La invasión de Rusia a Ucrania: el poder blando y la opinión pública
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La invasión de Rusia a Ucrania: el poder blando y la opinión pública

Ivonne Acuña Murillo*

En las democracias modernas la opinión pública desempeña un importante papel ya que a través de esta, se da el ejercicio de lo que el internacionalista estadunidense Joseph S. Nye Jr., ha denominado poder blando. A este se suma, en contrapartida, lo que el mismo autor reconoce como poder duro. Juntos dan origen al poder inteligente, mismo que ha sido ejercido en contra de Rusia, una vez que su presidente Vladimir V. Putin tomó la decisión de invadir Ucrania. Ha sido aplicado también por el líder ruso en un intento por explicar y justificar el avance del ejército ruso en contra de este país. 

    Ambos ejercicios han generado en la opinión pública dos corrientes de opinión perfectamente diferenciadas: a favor o en contra del invasor.

     De acuerdo con Nye, el poder blando debe entenderse como: “… la habilidad de obtener lo que quieres a través de la atracción antes que a través de la coerción o de las recompensas. Surge del atractivo de la cultura de un país, de sus ideales políticos y de sus políticas” (Soft Power: The Means to Success in World Politics, Public Affairs, New Hampshire, 2004). En contraposición, el poder duro se basa en la coacción, la amenaza de acciones militares, la exigencia de pagos y la aplicación de sanciones económicas y comerciales.

      El primer tipo de poder se relaciona con la cultura, los valores políticos y las políticas, de tal suerte que se busca “seducir” a determinados actores internacionales vía, por ejemplo, valores democráticos, derechos humanos, la importancia de mantener la paz, con la intención de obtener cierto tipo de resultados.

     El papel que la opinión pública desempeña en este caso es crucial toda vez que a través de esta se ejerce la presión necesaria para que, mediante el ejercicio del poder blando, Putin se vea obligado no solo a cambiar de opinión sino a detener las acciones iniciadas el pasado 24 de febrero, cuando comenzó la invasión a Ucrania. 

     Putin ha argumentado que no puede permitir que esta nación complete el proceso iniciado en 1991, cuando Ucrania se unió al Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, como un paso previo a su pertenencia formal a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), alianza político-militar formada por 30 países de Europa y América del Norte, entre ellos: Albania, Alemania, Bélgica, Bulgaria, Canadá, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estados Unidos, Estonia, Francia, Grecia, Hungría, Islandia, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Macedonia del Norte, Montenegro, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Rumanía y Turquía. 

     Especialmente, porque de entre los países que forman la OTAN, Estonia, Letonia y Lituania hacen, al igual que Ucrania, frontera con Rusia. Al mismo tiempo, Polonia comparte frontera con República Checa, Eslovaquia, Lituania y Ucrania y este último con Eslovaquia, Hungría y Moldavia. De tal suerte que, de cara al límite noroeste de Rusia se agolpan ocho países de la OTAN, Ucrania sería el noveno. A estos ocho se agregan Noruega y Turquía que parecen preparar una especie de pinza pronta a atenazar a Rusia. 

     Pareciera que el objetivo original de la OTAN surgido durante la “Guerra Fría”, proteger a los países de Europa Occidental de la amenaza que suponía la Unión Soviética y contrarrestar la expansión del comunismo tras la Segunda Guerra Mundial, sigue vigente pero ya no contra una unión de países socialistas sino contra Rusia. 

    Pero el nerviosismo de Putin no se deriva únicamente de la posición estratégica de la OTAN en los países con los que hace frontera, sino del hecho de que esta organización militar colocó en 2014, -año que Rusia se anexó la península de Crimea en el sur de Ucrania-, cuatro grupos de batalla del tamaño de un batallón en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia y una brigada multinacional en Rumania. Asimismo, amplió su vigilancia aérea en los estados bálticos y de Europa del Este para interceptar cualquier avión ruso que traspase las fronteras de los estados miembros.

     Volviendo a la teoría, más allá de las razones del presidente ruso para invadir Ucrania, la respuesta mundial ha combinado los dos tipos de poder mencionados, mismos que en conjunto dan lugar a la ejecución de un poder inteligente, que no tiene en el uso de la fuerza o las presiones económico-comerciales su única arma. 

    De acuerdo con Crocker, Hampson, y Aall, el smart power o poder inteligente «engloba el uso estratégico de la diplomacia, a través de la persuasión, la capacitación, la proyección de poder e influencia, de modo que los resultados sean rentables y legítimos en cuanto a imagen y a logros sociales obtenidos». En concreto, “el poder inteligente reúne tanto la fuerza militar (exhibición de poderío y/o real aplicación) como todas las formas de diplomacia.” (Leashing the Dogs of war: Conflict Management in a Divided World, US Institute of Peace Press 2007, pág. 13).

     En este punto, la opinión pública ha desempeñado un papel central. Dos grandes narrativas la cruzan desde el momento en que Putin amenazó con invadir Ucrania. La primera, comienza con la declaración del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien convocó de manera virtual a una cumbre de emergencia con la advertencia de que el presidente de Rusia había “destrozado la paz en Europa” amenazando, desde ese momento y de manera abierta, la seguridad del continente.

