¿La misma verdad histórica?
Comunicación Política

¿La misma verdad histórica?

Que no le digan…

Mario A. Medina

Con voz pausada, sin estridencias, Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, informó: “Fue un crimen de Estado”. Momentos antes había señalado: “no hay indicios de que los 43 estudiantes estén vivos (…). Todos los testimonios y evidencias acreditan que éstos fueron arteramente ultimados y desaparecidos”.

Sí, no fue como afirmaba la narrativa del gobierno de Enrique Peña Nieto, cuento que se trató de sembrar, un hecho de complicidad entre autoridades “menores” y un grupo de narcos: “Guerreros Unidos”; que los estudiantes de la Normal Isidro Burgos fueron quemados en un basurero y, después, sus cenizas fueron echadas a un río: “la Verdad histórica” de Jesús Murillo Karam.

Fue la “verdad” que muchos medios, “analistas” y columnistas pretendieron sembrar del mismo modo. Como señaló Julio Hernández, “escondieron, simularon y son corresponsables del mayor crimen contra jóvenes después de Tlatelolco”. Aquella prensa, aquellos periodistas revivieron en muchos de los “líderes de opinión” de hoy, y desempañaron el mismo papel vergonzoso de aquéllos.

Medios escritos, los de la radio, la televisión, y en infinidad de portales, se sumaron a esa narrativa, atendiendo la línea gubernamental pasada. Repitieron una y otra vez, como verdad absoluta, que los jóvenes fueron atacados por “una confusión”, en medio de “un pleito de bandas de criminales” y que las autoridades no habían tenido nada que ver.

Al repasar a los llamados medios nacionales, electrónicos, portales y algunos del interior del país, de cómo manejaron la información, muchos no se atrevieron a cabecear: “Fue el Estado”. Escondieron o maquillaron que “las autoridades militares, funcionarios federales y estatales pudieron evitar la desaparición y asesinato de los estudiantes”.

De manera particular, y aunque ya no llama la atención porque fueron evidentes siempre sus complicidades con la “verdad histórica” de Murillo Karam, tratan de seguir vendiéndonos el mismo cuento, la misma historia, la misma mentira.

Asegura Carlos Marín: “De nada, pues, que valga la pena, se informó”. Dice, “el reporte es un batidillo de datos y presunciones con la novedad conocida desde hace ocho años”. Falso, no es lo mismo. Su papel en esta lamentable historia fue posesionar en la “opinión pública” la “verdad histórica” del señor Karam, “la original”, la buena, y que la de Encinas es una copia a la calca.

En su noticiario de televisión en Grupo Imagen, el jueves, Ciro Gómez Leyva pretendió lo mismo, que ambas “verdades” son exactamente lo mismo. La nota de su reportera aseguró: “las 16 conclusiones (de Encinas) les confirman (a los familiares de los 43) lo que éstas y las autoridades pasadas ya les habían confirmado; es la misma narrativa que tanto se ha empeñado (el gobierno actual) en desacreditar”, acusó la comunicadora.

No, que no nos vengan con un cuento más. Ya habían sostenido con alfileres el de la “confusión”, de que los mataron e incineraron unos criminales, y que sus cenizas se las llevó la corriente pero, principalmente, que autoridades federales y estatales, “no tuvieron nada que ver”. No, esta “verdad histórica” nada tiene que ver con la que afirmación de que fueron “arteramente ultimados y desaparecidos”, y que las autoridades federales y estatales fueron “omisas y negligentes”.

Lo que sí, una cosa es clara, lo que hemos visto y oído, es el tamaño del compromiso de algunos comunicadores que sin vergüenza alguna salieron y salen a defenderlos, para que los percibamos como inocentes, como víctimas de este gobierno y no de sus propias culpas, de sus calamidades.

Ciro Gómez en su comentario de cada noche, el jueves editorializó: “Es probable que se cuadren acusaciones contra funcionarios del pasado. (porque) Es un imperativo de este gobierno que tiene que salvar la cara en el caso Ayotzinapa, decir que fue un crimen de Estado y que se castigará a los responsables. No se busca penalizar a los asesinos, sino a los servidores públicos del pasado”, afirmó. ¡Qué barbaridad! ¡Qué malvados!

Repite que la verdad absoluta, la de Murillo Karam, “sigue intacta”, y que los normalistas “fueron interceptados, sometidos, secuestrados, asesinados y desaparecidos por grupos criminales, coligados fundamentales con autoridades municipales. Eso es lo que ocurrió”, impone. Ni por asomo acepta a decir o sugerir que autoridades al más alto nivel tuvieron algo que ver.

Cuando estaba por terminar este texto, por concluir, me llega un mensaje “URGENTE”: “Policía Ministerial cumplimenta orden de aprehensión en contra de Jesús ‘M’”. Minutos después otra nota confirmaba que el exprocurador general de la República fue detenido al salir de su casa en las Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México.

En unos minutos, por la mañana de este sábado y los días posteriores estaremos leyendo, viendo y escuchándolos sobre la “maldad” de este gobierno en contra de Murillo Karam y muchos más a los que defenderán, y llamarán inocentes, víctimas, presos políticos, víctimas, como afirma, Raymundo Riva Palacio de una “verdad pendenciera”.

Que no le cuenten…

Y es que no se miden, el tamaño de su adeudo, del saldo que tienen con esos funcionarios, nos hace suponer e imaginarnos montones de cosas. Un columnista en Excélsior escribió: “…si bien ya no podrá el gobierno (de la 4T) cumplir su promesa de regresarlos vivos, pero sí podrán desviar la atención y la carestía que hoy por hoy, y diga lo que se diga, agobia a los mexicanos”. O sea, que el informe de Encinas tuvo como fin ser un distractor. Sí, no se miden.

20 de agosto de 2022