La indignación en tiempo real que pretende no tener ideología
Comunicación

La indignación en tiempo real que pretende no tener ideología

Axel Velázquez Yáñez*

Un fenómeno que se repite cada vez con mayor frecuencia es la indignación que, casi en tiempo real y sin importar la distancia, se manifiesta en redes sociodigitales respecto de las injusticias o tragedias que azotan a los más diversos puntos geográficos del planeta. Una plantilla de diseño, similar en todos los casos, es la vía para explicarnos qué está ocurriendo en tal lugar o con equis problemática en muros de Facebook, historias de Instagram e hilos de Twitter (a veces con la misma nula profundidad que los noticiarios de medios tradicionales, cabe decir).

¡Indígnate!, nos dijo Stéphane Hessel en 2010 y parecía tener sentido. El mensaje para quienes construiríamos el siglo XXI era que este mundo había sobrepasado las ideologías y las aspiraciones de imperialismo totalitario. El autor suscribía así –sin ser explícito al respecto– postulados que databan de décadas atrás, como la importancia de trascender la ideología para sostener un debate público razonado expuesta por Daniel Bell y el fin de la historia de Francis Fukuyama, que interpretaba el triunfo de la democracia liberal, después de la “Guerra Fría”, como el fin de la lucha de ideologías.

La obligación en adelante, de acuerdo con Hessel, era denunciar la violación de los derechos humanos donde fuera que ocurriera, sin un prejuicio ideológico que motivara la crítica selectiva a cierto tipo de personajes o grupos gobernantes. Diversos movimientos se inspiraron bajo esa premisa, con la noción del texto de Hessel o no. Durante 2011, el 15-M en España (precisamente también conocido como “el movimiento de los indignados”) consistió en tomas simbólicas de distintas plazas públicas con la exigencia de una democracia alejada del dominio de las corporaciones, que permitiera un futuro viable a los jóvenes.

A finales del mismo año –el 17 de septiembre se cumplieron diez años–, en Estados Unidos el movimiento Occupy Wall Street hizo algo muy parecido contra quienes identificó como el 1 por ciento de corruptos que acaparaba la riqueza frente a un 99 por ciento que comenzaba a despertar. Al mismo tiempo, entre 2010 y 2012, la llamada Primavera Árabe representó la exigencia de derechos democráticos y sociales en alrededor de 20 países o regiones, en algunos de los cuales se logró derrocar gobernantes. En otros tantos se lograron algunos cambios.

En México, el movimiento #YoSoy132 surgió del descontento de estudiantes de universidades públicas y privadas contra la cargada mediática que daba por hecho el triunfo del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia en 2012, Enrique Peña Nieto. En consecuencia, la principal exigencia fue la democratización de los medios de comunicación. Desde el primer día que dicho personaje llegó al poder la represión fue evidente, lo que derivó en la desmovilización de las masas y el acceso de unas cuantas caras conocidas del movimiento, sobre todo de perfil clasemediero, a medios de comunicación y partidos políticos.

Esa incorporación de cuadros disidentes para continuar con el statu quo ocurrido a nivel local, es sólo un ejemplo de las regresiones o limbos que quedaron después de esos movimientos más o menos horizontales, sin un proyecto político que implicara transformaciones revolucionarias o que construyera opciones políticas capaces de conquistar el poder. En España, un partido político (Podemos) sí capitalizó el descontento, hoy acompaña en segundo plano a la coalición gobernante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y, probablemente de manera imprevista, ha puesto su grano de arena para continuar con la lógica bipartidista imperante en aquel país, contra la cual se organizó.

En Estados Unidos, la postura política que mejor podría seguir representando a los indignados, en la persona de Bernie Sanders, ha hecho su aparición en un par de ocasiones sólo para terminar cediendo la candidatura del Partido Demócrata a la presidencia y quedar como un discurso testimonial. En los distintos países árabes que formaron parte de la “primavera” ha habido una diversidad de resultados, entre los cuales está incluido el ascenso de dictaduras militares que sustituyeron a los gobernantes civiles derrocados.

Mientras todo ello ocurrió, y en coincidencia con las últimas décadas del modelo neoliberal que impuso su versión del interés de la economía por encima de las posturas políticas, se desdibujaron algunos referentes interpretativos de la discusión pública, a partir de los cuales se podría pensar la vida de los pueblos. Se perdió también la comprensión de las causas colectivas, pues pareciera que las libertades individuales y su sola expresión debieran determinar el futuro de un país, sin importar cuál sea el resultado previsible para la sociedad en su conjunto.

La indignación per se es problemática al intentar meter en una misma bolsa las protestas de meses de la sociedad colombiana por décadas de gobiernos, vinculados al paramilitarismo y los reclamos de cientos de cubanos, que duraron alrededor de tres días, debido al manejo de la actual pandemia por parte de su gobierno. La ideología nunca murió, es todo aquello que no notamos, pero determina nuestra interpretación del acontecer diario, es el relato de lo deseable que se ha impuesto. Nuestra concepción de libertad y democracia; aunque no sea para todos. Son nuestros parámetros para construir analogías improcedentes. Es, por ejemplo, nuestra negación del imperialismo, al mismo tiempo que Afganistán arde.

8 de octubre de 2021