Julian Assange, un retrato
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Julian Assange, un retrato

Julian Assange no tiene un hogar fijo. Vivió en hoteles, aeropuertos y departamentos de admiradores o de “amigos de los amigos”. Paradójicamente, la libertad condicionada que le otorgó un juez británico en diciembre, detuvo de golpe sus vertiginosas andanzas de fugitivo cibernético.

Elvira García

Hasta la tarde del 15 de diciembre, Assange permanece en la mansión de un millonario, un jubilado colega suyo, en Suffolk, al sur de Inglaterra. Ahí se quedará buena parte de enero, fecha en que se prevé se llevará a cabo el juicio de extradición a Suecia. Nada cambió para Julian. Antes de la persecución en su contra era común que -si traía entre manos una bomba informativa alquilara temporalmente una casa en algún sitio de Europa.

Así ocurrió en abril del 2009, en Reykjavik, capital de Islandia. Se trataba de poner en marcha el “Proyecto B”. Se presentó como un periodista que cubría la erupción del volcán Eyjafjallajökull, rentó una extraña casa del siglo XIX, la que convirtió en el “cuarto de guerra” para él y su reducido equipo de activistas islandeses. Ahí conoció y analizó el video de 38 minutos que lanzó después al ciberespacio por WikiLeaks, en el cual se registró la matanza que en 2007 perpetraron tropas estadunidenses contra al menos 18 civiles iraquíes y dos periodistas.

El hacker adolescente

Julian Paul Assange nació en Queensland, Australia, el 3 de julio de 1971. Viene de una familia de libre pensadores y bohemios. Desde adolescente, Assange fue crítico de la manipulación y las medias verdades que difundían los periódicos. Él mismo lo confesó en su carta “La verdad siempre triunfará”, que difundió horas antes de ir a la cárcel: “Crecí en una población rural, donde las personas decían sin cortapisas lo que sentían.

Desconfiaban del gobierno como un ente que podía corromperse si no se le observaba con atención”. Muchos lo consideran un niño prodigio, otros un imbécil o un ingenuo que se pone con “Sansón a las patadas”. A los catorce años se apasionó por la informática. A los diez y seis sabía ya cómo encontrar documentos secretos. A los diez y siete era un hacker de alto grado. En esa época, según reportó Anne Marie Mergier en Proceso, “la actividad favorita de Assange era inmiscuirse en el sistema electrónico ultra protegido del Ministerio de Defensa de Estados Unidos”.

Julian Assange - Wikipedia, la enciclopedia libre

Era retador del establishment desde púber: Julian dejaba huella de su visita con un mensaje sarcástico en los sistemas que hackeaba. Silencioso, solitario y de inteligencia privilegiada, parece que inspiró al escritor sueco Stieg Larsson, para su best-seller mundial: Los hombres que no amaban a las mujeres, cuyo personaje principal es un hacker, una mujer silenciosa que desde la soledad de su cuarto penetra las entrañas de las instituciones suecas. Cuando estudiaba la carrera de informática, Assange estuvo a punto de pisar la prisión de su país en más de una ocasión, por entrar a los sistemas de poderosas empresas australianas.

Antes de crear su polémico portal, trabajó para una firma de seguridad informática. A los 35, mandó ‘al diablo’ ese empleo y fundó WikiLeaks, y definió su misión así: “Es un servicio público multi-jurisdiccional diseñado para proteger al que revela y entrega información, a periodistas y activistas que tienen materiales delicados y necesarios de comunicar al público».

Desde que en 2007 se mostraron al mundo documentos extraídos ilegalmente del Pentágono, Julian aprendió a moverse con sigilo, a comunicarse en clave por teléfonos celulares que cambia continuamente y a identificar a sus colaboradores con una letra del alfabeto. Assange es considerado un periodista libertario, un maestro de la informática que vislumbró los alcances de internet e hizo estudios profesionales para saberlos usar al máximo.

