La paradoja de la comunicación e información en la era digital*
Comunicación

La paradoja de la comunicación e información en la era digital*

Omar Emmanuel Páez Pérez (P. Petrelli)

*Primer lugar en la categoría A del concurso de ensayo por el vigésimo aniversario de la revista Zócalo.

Resumen

Vivimos en una era visual donde lo gráfico impera por encima de la palabra. Esto ha sido causado, en parte, por la inmediatez que requieren las dinámicas propias de la globalización y las nuevas tecnologías. Estas, debido a la velocidad con la cual se mueve la información, han trascendido las fronteras geográficas para unir a las personas y también han facilitado los procesos de consumo, entretenimiento, negocios, educación, etc. Por otro lado, los datos que fluyen en los mares digitales suelen ser manipulados para influir en la opinión pública y ocultar la verdad. La cuestión es si la revolución tecnológica significa un progreso para la sociedad o en realidad estamos frente a una amenaza que nos empuja hacia atrás.

La opinión pública es maleable y líquida. En la actualidad se alimenta de la información que fluye a través de las redes sociales, pero también, como ha sido desde hace décadas —antes de la diseminación y uso masivo del Internet—, es construida por los medios de comunicación tradicionales.

La sociedad, al ser una masa heterogénea, siempre va a contener puntos de vista que difieran unos de otros y cuestionen las opiniones que se gestan en su seno. De acuerdo con Robert Eccleshall (2003), las ideologías brindan interpretaciones conflictivas que son utilizadas para defender principios, sea cual sea su naturaleza. Aterrizadas en un marco actual, las ideas ya no solo se conducen a través de las páginas de periódicos o programas televisivos o radiofónicos, sino también de dispositivos tecnológicos como computadoras y teléfonos celulares.

La promesa de la modernidad era que la humanidad tendría más estabilidad, su criterio adoptaría una anatomía férrea, y su racionalidad —capaz de romper con cualquier mito— le llevaría a conquistar lo inalcanzable. Sin embargo, pareciera que a su pensamiento le puso una camisa de fuerza reforzada con realidad aumentada. La dominación ahora es intangible e inalámbrica: funciona a través del WiFi. El poder ha mutado al igual que la tecnología, pues ha logrado internarse y tejer sus redes en el ciberespacio.

La lluvia de información vertida en Internet es inmensa. De acuerdo con el portal Visual Capitalist (Desjardins, 2019), en 60 segundos pueden ocurrir: 4.1 millones de búsquedas en Google, 1.3 millones de inicios de sesión en Facebook, 4.7 millones de vistas en YouTube, 194 mil 444 mensajes enviados en Twitter, mil 400 descargas en Tik Tok, y 59 millones de mensajes enviados a través de WhatsApp.

En medio de todo esto la gente no sabe hacia dónde mirar y opta por atender a las figuras de autoridad más cercanas: los rostros que dan las noticias en programas retransmitidos por YouTube; las voces de las cadenas radiofónicas más importantes del país que también hacen podcasts en Spotify; y las plumas de los analistas políticos más destacados, que no solo imprimen sus visiones en los periódicos y revistas más importantes de circulación nacional, sino también a través de apps como Twitter y Facebook.

Así, como una epidemia viral —recientemente bautizada como “infodemia”— la manipulación termina contagiando a los más frágiles y débiles en cuanto a criterio se refiere.

Con tal de figurar, algunos medios mueven los hijos en los flujos digitales para llamar la atención de la gente con titulares amarillistas e incluso fake  news (noticias falsas). Se sabe que mucha gente solo escanea su celular y no lee, lo cual es aprovechado para crear contenidos falsos que son replicados sin someterse a un escrutinio por parte de la ciudadanía. Pero, ¿qué es la desinformación?

