Miguel Ángel Granados Chapa, abogado
Periodismo

Miguel Ángel Granados Chapa, abogado

Perla Gómez Gallardo

Fue un 8 de septiembre de 2004 cuando conocí a mi ahora amigo Alfredo Rivera Flores, a escasos siete días de haberme incorporado al área jurídica de la Asociación Civil Libertad de Información México (LIMAC). Llevaba bajo el brazo un manojo de hojas que pre­tendían ser una demanda por daño moral. Un político llama­do Gerardo Sosa Castelán lo emplazaba a juicio a él y a todos los que participaron en la elaboración del libro “La sosa nos­tra, porrismo y gobierno coludidos en Hidalgo”, entre ellos destacaba el prologuista: Miguel Ángel Granados Chapa.

Fue así como inició lo que a la fecha es la defensa más larga en casos de daño moral en México (y me atrevo a decir en Latinoamérica), que al día de hoy no termina. Conocí a Miguel Ángel en octubre de 2004 y durante estos siete años tuve el honor de defenderlo y ser testigo, en el acoso judicial del cual salió avante, de su entereza, valentía y consistencia pese a los momentos difíciles de su enfermedad en los que jamás dejó de asistir al llamado de los tribunales.

En los desayunos, después de su programa de Plaza Pú­blica en Radio UNAM, le daba cuenta del avance del litigio por el libro de su amigo de toda la vida Alfredo Rivera, y a sabiendas de que sería llamado a juicio, aceptó la defensa que en ese entonces LIMAC aportó de manera gratuita.2

Mientras el perenne juicio de Sosa seguía su curso, don Miguel Ángel me buscó en marzo de 2006. Tenía con él otra demanda por daño moral instaurada por Regino Díaz Redondo. Dos juicios derivados de manera frívola y teme­raria ocupaban la atención de Granados Chapa. De nueva cuenta me di a la tarea de presentar con oportunidad la con­testación de la demanda y sumar posteriormente la defensa conjunta a favor de Froylán López Narváez, quien compar­tía el lugar de demandado también con el Canal Once. El juicio se derivó del programa televisivo: In memoriam: “La Cooperativa Excélsior. Una Muerte Anunciada”.

No entraré aquí al análisis técnico-jurídico que preparo en textos como casos de estudio del proyecto académico de la UAM Cuajimalpa, “Todos Por el Derecho de la Informa­ción” (TPDI) que me permite, en casos emblemáticos de defensa del ejercicio responsable de la libertad de expresión, realizarla de manera gratuita. Lo que quiero dar cuenta en estas palabras de recuerdo son tres anécdotas que ilustran quien era Miguel Ángel en tribunales.

La constancia

En cuatro ocasiones acudió a sendas audiencias para de cara a sus demandantes, dar las razones por las cuales la ofensa la constituía la exigencia de lo que en los hechos no ocurría. Este tipo de juicios es emblemático por el ejercicio de su libertad de expresión que realizan personas como Grana­dos Chapa, Alfredo Rivera, Eduardo Huchim, Rubén Lara y Lorenzo Meyer. El cuidado en el uso de la palabra con propiedad, acompañado de la fuente idónea para sustentar su dicho y la expresión correcta en la opinión permite una defensa consistente y reforzada.

Miguel Ángel no dejó de asistir a las citas, firmar los escri­tos y desahogar las audiencias. Con mesura y oportunidad publicó en momentos clave sobre los casos de los periodistas y académicos antes mencionados, acompañó la denuncia pública ante las irregularidades en diversas conferencias de prensa. Encabezó el Amicus curae (texto de análisis jurídico

de apoyo a casos relevantes) a favor de la libertad de expre­sión, en donde en menos de 3 días se adhirieron más de quinientas personas (periodistas, académicos, fundaciones, sociedad civil) siendo el texto con las firmas más plurales que se ha presentado ante la Suprema Corte. Pequeña mues­tra de su capacidad de convocatoria.

La mirada de Miguel Ángel era radian­te, esa mirada profunda, indignada, casi llorosa pero de intensa, como sólo saben mirar los hidalguenses cuando saben que la razón les asiste y pese a la adversidad se sostienen con temple.

