La guerra en Ucrania: censura, desinformación y percepciones
Hemeroteca, Principales

La guerra en Ucrania: censura, desinformación y percepciones

Tanius Karam

A partir del 24 de febrero, cuando Rusia invade su país vecino, la agenda mundial se ha volcado para los detalles de la guerra y con ello un nuevo despliegue de los medios para difundir y hacer creíbles sus relatos, en un entorno tan complejo como el actual conflicto.

Junto a las imágenes de explosiones, tanques y armas, vemos también imágenes y relatos de la huida de civiles, la acogida de países vecinos (de manera particular Polonia), así como el mar de declaraciones de líderes, presidentes y funcionarios de la Unión Europea. Dentro de la macronarrativa informativa bélica, leemos y vemos las historias de las decenas de mexicanas que vivían en aquel país; las misiones del gobierno mexicano por repatriar a ciudadanos mexicanos. En el caso de la televisión mexicana hemos observado, súbitamente, que cualquier opinador se ha convertido en especialista de geopolítica o política internacional para comentar sobre la guerra y su contexto, dando por resultado un enjambre de opiniones y juicios de distinto nivel de análisis.

Este triste marco nos sirve para reflexionar sobre los modos de construcción de información, el papel de los medios masivos y las características particulares que la información, las redes sociales y los discursos están teniendo en esa otra batalla que se libra, ubicada en el concepto de guerra híbrida que es de estrategia militar, donde se usa cualquier clase de medios o procedimientos, incluido el empleo de tecnologías, influencia de noticias falsas, diplomacia, guerra jurídica y donde la influencia sobre la población resulta fundamental. Y en este caso tenemos al agresor justificando la responsabilidad del ataque y sus consecuencias, y el agredido haciendo uso de cualquier medio ante la clara asimetría entre el ejército invasor y la resistencia local.

En la narrativa de la guerra en Ucrania, claramente se ha instalado la figura de un héroe contemporáneo, el actor Volodímir Zelensky, reflejo de las dinámicas en nuestra cultura audiovisual y las dinámicas entre el mundo de la ficción y el de la política. Recientemente, Netflix ha vuelto a lanzar la famosa serie “Servidor del Pueblo”, que lo llevó de la pantalla a la presidencia y que hoy es vista nuevamente por millones, no tanto por conocer la historia de Ucrania, como de conectarse con el personaje que aparece ataviado nuevo líder global de la resistencia contra la invasión rusa, que hace unos días hizo llorar en un videoconferencia a los congresistas del Capitolio estadounidense.

Por otra parte, el férreo presidente Vladimir Putin, viejo personaje a veces más odiado que estudiado y sobre el cual también han circulado noticias, que pueden rayar en lo “simpático” si no fuera por las consecuencias de la invasión, en el sentido de que el comité internacional de Taekwondo retiró la cinta negra al presidente ruso, o bien, la declaración del billonario Elon Musk retando a un combate de lucha libre al mandatario.

A este escenario habría que añadir el papel particular de las redes sociales que ofrecen sí una densidad audiovisual, pero a la que se añaden otros rasgos: el “tiempo real”; el dramatismo del microrrelato; las posibilidades para el periodismo ciudadano; el testimonio-en-directo; la apertura en versiones y contraversiones, entre muchos otros usos que se exacerban en tiempo de guerra, y que de hecho estas redes no sustituyen a los medios convencionales, sino que éstos se alimentan de aquéllas. De manera adicional cualquier usuario puede particularizar sus rutas de acceso a la información vía YouTube. Por ejemplo, podemos decir formas de organización que nos permite esta plataforma y de sus agentes transmisores (cadenas, influencers, analistas, conductores) que ayudan a una mirada distinta al flujo de los informativos diarios.