Las fake news son simplemente las artífices de la desinformación. Lo curioso es que en inglés existen dos términos que incluyen a las noticias falsas: disinformation y misinformation. Parecen lo mismo pero no lo son, pues una se rige por la mentira; la otra, por la omisión. Mientras que la primera puede traducirse tal cual como “desinformación” y se refiere a la falsedad deliberada con la cual se esparcen rumores para manipular y confeccionar cortinas de humo, la segunda aborda la información que contiene sólo uno o varios datos correctos, o en su defecto, persigue encubrir y maquillar; es decir, se trata de una pieza inexacta.

En vez de reflexionar, las personas suelen ser hipnotizadas y encantadas por las mentiras, omisiones y sensacionalismo de los medios tradicionales y digitales, pues en una época visual donde todo surge al instante, con solo mover el dedo índice, el contenido suele impresionar e impactar, pero no estimula de más: así se evita la efervescencia que genera autocrítica. El escritor francés Lucien Sfez asegura que una de las ironías de la sociedad actual es que en ella se habla tanto de comunicación cuanto menos cohesión existe en la masa social, “cuyos valores se desmoronan y cuyos símbolos son demasiado usados y no logran unificar” (Miklos, 2000, pp. 102).

Vivimos en una era donde nuevos modelos de comunicación se han abierto paso: el contenido informativo se genera y comunica de forma inmediata por los propios ciudadanos. Podría pensarse que las comunicaciones están fortalecidas, sin embargo, la ironía es que en la infinita esfera digital se generan ruidos que las debilitan. ¿Cómo no creer lo que está ante nuestros ojos en forma de fotos o videos? Por juicios de esta naturaleza, las noticias falsas son viralizadas.

En años recientes surgió la sofisticación de las noticias falsas: las deep fakes. Se trata de videos donde se usa la inteligencia artificial basada en redes neuronales para montar los rasgos faciales de una persona sobre otra: un programa se encarga de analizarlos y después los une. Un ejemplo es el video (stbn0, 2019) donde la actriz Jennifer Lawrence está dando una conferencia pero su rostro es más bien el del actor Steve Buscemi.

En primera instancia puede parecer gracioso; incluso se lanzó una popular aplicación llamada Reface, en la que una simple foto del rostro del usuario se puede superponer sobre la cara de alguna de sus celebridades favoritas: el resultado es un video de corta duración.

El tema perdió la gracia cuando se difundió que FaceApp, empresa propietaria de Reface —de origen ruso—, tenía entre sus términos la licencia perpetua e irrevocable para usar el rostro del usuario sin compensación alguna. Pero esto podría significar el menor de los problemas si se trata de una persona común y corriente. Lo grave es que estas tecnologías pueden ser usadas para poner palabras en boca de alguien que nunca las pronunció y después ser viralizadas en la infinitud del globo digital.

Al respecto, y con una virtud parecida al don premonitorio de Cordelia Foxx1 para previsualizar hechos futuros, varios expertos —entre ellos el canadiense Marshall McLuhan— elaboraron teorías sobre la comunicación, que después de casi medio siglo de haber sido concebidas encajan perfectamente en la configuración actual del mundo.

En su libro La Aldea Global (1968), McLuhan señala que debido a la velocidad de las comunicaciones, la sociedad iba a comenzar a transformarse: lo que probablemente no imaginó fueron las dimensiones que lograría alcanzar. Gracias a esto, el mundo está interrelacionado sin importar la geografía o temporalidad; incluso se habla de una globalización del conocimiento, pues está disponible para cualquiera a través de la red. Sin embargo, no es posible decir que es democrática puesto que aún no es tan grande el porcentaje de población a nivel mundial que puede tener acceso a un ordenador o dispositivo electrónico.

Las redes sociales han implementado herramientas para que la gente interactúe entre sí y también han contribuido a que se dé una necesidad constante por estar al tanto de cómo viven los demás, especialmente las personas que gozan de popularidad y fama. Ya lo había dicho el teórico canadiense: “Somos lo que vemos”.