      A partir de esta declaración, se han sumado uno tras otro los discursos de diversos actores políticos, mismos que combinan las amenazas de una intervención directa con la apelación a una cultura democrática, a los valores políticos relacionados con la autodeterminación de cada nación y a las políticas encaminadas a evitar cualquier tipo de enfrentamiento bélico.

     A las posturas de fuera de Ucrania, se suma, de manera destacada, el llamado hecho por los hermanos ucranianos Vitali y Wladimir Klitschko (el primero alcalde de Kiev y el segundo medallista olímpico) quienes, desde Kiev, la capital ucraniana rodeada por las fuerzas rusas, solicitaron a Occidente que se apoye a Ucrania de cualquier manera posible y que se impongan sanciones más fuertes a Rusia para hacer desistir a Putin. Además de pedir el ejercicio de medidas de poder duro, afirmaron que la Guerra en Ucrania va más allá de las fronteras del país que encabeza una lucha “para proteger a Europa y sus valores democráticos”, apelando con ello a la aplicación del poder blando. “’Luchamos por los valores democráticos, necesitamos ayuda’: hermanos Klitschko desde Kiev”, cabeceó la agencia France24, responsable de la entrevista publicada el 15 de marzo pasado.

    La seducción producida por el uso del poder blando ha tenido como resultado un enorme conjunto de acciones, desde muy diversos ámbitos de actividad. Un número importante de países, empresas, organizaciones de la sociedad civil y personas particulares se han sumado al llamado del ejercicio del poder blando, enalteciendo los valores democráticos, la solidaridad, la atención a las personas víctimas de la guerra y el desplazamiento forzado. En medios es posible escuchar los testimonios de las personas desplazadas, los casos de civiles inocentes asesinados por las balas rusas, de las familias divididas, y de gente saliendo de su país. Mujeres, niños y niñas que dejan atrás al padre que debe quedarse a hacer frente al ejército ruso. Se ha sublimado el valor del patriotismo, del hombre sin piernas que ha decido quedarse a defender a su país.

    El mismo presidente de Ucrania Volodímir Oleksándrovich Zelenski​, desde el comienzo supo subirse a la cresta de la ola, incluso antes de esta explosión de apoyo, cuando decidió permanecer en la capital de su país encabezando el movimiento de resistencia contra la invasión rusa, apelando igualmente a la seducción del poder blando que podría llevar a Putin a desistir de esta escalada militar.

     Por supuesto, no sólo occidente promueve el uso de los poderes duro y blando, Putin también lo hace. Evidentemente, el ejercicio del poder duro en su máxima expresión no podría estar mejor ejemplificado que con la invasión del ejército ruso a Ucrania, como respuesta al poder duro que pretendidamente la OTAN podría aplicar en contra de Rusia una vez que, como ya se dijo, ocho países miembros se encuentran ya apostados a las puertas de este país. 

      El poder blando, por su parte, se ejerce a partir de la idea de que “el mundo ruso” se extiende más allá de las fronteras rusas, en este caso hacia Ucrania, en la que “ruso parlantes” han sido masacrados por el régimen de Kiev, por lo que a decir de Putin, se requiere de una acción directa encaminada a la desmilitarización (poder duro) y desnazificación (poder blando) de Ucrania». Esto es, la apuesta es no solo militar sino ideológico-cultural.

     En apoyo al presidente ruso, el patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, Kirill ha llevado el argumento a un reduccionismo notorio al afirmar, en un sermón del 6 de marzo, que la unidad cultural entre Dios, Rusia y Ucrania se enfrenta a “fuerzas del mal” cuya manifestación principal son los desfiles del orgullo gay, calificados como violaciones a la ley divina, celebrados por aquellos países que promueven el pecado como ejemplo o como modelo de comportamiento humano. Siendo este el origen de una verdadera guerra. Los dichos del patriarca ruso pretenden abonar a una visión de acuerdo con la cual Occidente promueve “el pecado” y la falta de valores, por lo que la lucha de Putin quedaría inscrita en una ruta ética. 

     Más allá de qué lado se encuentre la razón en esta guerra, es un hecho que el presidente ruso entiende a la perfección la importancia de la opinión pública y el papel del poder blando en la conformación de las percepciones por lo que, mediante el organismo de control de las comunicaciones de Rusia, ordenó a los medios que suprimieran de sus contenidos cualquier referencia a civiles muertos en el conflicto en Ucrania, al tiempo que vetó el uso de los términos “invasión”, “ofensiva” y “declaración de guerra”, sosteniendo que solamente las fuentes oficiales rusas disponen de información actual y fiable”. La intención última es que la gente se quede con una única versión de los hechos encaminada a calificar la intervención en Ucrania como una “operación especial” destinada a “mantener la paz”.

     De lo expuesto hasta aquí se deriva una pregunta obligada: ¿es la opinión pública una poderosa herramienta para hacer del poder blando una nueva manera de hacer la guerra?

*Catedr´ática de la Universidad Iberoamericana y analista política

25 de abril de 2022