre me llamaba para hacer el casting de jodido, sufrido, ratero? Yo le dije: siempre me estás llamado para esto y (…) soy de los pocos actores que tiene dos carreras (…) Periodismo de la UNAM y además la carrera como actor (…) Y me dijo: Pues porque es lo que te piden. Es porque eres moreno (…) ¿Sabes cuántas veces te he propuesto para que seas el chavito fresa (…) el universitario (…) el junior? Miles (…) Pero me dicen: ‘híjole no, es que se ve muy mexicano’, pa’ no decir está muy prieto ¿no?” (acotó Tenoch) (…) ¿Sabes cuántas veces he propuesto a actrices o actores de piel blanca, para que sean el del barrio (…) el ratero (…) el violador (…) el pederasta? Miles y me dicen no. ¿No te da la idea de que se ve muy bien, como muy fresita?’. Y, me quedé con la boca abierta”, concluyó el actor.

El tercero, en un ámbito diferente al mundo de la actuación, es el del académico y analista Gibrán Ramírez, militante de Morena.

Como en el caso de Yalitza y Tenoch, llama la atención que las descalificaciones provengan de su mismo medio. De manera insólita, el historiador Alejandro Rosas lo comparó en Twitter con una “cabeza olmeca”. En el tuit, la imagen que acompañaba la expresión “La más reciente de las cabezas colosales” se componía de una superposición de la foto de Gibrán y uno de estos vestigios indígenas.

En el exceso, el comunicador Pedro Ferriz de Con, durante su programa en vivo, respondió al comentario hecho por un radioescucha sobre la posibilidad de debatir con el politólogo Ramírez: ¿Tú crees que, en pleno uso de mis facultades mentales, me voy a poner a discutir con Gibrán? Hasta entre los perros hay razas diversas. Hay unos perros que los agarras de aquí… que tienen tan poco pedigrí que todavía no los tocas y ya están chillando. Hay otros llenos de pulgas”.

Bastan tres ejemplos para mostrar como los estereotipos y los perfiles forman parte de la taxonomía que convierte a los medios de comunicación en reproductores permanentes del racismo en México.

*Catedrática de la Universidad Iberoamericana.

Publicado en la edición #251 de revista Zócalo (enero 2021).
22 de enero de 2021