Aunque la guerra que estamos viendo en las pantallas corresponde a una visión principalmente occidental de las cadenas europeas y estadounidenses. Así, es posible ver en los canales de BBC, RTV, DW, TV France, sumarios y mesas redondas, aspectos específicos o en algunos casos la transmisión en vivo de algún canal de noticias. Todo lo anterior marca una de las muchas diferencias de lo que han sido otras guerras recientes, sobre todo el uso de redes sociales. Quizás el primer caso emblemático, la “Primavera Árabe”, la toma de los Talibanes en Afganistán.

En todo caso, cualquier ejercicio de análisis demanda una idea de complejidad, con varias perspectivas —las de las partes en conflictos, así como sus aliados— que deben ser confrontadas, para luego aspirar una síntesis que permita tener mayor acercamiento a las causas, hechos, y las motivaciones. En la actual guerra en Ucrania, si bien hemos tenido acceso a mucha información, en el fondo las perspectivas que circulan son pocas porque no se divulga, por ejemplo, las perspectivas de medios locales (de oficiales a independientes en el caso de Ucrania), así como tampoco escuchamos a sus intelectuales, líderes de opinión. En el caso de Rusia, el acceso y la perspectiva parecen más reducidos aún.

En tiempos de guerra es imposible saber y conocer muchas cosas, por ello aun cuando existe una necesidad de entender, resulta difícil acceder a distintos enfoques y superar las narrativas simplistas de “buenos” contra “malos” donde claramente Zelensky sea el “bueno” y el imbatible presidente ruso el “malo”, sin que ello suponga dejar de sentir una gran simpatía por el actual presidente ucraniano, la resistencia que está enfrentando su pueblo, o la solidaridad de miles de combatientes internacionales que han decidido sumarse a las milicias ucranianas.

Guerra…de censuras

Se ha difundido que el gobierno está censurando a sus medios. Al parecer en estos días se ha prohibido el uso de términos como “guerra”, “ejército ucraniano” o “invasión”, los que no se puede utilizar, bajo amenaza de bloqueo. La internacionalista española María José Pérez (en el sitio independiente https://theconversation.com) señala que los medios rusos no están emitiendo imágenes de Ucrania, como no lo han hecho de hospitales rusos durante la pandemia, que aparece un poco ajena a la realidad del ciudadano. Para definir la invasión se ha usado el nombre de “operación militar para desnazificar” al país, y proteger a la población rusa en Ucrania de “genocidio”, por ello en algún eufemismo de Putin se ha utilizado también el nombre de “operación de paz” para justificar la invasión.

Uno de los medios rusos independientes “TV Rain” suspendió sus transmisiones el 3 de marzo, y terminó con un llamado de “No a la Guerra”. De manera adicional, las sanciones que muchos países occidentales envalentonados declaran contra Rusia, van también al campo de los gigantes tecnológicos y bancarios, de esa manera diversas corporaciones de Estados Unidos. —Google, Amazon, Visa— han restringido sus servicios en Rusia, y han prohibido la operación de empresas de redes sociodigitales como Facebook.

La pugna de versiones no puede ser más evidente. Para algunos medios occidentales las agencias de información rusas como Russia Today (RT) o Sputnik difunden contenido tóxico y por eso han justificado la suspensión de sus transmisiones. Ante la amenaza del Kremlin para quien viole los códigos de manejo de información que ha impuesto, varias agencias europeas y estadounidenses han retirado a sus corresponsables en Rusia. En suma, una incomunicación de doble vía que restringe las posibilidades de conocer versiones de los hechos, lo cual parece ingenuo pueda pasar en tiempos de guerra.

Algunos medios o canales generan sistemas alternativos para poder difundir sus mensajes. Por ejemplo, el 11 de marzo YouTube bloqueó RT en español y también al canal hispano-ruso “Ahí les va” conducido por Inna Afinogenova. Si bien la conductora había advertido días antes de su posible cierre de RT y de su canal, para ello generó un canal alterno en Telegram (que al momento tiene más de 138 mil seguidores) donde actualiza su perspectiva y donde como en toda red, es posible conocer las reacciones de seguidores, que en este caso denuncian la censura de los medios occidentales.