La severidad

Lo narró de manera puntual en su artículo “Los días de julio y el Díaz de julio” en el semanario Proceso del 9 de julio de 2006. A pocos días de cumplir treinta años de la ominosa estrategia que propicio la salida de Julio Scherer de Excélsior se reencontraron Granados Chapa y Díaz Redondo. Pocos conocen de este caso cuando la imparcialidad del juzgador propició un clima en donde las razones se hicieron valer sin necesidad de recurrir a la denun­cia pública ante irregularidades que lamentablemente sí se pre­sentan en otros juzgados.

La ocasión fue en el marco del desahogo de la audiencia de pruebas, todos los involucrados tuvieron que ser cuestionados en la llamada prueba confesio­nal. En el escritorio de frente al juez sentados Froylán y Miguel Ángel, al costado derecho de él, Regino. En cuanto se sientan, Miguel Ángel se mete las ma­nos a las bolsas del pantalón, se encorva y en actitud retadora mira fijamente a los ojos a Regino. Si la vida se construye en los acontecimientos, este es uno digno de contar. Ante la petición de Regino al juez para que le llamara la atención a Miguel Ángel, éste se sentó en posición correcta, eso sí, sin dejarlo de mirar directamente. Recuerdo que le dije que en esos actos lo importante era no hacer enojar a la autori­dad, sino darle elementos para que se pronuncien a favor de nuestra causa. Fue así que formulé la siguiente pregunta a Regino: “Que diga el absolvente si es cierto como lo es: que usted es responsable del declive del periodismo en México”, cuando el juez la calificó pertinente para que se le diera res­puesta, la mirada de Miguel Ángel era radiante, esa mirada profunda, indignada, casi llorosa pero de intensa, como sólo saben mirar los hidalguenses cuando saben que la razón les asiste y pese a la adversidad se sostienen con temple. Obvio decir que la respuesta fue negativa pero el momento se dio y fue único. Finalmente en las instancias subsecuentes gana­mos el caso y todos fueron absueltos. Un juicio que conclu­yó sin mayores contratiempos.

La solidaridad

En el kafkiano desarrollo del juicio de Rivera se llegó al extremo de acusarme de falsedad en la firma de escritos que presenté por los acusados (las defensas incluían no sólo al autor del libro y el prologuista, sino también a Tomás Gra­nados por la formación tipográfica de Libraria, a Enrique Garnica por diseñar la portada y Héctor Rubio Traspeña por tomar la fotografía al autor en la contraportada) Existió el temor fundado de ser acusada de delito grave ante esas irregularidades que se propiciaron en el expediente.

En lo desbordado de la situación, la solidaridad afloró y en la siguiente audiencia de una duración de casi cinco ho­ras, acompañaron la causa más de cuarenta personas. Con el temor de la omisión sólo mencionaré a manera de ejemplo el nombre de algunos de esos acompañantes: Carlos Monsi­váis, Carmen Aristegui, Jenaro Villamil, René Delgado, Ra­fael Rodríguez Castañeda, Clara Jusidman, Reporteros Sin Fron­teras, Revista Zócalo, Proceso, Re­forma, CNN en español.

En 2008, el cáncer de don Miguel Ángel ya era patente, no obstante jamás fue óbice para que dejara de atender los litigios. En el caso del libro “La sosa nostra” todos fueron absueltos, excepto el autor del libro. Siguió publicando en apoyo a la cau­sa con la indignación del fallo, pero sin perder el humor. Afir­mó que si esto fuera un partido de fútbol, -si se demandó a cinco personas y sólo a una se le pretende sancionar- el marcador era de cuatro a uno, a favor de los demandados.

Ese fue el Miguel Ángel Granados Chapa ante tribuna­les: sereno, firme y sabedor de que pese a vivir en carne viva el acoso judicial como ataque a su libertad de expresión, no lo consiguieron. Se fue libre, sin el estigma de la injusta san­ción judicial. Libre por siempre. Adiós al Abogado.


Referencias:

1 Profesora Investigadora Titular C, UAM Cuajimalpa. Abogada litigante en casos emblemáticos de libertad de expresión.

2 Justo es reconocer que cuando LIMAC cerró por cumplimiento de su obje­tivo inicial y me incorporé a la investigación en la UAM Cuajimalpa se inició una defensa igualmente gratuita gracias a que el caso es un proyecto de inves­tigación y al apoyo de más de un año de FUNDALEX que aportó los gastos de juicio y pasante de 2009 a 2010.

16 de octubre de 2021