Este uso de redes cambia de país a país porque, evidentemente, cada comunidad ha encontrado sus espacios y nichos. Por ejemplo, en el Reino Unido la gente interesada en política usa Twitter y Reddit. Si quiere buscar contenido de salud y estilo de vida va a Pinterest, Instagram y Facebook. Y en ocasiones, la segmentación está delineada por censura política, como en China, donde se han tenido que buscar espacios alrededor de la legislación gubernamental, como Weibo, Wechat y algunas VPN (Virtual Private Network).

McLuhan se adelantó a esbozar cómo gracias al desarrollo tecnológico todos los habitantes del planeta empezarían a conocerse unos a otros y se comunicarían de forma instantánea y directa, lo cual conformaría el término de “aldea global”. Aquí se describen las consecuencias socioculturales de la comunicación instantánea, pues no necesariamente existe armonía. La gente tiene una preocupación por los asuntos de los demás, “es tan grande como un planeta y tan pequeña como una oficina de correo de un pueblo” (ibid), expresó McLuhan a finales de la década de los sesenta.

Hay varios enfoques al respecto, como el de Giovanni Sartori (1997), quien puso sobre la mesa la forma en la que se ha educado —sobre todo a los “Millennials” o Generación Y2 — por medio de la televisión, incluso antes de que tuvieran la edad suficiente para ir a la escuela. Hoy en día ya no es primordialmente a través de la TV, sino de dispositivos móviles como tablets y smartphones. Esto ha resultado en una juventud de analfabetas funcionales que ve y lee mucho en Internet pero entiende y analiza muy poco: no cuestiona ni critica su entorno, lo cual representa el caldo de cultivo perfecto para cocinar la desinformación. Como reza el refrán, “a río revuelto, ganancia de pescadores”.

Mientras la televisión educó a la Generación X3 de forma pasiva, juntando a la familia para ver ciertos programas en horarios determinados, en años recientes la Web —a través de múltiples gadgets— le ha permitido a la gente una participación interactiva que le brinda un control más amplio sobre los contenidos deseados.

Sartori supuso que no había razón por la cual la televisión sería anulada por el Internet, sin embargo, como él mismo dijo, “con frecuencia nuestras previsiones sobre la tecnología de las comunicaciones no han sido muy acertadas: pues lo que ha sucedido no estaba previsto” (ibid, pp. 31). Lo cierto es que hoy no solo la TV, sino otros medios como periódicos y revistas, viven una crisis de dimensiones inimaginables debido a la expansión incontenible del ciberespacio.

En este mundo virtual, donde se puede navegar por flujos infinitos, se corre el riesgo de encontrarse con sirenas en vez de islas paradisíacas: la línea entre lo falso y lo verdadero, lo real y lo irreal, es casi imperceptible, lo cual desemboca en distorsiones y manipulaciones en cualquier ámbito.

Existe una necesidad por pertenecer a la aldea global que vive de manera online. Únicamente hay dos opciones: o se escoge una tribu (arte, diseño, autos, belleza, comida, amor, sexo, finanzas, deportes, fotografía, moda, tecnología, negocios, literatura, religión, música, salud, viajes) y un canal que despliegue el acto comunicativo dentro de esta (Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, Tik Tok, Spotify, entre otras), o se opta por vivir en la invisibilidad virtual, traducida posteriormente en la vida cotidiana.

Ya que se es miembro de una o varias tribus lo siguiente es destacar de entre todos, llegando a la saturación; se muestran “acontecimientos tan insignificantes como ridículamente exagerados” (ibid, pp. 82).

Se llega a tal punto que en algunos programas de televisión hay secciones dedicadas a mostrar y discutir lo que ciertos personajes publican en sus redes sociales. En este tenor, muchos atañen el triunfo de Donald Trump, entre otros factores, al uso de Twitter.