Uno de los intentos para combatir la censura más difundido fue el de Marina Ovsianikova, editora del Canal 1 de televisión rusa, la periodista de la televisión pública y editora de la sección internacional, quien el pasado lunes 14 de marzo apareció en la emisión del noticiero nocturno “Vremya” gritando proclamas y presentando un cartel contra la guerra. Las reacciones en Twitter han sido diversas: desde la mayoría que reconoce la gran valentía de Ovsianikova, hasta algunos usuarios que han señalado la posible falsedad de la imagen y que se pudo haber tratado de un montaje del gobierno ruso para mostrar que sí respetan la libertad de expresión; según estos usuarios la imagen no pudo ser cierta porque ¡no existen noticiarios en vivo en la programación rusa! (información que no nos fue posible verificar). En todo caso, de acuerdo con las informaciones, Ovsianikova pagó una multa de 250 euros, parecería un castigo muy menor al esperado dentro del régimen autoritario que ha estado prohibiendo cualquier tipo de manifestación en las calles de su país contra la guerra.

Redes sociales, ¿cambio en las percepciones?

Sin duda una primera diferencia que hemos podido ver en esta guerra son los recursos tecnológicos desplegados por los mediadores. Es cierto que la tecnología audiovisual permite tener información que antes era de difícil acceso, como ahora podemos ver a través de satélites, drones, pero siempre hay la facilidad de cualquier usuario para manipular imágenes. También algunos medios han incorporado el sistema de verificación de datos como herramientas valiosas.

Sin duda, y una diferencia fundamental de lo que fueron las dos guerras del golfo contra Irak, es lo que las redes sociales (Twitter, TikTok, Instagram) le pueden hacer a la difusión de información y a la relación que estos contenidos tienen con los medios convencionales. Estas redes tienen un uso que puede ser virtuoso cuando facilitan la difusión de imágenes, hacen que cualquier ciudadano se pueda erigir en reportero para dar cuenta de lo que sucede en su entorno, o bien tener acceso a lugares donde las cámaras de la televisión no siempre llegan (refugios, rincones, lugares menos poblados).

Un ejemplo es el caso de la tiktokera ucraniana Dzvinka Hlibovitska, de 18 años, que antes de la guerra hacía videos de musicales, y ahora documenta su vida en tiempo de guerra, en refugios antibomba, lo que sin duda hace que tengamos otra percepción de la guerra, de la manera como trastoca la vida cotidiana y nos da una sensación de mayor cercanía a la generada por la televisión convencional. TikTok se usa de forma masiva para contar y ver historias de la guerra. Para bien o para mal, TikTok se ha convertido en una alternativa para informarnos sobre la guerra. En el caso de Hlibovitska, ella es consciente de que en una guerra no todo es cuestión de armas y balas, así ella asume su papel como una motivación para que su país gane la batalla informativa.

Ahora bien, no todas estas posibilidades son virtuosas y es posible también ver a usuarios de esta red que la usan para manipular o sacar algún beneficio, como quien simula estar bajo un bombardeo mientras piden dinero o supuestas donaciones a las víctimas. Y esto porque hay que recordar que los videos en TikTok no son monitoreados ni verificados por ninguna instancia. El contenido puede no mostrar la realidad y TikTok no va a eliminar la información errónea.

Tópicos necesarios

Un área de oportunidad para la información, es que justamente en medio de estos hechos aciagos (por ejemplo, en el caso de la Ciudad de México, toda proporción guardada, como fue el terremoto de 2017) es que algunos medios incluyan en su agenda lo que supone la manipulación informativa (lo que ciertamente parece difícil realicen medios privados o gubernamentales). Veamos dos casos:

