Los mamuts de Santa Lucía, gigantesco cementerio de hace 15 mil años
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Los mamuts de Santa Lucía, gigantesco cementerio de hace 15 mil años

La enorme cantidad de restos de mamuts encontrados en el polígono donde se construye el aeropuerto Felipe Ángeles en el Estado de México, representa una gigantesca veta de conocimiento acerca de cómo era la vida animal y vegetal hace 150 siglos.

La enorme cantidad de restos de mamuts encontrados en el polígono donde se construye el aeropuerto Felipe Ángeles en el Estado de México, representa una gigantesca veta de conocimiento acerca de cómo era la vida animal y vegetal hace 150 siglos. De ello nos habla el doctor en arqueología Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Hace unos 15 mil años a las orillas del lago Xaltocan, hoy municipio de Zumpango, pastaban caballos, camellos, y muchos mamuts, que se alimentaban de la abundante vegetación y del agua de los ríos, terminaba la última glaciación, en el pleistoceno.

Los mamuts, enormes masas peludas de cuatro metros de altura, y entre seis a diez toneladas de peso, se desplazaban sobre las llanuras y algunos por su enorme tonelaje, quedaban atrapados entre el fango del lago o eran cazados por los primeros habitantes de la región.

En la misma zona y 15 mil años después, las excavadoras que remueven la tierra para construir las pistas del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, en Santa Lucía, se topan con relativa frecuencia con los restos de aquellos gigantescos animales, cuyos colmillos servían para disputarse a las hembras o enfrentar a los tigres dientes de sable que merodeaban también por el rumbo.

A finales del año pasado, en donde se construyen las dos pistas y la torre de control, comenzaron a descubrirse los primeros huesos de mamuts. En enero ya eran 12 los ejemplares encontrados. Aunque la historia apenas comenzaba, porque a principio de junio del 2020, ya se contabilizaban 129 puntos de búsqueda, con ¡70 mamuts identificados! Todo un cementerio prehistórico de la especie columbi.

Un mes después, los puntos de excavación sumaron 145, y las cantidades de restos de mamuts ya fueron ¡80!

 

– ¿Por qué se dice que los hallazgos en Santa Lucia son de dimensión internacional?, se le pregunta a Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

–Por el número de individuos. Es raro encontrar un depósito tan grande. Esto se acumuló durante miles de años, quizá 15 mil. Era un ambiente propicio para la llegada de estos animales. Por eso es una excavación tan importante, ya que se podrán hacer muchos estudios.

– ¿Usted ya tiene conclusiones preliminares acerca de este hallazgo?

– No me atrevería a adelantarme, pero esta muestra tan grande nos permitirá hacer estudios relevantes. Lo importante es recuperar los restos óseos y la información que rodea estos hallazgos, con el fin de responder las preguntas que están por venir.

– ¿Cuándo terminará la excavación?

– Seguirá hasta el próximo año. Pero es la punta del iceberg. Vendrá el trabajo de gabinete. Se trata de un proyecto que durará varios años e irá arrojando sus frutos poco a poco.

Al inicio de las excavaciones participaban menos de diez arqueólogos, ahora son 30 arqueólogos, además de tres paleontólogos, seis restauradores y más de 200 obreros encabezados por el doctor Rubén Manzanilla. La Secretaria de la Defensa Nacional paga los salarios de algunos de nuestros arqueólogos; nos proporcionan obreros; equipo para el levantamiento topográfico y resguardo de las osamentas. Ellos también están muy comprometidos y trabajan de manera coordinada con nosotros. Pero el trabajo de recuperación de los restos es nuestro. “Es un equipo grande, pero necesario para un hallazgo de estas dimensiones”, añade Sánchez Nava.

– ¿Qué le sorprende más en estos hallazgos?

– El número. Jamás pensé que fuéramos a encontrar tantos. Calculaba cinco o seis, pero se multiplicaron. Eso es lo más relevante, y sobre todo la expectativa para arribar a conclusiones sólidas, profundas y fundamentadas. No es lo mismo hablar de dos o tres individuos que de 50 o más, que tengan cierta talla, patología. Qué afortunados hemos sido en el Instituto, de haber acompañado esta obra, pues de otro modo no tendríamos oportunidad de recuperar esta información.