A los “líderes” de hoy se les llama influencers, aquellos que ejercen, como su nombre lo indica, una influencia considerable sobre las masas. Así tenemos a personas como Kim Kardashian a escala global. Se trata de personas conocidas por exhibir su vida —a través de programas de televisión y redes sociales— para capitalizarlo y obtener así la atención de las multitudes, especialmente de la Generación Y, y ahora la Z4 . En palabras de Sartori, “destacan los charlatanes, los pensadores mediocres, los que buscan la novedad a toda costa” (ibid).

Es tal la neurosis, la cual ha adquirido gradualmente tintes de normalidad, que surgen hechos, personajes y productos absurdos capaces de llamar la atención de las masas —por encima de información verdaderamente trascendental—, por ejemplo, el In My Feelings Challenge5 , lip sync6 en Tik Tok y el Unicorn Frappuccino7 de Starbucks. La efervescencia se produce como un efecto dominó y todos se apropian de los temas, opinan sobre ellos y se dedican a multiplicarlos en el ciberespacio: el objetivo es el mismo, tener presencia constante en el mundo virtual.

Algunos expertos aseguran que la humanidad se encuentra en una edad cibernética oscura, la cual es caracterizada principalmente por no poseer documentación física: todo se encuentra en “la nube”, en la memoria de los ordenadores. Ya sea para tomar una fotografía o redactar algo, la tecnología le dice al individuo: “No te preocupes, yo lo hago por ti, tú solo disfruta”.

El smartphone puede considerarse no solo como una extensión anatómica de nuestro ser, sino también como una extremidad mental. Para la gran mayoría de la población mundial que tiene acceso a Internet es un artefacto indispensable y esencial para estar al tanto de lo que acontece en el mundo y mantener comunicación directa o indirecta con otros.

McLuhan argumentó que la tecnología “obliga” a que la gente se adapte al medio ambiente como si este fuera su pequeña ciudad natal: hoy quien no tiene presencia en el mundo virtual, técnicamente no existe. El sueño de Bob Khan, diseñador del protocolo de Internet, hoy puede ser visto por algunos como una pesadilla.

Este visionario personaje, —al igual que otros más pertenecientes a campos como la astronomía y la neurología— comparte su perspectiva con respecto al efecto de Internet en la sociedad contemporánea en el documental Lo and Behold (Herzog, 2016). En sus palabras, “el Internet se trataba de conectarlos a todos”, de romper fronteras en el campo de la comunicación y unir al planeta, pero al tiempo que ha creado vínculos, también ha construido muros invisibles.

Probablemente el enunciado más sobresaliente de la teoría de McLuhan es “el medio es el mensaje”. En esta tesis se entiende que ambos elementos funcionan a la par, y que el primero tiene el poder suficiente para influenciar el curso de las relaciones humanas.

En cuanto a Internet y las redes sociales que viven dentro de ella, esta ha logrado seducir a propios y extraños, sin importar alguna distinción; es un arma que puede emplearse de diversas maneras: informar, organizar, motivar, pero también para agredir, destruir y cometer delitos.

Sartori afirmó que, si el hombre reinó gracias a la tecnología, después se sometió por esta y terminó siendo dominado por sus máquinas. Tan solo 17 años después, el escritor y director de cine Alex Garland llevó a la pantalla grande la cinta Ex Machina (2014), una trágica historia en la cual se despliega el panorama propuesto por el politólogo italiano: la civilización se ve superada y dominada por propio progreso.

Para Sartori, vivir en el ciberespacio sería como estar en “Star Trek”, algo aburrido. Lo cierto es que ha ocurrido lo contrario. No se trata de un universo de naves intergalácticas, sino de otro tipo de ficción donde impera la fantasía y el color, algo más parecido a “Wonderland” o “País de las maravillas”, donde todo es tan fabuloso como peligroso al mismo tiempo. A la gente le encanta estar ahí, idolatrar figuras de papel, soñar con bellezas de quirófano y/o Photoshop, y abrazar una felicidad hiperelaborada.