El primero es el del servicio público alemán Deutsche Welle. En un material del 12 de marzo producido por su división en español, (“DW Verifica: la desinformación en la invasión rusa a Ucrania”) presenta un análisis de las fuentes de desinformación que son el gobierno ruso y las difundidas por redes sociales. En este reporte el reportero Javier Pérez de la Cruz hace una crítica a los argumentos usados por Putin para invadir Ucrania —que la Ucrania moderna en realidad había sido creada por Rusia; frenar el genocidio supuestamente contra la población pro rusa del este de Ucrania; “desnazificar” al país vecino, cuando una pequeña fracción ultraderechista ha apoyado al actual gobierno sin que ello suponga tener el control del ejecutivo. DW denuncia el uso de imágenes viejas que se reciclan y se intentan mostrar como actuales, fuera de contexto, o hasta fragmentos de videojuegos que se hacen pasar por combates reales; las cuentas falsas que el gobierno ruso ha creado sobre todo para combatir no tanto al interior de su país donde tiene el control de la información, sino en el exterior.

El segundo caso es de un medio latinoamericano, muy alineado a una perspectiva crítica de los medios dominantes occidentales. El canal TELESUR —que como es sabido es un canal de TV multiestatal con sede en Venezuela y criticado de apoyar a gobiernos autodenominados de “izquierda”—, el 28 de febrero en su video “Medios occidentales realizan manipulación de la información sobre hechos en Ucrania”, hace la lectura contraria y acusa a los medios occidentales manipulando información con algunos ejemplos que muestra en su material.

Y no todo el análisis se reduce a estas formas descontextualizadas de imágenes, sino que también han proliferado expresiones de odio pro rusas y racismo en los comentarios de reporteros de algunos medios, como el caso del reportero de CBS Charly Degata, que aun cuando después se haya disculpado queda como un ejemplo de esos imaginarios que los propios reporteros portan y que en “directo” o tiempo de premura no pueden ocultar; o también la reportera de NBC Kellie Coviela compara a la población ucraniana y dice “estos no son refugiados de Siria, estos son refugiados, son cristianos, son blancos, se parecen a muchos de nosotros”, y lo que supone una preocupante normalización de los conflictos en áreas del mundo como oriente medio.

No está de más recordar la responsabilidad del receptor y del usuario, y parece una obviedad sugerir un consumo más sopesado que compare informaciones, detecte y denuncie inconsistencias y que no dé por válido o sentado cualquier información que parezca real. Ciertamente el usuario que solamente consuma mucha información está destinado a un tipo de efecto de poco juicio, fácil reacción y un nuevo tipo de ingenuidad. Si es cierto que la historia la escriben los ganadores de las guerras, hoy más que nunca, la narrativa parece ser escrita por los manipuladores más exitosos, independientemente de la veracidad de los hechos.

Resulta inevitable no sentir una gran empatía por el pueblo ucraniano y por lo que parece un gran esfuerzo de su población por defender su país, su territorio. De la misma manera en todos los relatos occidentales, el gran villano es el presidente ruso de quien hemos tenido sus argumentos para justificar la injustificable intervención a su país vecino. No es fácil analizar los hechos en una guerra cuando éstos están sucediendo y en todo caso nuestro más ferviente deseo, es que las hostilidades cesen y las inevitables diferencias se puedan resolver, porque al margen de si los medios exageran, “sobre” o desinforman (de manera intencional o no), la comunidad internacional no puede permitir que sigan muriendo civiles, millones anden vagando dentro y fuera de su propio país, y en todo caso hay una parte de responsabilidad en algunos potencias occidentales que en su momento corresponderá deslindar y que por omisión o conveniencia han permitido que se dieran los hechos como los estamos viendo.

En otro sentido, al margen de los argumentos del Kremlin, la lógica del “invado-un-país-porque-puedo” no parece la más justificable, aun concediendo la causa de defender su área de influencia y querer protegerse de la intimidación constante de la OTAN. Al margen de percepciones deseamos esta guerra pronto termine, y que los actores y aliados algo aprendan para evitar que esto se repita en el corto o largo plazo.

Catedrático e investigador de la UACM y analista

@taniuskaram

29 de abril de 2022