También es un anacoreta. Como escribió Raffi Khatchadourian para New Yorker, Julian “vive y duerme en aeropuertos y no tiene una oficina con escritorios, sillas, computadoras y empleados”. Él no necesita de eso: posee más de 20 servidores repartidos por el mundo y varios dominios en la red, además de miles de colaboradores gratuitos en el planeta. Hasta hace poco, tenía cinco socios que trabajaban tiempo completo, pero hoy algunos lo han abandonado. Lo tachan de soberbio, mesiánico y protagónico. Conforme publicaba más filtraciones en Wikileaks y en los medios asociados, Assange desarrolló la habilidad de un pez para huir y la cualidad de un cangrejo para guardarse en su caparazón.

No era para menos. Él supo que la Interpol emitió una ficha roja y que en Estados Unidos lo quieren preso. En la carta que redactó antes de entregarse, dijo: “Se me ha acusado de traición, aunque soy ciudadano de Australia, no de Estados Unidos. En Estados Unidos se han hecho docenas de llamados en serio para que las fuerzas especiales me ‘liquiden’. Sarah Palin dice que debo ser ‘cazado como Osama Bin Laden;’ en el Senado hay una iniciativa republicana con el fin de que se me declare ‘amenaza internacional’ y se disponga de mí en consecuencia.

Un asesor de la oficina del primer ministro canadiense ha convocado por televisión nacional a que me asesinen. Un bloguero estadunidense ha pedido que secuestren y lastimen a mi hijo de 20 años, aquí en Australia, por ninguna otra razón que para hacerme daño”. La utopía de Assange parece estar llegando a su fin. El joven rubio registró WikiLeaks tanto en Suecia como en Islandia, ya que en los dos países hay una legislación avanzada en defensa de la libertad de expresión. Y creyó que Suecia o Islandia lo protegerían y defenderían.

Pero el miedo de Estados Unidos y sus aliados va en sentido contrario del sueño de Assange de usar las tecnologías de internet para nuevas formas de desentrañar la verdad y mostrarla al mundo. Cuando lo clasificaron como el enemigo público número uno en Estados Unidos y los medios allí lo llamaron “traficante internacional de información”, Assange vivió gastando adrenalina a lo bárbaro y acumulando cada día más admiradoras: dos de ellas tuvieron sexo con él en distintos momentos y luego alardearon por la red de esos encuentros.

Hoy Julian sabe que actuaron con perfidia. Según escribió Irene Selser en Milenio Diario, “nuevas pistas muestran que en ese mismo agosto (2010) Assange le dijo al diario sueco Aftonbladet que fue advertido de “trucos sucios” que el Pentágono podía usar para destruirlo, incluso “trampas de sexo”. Julian Assange, que estuvo preso en Wandsworth, la misma cárcel que pisó Oscar Wilde en el siglo XIX, se ha convertido en un emblema planetario de la lucha por la libertad de expresión. Y así como acumula admiradores, otros tantos son sus detractores. Éstos lo consideran frío y creen que actúa con puño de hierro. Dicen que sabe usar su voz de tenor, modulándola con pausas dramáticas.

Time reprodujo un diálogo que Assange sostuvo en línea con un activista islandés. Cuando éste lo cuestionó por las filtraciones, Julian le dijo: “No me gusta tu tono, si sigues así, estarás fuera del chat”. Time asevera que Assange se considera indispensable en WikiLeaks, pues le dijo al activista: “Yo soy el corazón y el alma de esta organización, su fundador, filósofo, portavoz, codificador original, organizador, financiero y todo lo demás”. En otra ocasión, durante una entrevista televisiva con CNN, en julio pasado, Assange no permitió que le preguntaran sobre la acusación por violación y abuso sexual.

Según una nota de CNN, Assange -quien llegó con un séquito que incluía un camarógrafo que registraba todo lo que él hacía-, se molestó con la periodista, y le espetó:

“Esto es completamente repugnante. Voy a dejar la entrevista si usted sigue preguntando eso, en lugar de que hablemos sobre los supuestos daños que he causado a las personas con la revelación de documentos en WikiLeaks.”

Cuando la reportera insistió en hurgar la intimidad de Assange, él se levantó y se fue, ante el asombro de todos.

10 de diciembre de 2021