Nos encontramos en una soledad electrónica que reduce las interacciones domésticas e incrementa la interacción virtual por medio de las máquinas. La mayoría de los medios de comunicación son dirigidos por personas que buscan multiplicar la ignorancia con la desinformación, ya sea en televisión, radio, periódicos y portales Web. Dadas las circunstancias y la perversidad de quienes manejan los hilos de la información, se corre el riesgo de asfixiarse o ser asfixiado en el “Wonderland” virtual.

El poder de la imagen por encima de la palabra, desde luego, también es visible en los procesos políticos. Se han puesto bajo el reflector a villanos y héroes por igual. Aún hoy la televisión influye de manera determinante en los procesos electorales, pero también hacen lo suyo las redes sociales, principalmente a través de hashtags.

En 2012 Andrés Manuel López Obrador se perfiló como candidato presidencial de la izquierda. Sin embargo, el vencedor fue el candidato tricolor y ex gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, un producto de la televisión. La virtualidad lo concibió como una suerte de galán de telenovela y con el poder mediático logró seducir a México.

En la serie Heroes (Arkush, 2007), Niki Sanders8 —una de las protagonistas— es engañada por Candice Wilmer, una chica cuya habilidad es crear ilusiones, quien se hace pasar por la hermana fallecida de Niki: le hace creer que su hijo ha sido asesinado y vulnera su estabilidad emocional diciéndole lo débil que siempre ha sido.

Así funciona una parte del mundo virtual: crea necesidades ficticias, insatisfacción por ver la supuesta perfección en la que viven los demás, además de opiniones basadas en los intereses de quienes buscan alimentar la ignominia a través de la desinformación. Aunque la “verdad” de la televisión e Internet nos golpee en la cara, lo ideal sería rescatar la capacidad crítica y de abstracción. Sólo así se puede escuchar esa voz interna que nos haga capaces de soltar un golpe letal, el cual desvelará la realidad que se presenta ante nuestros ojos, sin necesidad de tamizarla a través de una pantalla.

De esta forma, al igual que Niki Sanders, se podrían destruir las “realidades” ilusorias y saber quiénes somos realmente: personas con la fortaleza potencial para tumbar la desinformación, cobijada bajo el manto de la maquinaria tecnológica, y conjurar un progreso verdadero.

Está claro, si se deja que la virtualidad triunfe por encima de lo real, se invoca una condena a vivir en algo parecido a “Oblivia”, un lugar utópico mostrado en el video Chained to the Rythm (Katy Perry, 2017), donde la gente pierde su humanidad y se convierte en un grupo de zombies relucientes que no hacen otra cosa más que mimetizarse en una masa multicolor que baila al unísono la melodía de la dominación.

El lado oscuro de las comunicaciones tecnológicas que previsualizó McLuhan abarca la pérdida del razonamiento, pues la sociedad contemporánea usa los artefactos para reemplazar y facilitar actividades de todo tipo. En medio de este panorama surge la cuestión sobre si el curso de la comunicación se saldrá de control y esta misma se autorregulará.

Pero no todo está perdido. Las propias redes sociales se han encargado de hacerle frente a la desinformación con algoritmos capaces de detectar cuando se está hablando de un tema delicado, por ejemplo, la pandemia de COVID-19, por lo que esparcir noticias falsas se ha vuelto más complejo. Incluso el mismo Donald Trump ha sufrido este embate gracias a Twitter, red en la que suele pautar la agenda del día para los medios internacionales, la cual ha borrado algunos de sus mensajes por contener información falsa: desinformación pura.

Además, empresas como Google han implementado herramientas en sus buscadores para localizar imágenes y así poder rastrear su origen y fecha de publicación.

Medios especializados en México como Animal Político (El Sabueso), Verificado y la agencia AP (#APVerifica) se han encargado de investigar temas donde puede generarse confusión; por ejemplo, en 2017, después del terremoto del 19 de septiembre y durante la pandemia, sobre todo las dudas para tratar la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.

