La estrategia discursiva de la reforma energética de 2013: Complejos ideológicos detrás de la comunicación política
Comunicación Política

La estrategia discursiva de la reforma energética de 2013: Complejos ideológicos detrás de la comunicación política

Axel Velázquez Yáñez

El 22 de abril del año en curso, el mismo día en que se aprobó la Ley de Hidrocarburos impulsada por el actual gobierno, se celebró a distancia el examen de grado en el que se sustentó la investigación titulada La estrategia discursiva de la reforma energética de 2013:

Complejos ideológicos detrás de la comunicación política, en el marco del Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Días después, en la radio una conocida periodista y un distinguido médico relataban la dinámica actual de los países fabricantes de vacunas contra el Covid-19: las acumulan y, una vez que se saturan de las mismas, las dejan fluir hacia el resto del mundo.

En conjunto, comentaron que ser productores de nuestras propias vacunas es un tema de soberanía nacional, en el cual no aplica el criterio de ponderar si el costo de producción hace más sencillo simplemente ser compradores.

Sin restarles razón, me cuestioné si notaban la relevancia de lo que acababan de decir, pues durante 30 años, la lógica neoliberal alejó a especialistas y comunicadores de ese tipo de reflexiones. Tanto así, que aún en ese momento les fue imposible admitir que eso aplicaría también a la soberanía energética, por ejemplo.

Todo ello, en el marco de la aprobación de una Ley de Hidrocarburos que pretende recuperar el control estatal del sector energético y, en los hechos, favorecer a Pemex frente a sus competidores.

Dicha aprobación no estuvo acompañada de una amplia campaña de comunicación, ya sea porque la pandemia ocupa buena parte de la agenda pública, por un modelo original de comunicación política por parte del actual gobierno que así lo previó o por una mayoría legislativa que no lo requería.

Ese no fue el caso de la reforma energética previa, la de 2013, en la cual el gobierno del entonces Presidente Enrique Peña Nieto gastó alrededor de 250 millones de pesos para promocionarla, tan sólo en el periodo entre la firma de la iniciativa y su aprobación, de agosto a diciembre de ese año(1).

De esos mensajes en medios, la Secretaría de Energía enlistó en primer lugar cinco spots televisivos, cada uno con un costo de $7.3 millones. El primero de ellos, incluyó el uso de la figura del general Lázaro Cárdenas para promocionar una medida que, en los hechos, revertiría el legado de la Expropiación Petrolera que encabezó.

El resto de mensajes coincidían en formato, mas no hacían referencia al mismo personaje ni contenían la misma contradicción, sino que cada uno construía su propio relato para apelar a una especie de sentido común respecto a la conveniencia de la reforma.

Entonces hubo que enmarcar esos mensajes desde la teoría, como un discurso que respondía a una intención desde el poder. Se concluyó que esa contradicción observable en el primer mensaje, estaba presente en el resto, aunque de manera menos explícita.

El mayor fracaso del sexenio de Peña Nieto fue la Reforma energética

Se trataba entonces de un conjunto de versiones a veces contradictorias del mundo, que sirven a quienes gobiernan en lo político y lo económico, tanto para sus propios intereses, como para conservar el orden social. Es lo que Hodge y Kress (1988) conceptualizaron como “complejos ideológicos”.

El concepto deriva de la idea de que quien tiene poder en un país como México, emplea tácticas de la complejidad, aun sin una teoría explícita al respecto, como consecuencia lógica de una interacción que ya no es del todo vertical con quienes se le resisten o con quienes debe convencer.

Para llegar al mismo, se retomó de entrada el concepto de ideología, pero concebida como una reserva discursiva (Ferguson, 2007), a la cual recurren individuos en cualquier situación de construcción de significado.

Si bien hay disenso entre autores respecto a si todo discurso es ideológico, se encontró un consenso respecto a que, si hace sentido identificar la ideología en un discurso, es en el del poder, mismo que entra en una categoría más amplia que es el discurso político. Dentro de ese tipo de discurso, se propuso el concepto de spot político gubernamental, en
respuesta a la necesidad de caracterizar un mensaje que no es sólo informativo, sino que ocurre en el marco de una contienda política y utiliza un lenguaje propio de la mercadotecnia política, aunque no promociona de manera explícita ningún candidato o partido.

Además, se profundizó en la manera como esos mensajes desde el poder tienen consecuencias materiales. Para entender cómo es que tuvieron sentido en el momento de su emisión, hubo que contextualizarlos. De entrada, una revisión diacrónica de la evolución de la ideología oficial respecto al sector energético permitió identificar cuatro etapas decisivas en el cambio de posición desde el poder: la expropiación, el auge petrolero, la etapa neoliberal y la transición. Se analizaron los discursos más característicos de dichas etapas.

Después, se contextualizaron de manera sincrónica los spots a analizar. Desde el regreso del Partido Revolucionario Institucional, como paradójica oportunidad para reformar, hasta la llegada de la Cuarta Transformación y su propia concepción del tema. Se revisó el “Pacto por México”, las implicaciones de la reforma y los costos de la estrategia de comunicación en su conjunto.

Fue entonces que ya se hizo un primer acercamiento al corpus de análisis mediante la exposición de guiones gráficos de los spots. Además, se presentó la metodología a emplear. Una perspectiva multimodal que permitió entender que en un discurso de tales características hay varios elementos (verbales, visuales y sonoros) significando al mismo tiempo, más no basta con separarlos y enlistarlos, sino que se tiene que interpretar cómo es que en conjunto construyen acciones, referencias y, por supuesto, complejos ideológicos.

Al final se expuso de manera amplia lo encontrado con las categorías aplicadas desde esa perspectiva multimodal. Resaltan los complejos ideológicos identificados en los spots que compendiaron la estrategia discursiva de la reforma energética de 2013:

El nacionalismo (la utopía cardenista), la modernización, la economía familiar y la sustentabilidad.

Mucho se pudo concluir respecto a todo lo abordado, a continuación, se comparten tres aspectos que resaltan. La campaña fue tan acertada en adelantarse a los posibles argumentos y referentes de la oposición, que se ganó el apoyo de los grupos que empujaron la reforma sin mayor desgaste en la relación con la mayoría de la población.

Fue posible ofrecer sin sustento porque no se trató de presentar datos duros, sino de establecer comparativos simples (mostrar cómo Estados Unidos explotaba mucho más las reservas compartidas con México de petróleo y gas) que llevaran a la conclusión de que con la reforma se podría explotar más y eso traería más ingresos y bienestar.

No se discutió el concepto de privatización, no se estableció por qué podría considerarse como tal la reforma o no, simplemente se negó. Tampoco se profundizó en el modelo de país del cual era consecuencia. Así, se abrió el sector energético al capital privado y extranjero sin que la estrategia que lo legitimó hablara de ello(2).

(1) Eso, sin contar los 300 millones de pesos de “subvenciones extraordinarias” para los grupos parlamentarios que aprobaron la reforma. Además, durante 2014 se gastaron 353 millones de pesos más para la publicación de inserciones y la transmisión de spots en radio y TV de una segunda etapa de promoción de la reforma.
(2)La investigación completa se puede encontrar en el catálogo de TESIUNAM. Ferguson, R. (2007). Los medios bajo sospecha: Ideología y poder en los medios de comunicación. España: Gedisa. Hodge, R. y Kress, G. (1988). Social Semiotics. Estados Unidos de América: Cornell University Press

9 de junio de 2021