Podríamos pensar más adelante en un museo que hable de estos hallazgos, y recrear cómo era el ambiente aquí. Especialistas determinarían a través del polen, la existencia de las plantas que existían hace 15 mil años en este lugar, peces y aves que definieron esta región, que puedan exhibirse en el museo, que ya está contemplado. Debemos definir, en conjunto con los constructores del aeropuerto cuál sería el lugar idóneo.

 

– ¿Ustedes sabían de la presencia de este tipo de vestigios? ¿Por qué se recuperan hasta ahora, no había un plan para hacerlo antes?

– El INAH no trabaja de esta manera. Esto es una investigación de salvamento arqueológico. Sabíamos que en el área iban a aparecer restos de fauna pleistocénica, pero no sabíamos dónde. Así que ahora estamos aprovechando las excavaciones propias de la obra, y en el momento del hallazgo, decimos: “permíteme tantito, y déjame trabajar a mí, para recuperar restos”. Lo vamos a hacer, inclusive, con el Tren Maya. Los constructores tienen la obligación, por ley, de financiar las investigaciones de salvamento arqueológico. Hemos tenido buena respuesta. Ignoramos, reitero, dónde pueden darse los descubrimientos, ni en qué cantidad. Esa es la grata sorpresa, porque las obras nos dejan avanzar muy rápido.

– ¿Eso significa que la investigación no estaba en la agenda, pero se propició con la construcción del aeropuerto?

– Cuando se inicia este tipo de labores, el constructor debe acudir al INAH y el Instituto los acompaña al sitio para recuperar el patrimonio nacional. De no ser por ello, nunca se hubiera sabido que estaban ahí todos estos vestigios, como en el caso de las trampas de Tultepec (a diez kilómetros de Santa Lucía), donde quizá haya más (mamuts). En estas obras el INAH se encarga de dar el seguimiento, realizar las investigaciones que permitan recuperar información. De no ser así, permanecería oculta para siempre. En aquellos años, el Valle de México, era una oquedad cerrada, con salida hacia el sur, por el Ajusco. El cuerpo líquido se acumulaba en cinco lagos, dos de ellos de agua dulce, Xochimilco y Chalco, al sur; en el centro Texcoco –el más grande de todos– y al norte los de Zumpango y Xaltocan de agua salada. Tenían mucha vegetación y fauna: peces, grullas, anélidos, tigres diente desable. Una rica variedad.

– ¿En qué condiciones están los huesos?

– Son diversas las situaciones. Debemos someterlos a procesos de restauración y conservación. Por ejemplo, protectores de yeso para tratar algún fracturado, al que si dejamos expuesto los cambios en el clima lo degradan. Por eso se levantan los restos y se envían a un laboratorio, para posteriormente armar las osamentas de estos grandes mamíferos.

– ¿Podría sintetizar la estrategia de búsqueda, remoción de escombros y excavación?

– La arqueología es destructiva, vamos demoliendo lo que rodea al hallazgo, debemos hacer mapas, dibujos, planos, registros. Son miles de huesos, incluso puede haber otro tipo de animales, peces, aves, que pueden estar compartiendo espacio con estas osamentas y de todo eso debemos llevar un registro preciso, y saber todo lo que estamos alterando”. Escarbamos para conocer el comportamiento de las capas de la tierra que se acumularon durante millones de años. Acompañamos las excavaciones para realizar estudios geológicos, y cuando sobreviene un hallazgo, lo ubicamos en tres dimensiones: horizontal, vertical y profundidad. Así, concebimos los riesgos del terreno para después hacer una investigación meticulosa.

– Los hallazgos todo un platillo apetitoso para los arqueólogos.

– En esta excavación trabajan alrededor de 30 jóvenes. Es una gran oportunidad para ellos. Podrán generar investigaciones, ponencias. En sí eso ya es un gran estímulo. Se dudaba si la cacería de estos animales era eventual o cotidiana, y con base en los datos que arroje podemos llegar a una conclusión.

 

 

@revistazocalo

Publicado en la edición #246 de Zócalo

7 de agosto de 2020