La IA, un tren de alta velocidad
Periodismo

La IA, un tren de alta velocidad

Mouris Salloum George

Editorial de la revista Voces del periodista

En las películas de cine, la Inteligencia Artificial se anticipó desde hace décadas como una ficción imposible o muy remota. Hoy es una realidad inquietante.

Está sacudiendo las conciencias de gobernantes y analistas en muchos países donde se interesan por los temas trascendentes.

No es el caso de México, donde la banalidad y la riña política consumen las horas y los días en lo que pareciera una competencia por ver quién es mejor en el campo de lo irrelevante.

Desde hace algunos años, los científicos y expertos de los países más desarrollados, junto con los emprendedores visionarios de esas tecnologías futuristas, lanzaron al mercado sus innovaciones sorprendentes que ahora han sido más que mejoradas.

En lo económico, la automatización de los procesos productivos tendrá un impacto de 16 billones de dólares hacia el año 2030 —a la vuelta de la esquina—, de acuerdo con una proyección de la consultora PWC.

Algo más: por lo menos el 40 por ciento de empresas habían adoptado —hacia enero del 2020— soluciones de automatización; pero los cálculos desde entonces eran que en dos años el cambio alcanzaría un 90 por ciento. Así de rápido, se dijo en Las Vegas, Nevada, durante la Feria de Tecnologías CES, realizada en enero de 2020.

En aquellas puertas hacia el futuro, estaba la oportunidad de que México se sumara a esa gran aventura hacia lo nuevo. La meta debía ser aprovechar las ventajas en la parte de las soluciones que llegaban a ofrecer la ola de innovaciones, pero tomar precauciones ante los efectos negativos para los sectores vulnerables de la sociedad.

Voces de advertencia, sonaron, pero nunca ha sido fácil penetrar las corazas de los líderes políticos del país, siempre más ubicados en lo inmediato y en la consecución de logros personales o partidistas.

Hoy, la realidad nos alcanzó, en condiciones muy desventajosas, tratando de subirse a un tren de alta velocidad sin estación en México.

Salvo que, nunca es tarde, aprovechemos las ventajas que tiene el país por las grandes reservas de litio, tierras raras —otros minerales que todavía quedan, pese al saqueo español primero y canadiense a la fecha—, pero sin seguir permitiendo el latrocinio como práctica neocolonial de los países desarrollados.

Aprovechar, como para hacer todo lo posible y subirse a dicho tren, así sea el último vagón, con tal de no quedarse atrás en el desarrollo tecnológico, la IA y las grandes oportunidades que ofrece y representa para las economías de los países. Sobran las justificaciones y los pretextos. Pero contra eso hay que luchar. Pues lo que cuenta son los hechos y estos revelan que los dirigentes políticos han regateado inversión pública en ciencia y tecnología, en educación superior e innovación de frontera. Revoquemos entre todos esas prácticas malsanas.

Las alarmas sísmicas han sonado. Gran parte del desempleo existente y el que está brotando en México en diversos sectores de la economía, es ya resultado de la sustitución de manos y mente de obra como parte del impacto tecnológico.

Un aspecto debiera quedar claro: poner obstáculos al tren de la innovación puede ser una equivocación histórica. En los países más avanzados se analizan los resultados preliminares y plantean alternativas.

En México es urgente que los tomadores de decisiones participen con determinación, buscando opciones en todo. Por el desarrollo integral del país. Por el bien de los mexicanos.

– Salloum George, M. (15 al 31 de mayo de 2023). Editorial. Voces del periodista, (454), 6-7.

25 de mayo de 2023