Esto representa una luz esperanzadora en medio de la “infodemia”. La ironía es que mientras se desarrollan proyectos para colonizar otros planetas, conquistar el universo y contactar a seres extraterrestres, no hemos sido capaces de dominar nuestro instinto y poder comunicarnos como especie.

Arrival (2016), filme del director Denis Villeneuve, cuenta la amenazadora llegada de naves alienígenas a la tierra y cómo varios lingüistas alrededor del mundo deben tratar de descifrar el mensaje que traen consigo. Pero, al parecer, solo una chica tiene la capacidad para lograrlo, y es a través de una comunicación verdaderamente efectiva: logra la unión por encima de intereses políticos (con o sin redes virtuales).

Porque no importa cuán avanzada esté la tecnología: si no logramos diferenciar entre lo real y lo virtual, la información y la desinformación, y sobre todo, preservar el factor de humanidad en este desarrollo frenético, estaremos condenados a padecer la tragedia de Prometeo.


1 Personaje protagónico de la serie de televisión American Horror Story: Coven.

2 Según Madison Montgomery —personaje de la serie American Horror Story Coven—, quien se autodefine como millennial, asegura que esta generación se enmarca a partir del descubrimiento del VIH hasta los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos.

3 Se trata de las personas nacidas entre los años 60 y 80.

4 Quienes pertenecen a esta generación nacieron después de los atentados terroristas perpetrados en Estados Unidos del 11 de septiembre de 2011.

5 Reto en el cual una persona se bajaba de un auto en movimiento y se grababa bailando sobre la calle mientras el coche avanzaba.

6 Habilidad para sincronizar los labios con una canción o la voz de alguien más.

7 Esta bebida de edición limitada estuvo elaborada con polvos, jarabes y otros ingredientes multicolores y agridulces con más de 500 calorías.

8 Es una mujer que sufre de Trastorno de Identidad Disociativo y desarrolla varias personalidades alternas, entre ellas, una que suple a su hermana muerta, Jessica. Después de tener un enfrentamiento con Candice Wilmer, se da cuenta que posee una fuerza física sobrehumana.


Fuentes documentales

Arkush, A. (2007). Heroes. Episodio 23, “How to Stop an Exploding Man” [Serie]. Estados Unidos: NBC Universal Television Studio.

Desjardins, J. (2019). “What Happens in an Internet Minute in 2019?”, en Visual Capitalist. Recuperado de: https://www.visualcapitalist.com/what-happens-in-an-internetminute-in-2019/

Eccleshall, R. (2003). “Capítulo 1. Introducción: el mundo de la ideologíaa”, en Robert Eccleshall et.al., Ideologías políticas. Madrid: Tecnos.

Garland, A. (2014). Ex Machina [Película]. Reino Unido/Estados Unidos: Film4/DNA Films.

Herzog, W. (2016). Lo and Behold [Película]. Estados Unidos: NetScout/Pereira & O’Dell Entertainment/Saville Productions/ Skellig Rock.

Katy Perry. (2017). Chained to the Rythm. [Video]. En Youtube. Recuperado de: https:// www.youtube.com/watch?v=Um7pMggPnug

McLuhan, M., y Powers, B.R. (1968). La aldea global. Barcelona: Gedisa.

Mikos, T. (2000). “Comunicación y política simbólica”, en Las decisiones políticas. México: Siglo XXI.

Sartori, G. (1997). Homo Videns. La sociedad teledirigida. Taurus: Buenos Aires.

stbn0. (2019).

Steve Buscemi + Jennifer Lawrence MASHUP – Amazing Technology. [Video]. En Youtube. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=iHv6Q9ychnA

Villeneuve, D. (2016). Arrival. [Película]. Estados Unidos: Lava Bear Films/21 Laps Entertainment/FilmNation Entertainment.


Publicado en la edición #251 de revista Zócalo (enero 2021).
19 de enero de 2021