Miguel Ángel, ¿y ahora qué hacer?
Periodismo

Miguel Ángel, ¿y ahora qué hacer?

El deceso del maestro Miguel Ángel Granados Chapa, el 16 de octubre, generó va­riadas muestras de pesar entre amplios sectores del periodismo, la comunicación y la política. La Asociación Mexicana de Derecho a la Información, de la que Granados Chapa fue presidente de su Consejo Consultivo, le organizó un homenaje póstumo el jueves 20 en el Club de Periodistas. Reproducimos algunos textos leídos en memoria del autor de “Plaza Pública”.

Fátima Fernández Christlieb

Agradezco a la AMEDI y a Aleida Calleja, su pre­sidenta, la invitación a este homenaje. Lo agra­dezco enormemente porque a partir del pasado martes 18 de octubre, cuando me llamó, me vi en la obligación de salir del sentimiento de tristeza densa en la que estaba sumida tras enterarme de la partida de Miguel Ángel, para comenzar a pensar qué podemos hacer de ahora en adelante. Quisiera compartirles una especie de diálogo que he tenido con él.

Miguel Ángel:

Estarás de acuerdo conmigo en que no es pertinente decir: ¿qué vamos a hacer sin ti, Miguel Ángel? Lo que sigue es qué vamos a hacer con tu herencia. De qué manera podemos contribuir a prolongar tu obra.

Lorenzo Meyer, en su texto de hoy jueves 20 de octubre, en ese espacio de Reforma, abajo del tuyo, dice que la forma de hacer política que tú elegiste no fue la del poder, sino la de los principios.

Y agrega textualmente: “…como actor plenamente inde­pendiente de la plaza pública no ejerció el poder, pero dio voz a la parte más vigorosa y demandante de la ciudadanía mexicana y de esa manera atacó el flanco más débil de la clase política y forzó al poder a oírlo”.

Así lo hiciste Miguel Ángel, así tenemos que seguir refor­zando, empoderando a la ciudadanía.

Dice Meyer también que la muerte llega por igual para los mejores y para los peores, pero en un ámbito de lo pú­blico tan degradado como el nuestro, los peores abundan y cuando desaparecen sobran quienes les reemplacen. “Los mejores en cambio –cito textualmente– son tan pocos que cuando uno solo de ellos muere nace un vacío que de tan grande sobrecoge”.

Ese vacío enorme que dejas, Miguel Ángel, no lo va a lle­nar nadie, no lo puede llenar una persona, lo tenemos que llenar entre todos, la ciudadanía tiene que ocuparlo.

¿Cómo? ¿De qué manera? Son las preguntas que tenemos que respondernos. Se fue tu voz, como dice Lorenzo en el título de su texto de hoy, se fue tu voz, pero no tu espíritu y a ése podemos recurrir.

No se trata de soltar ocurrencias sino de poder penetrar la realidad. Los ciudadanos nos hemos ido organizando poco a poco. Es cada vez más frecuente ver gremios, grupos de interés, asocia­ciones que conociendo su parcela de realidad recla­man vigorosamente ante las autoridades; AMEDI es una de ellas.

Recuerdo el gusto y el orgullo que sentiste en aquel auditorio de la Fa­cultad de Derecho de la UNAM cuando comen­zaste a presidir el Consejo Consultivo de la AME­DI. Esta asociación que hoy te rinde un homenaje póstumo es uno de esos embrio­nes ciudadanos que tiene la misión de seguir alimentando técnica y humanamente la parcela de realidad nacional que sabemos cultivar.

Hay que ser cada vez más objetivos, más contundentes y vincularnos más a los ciudadanos que se atoran en las complejidades de la convergencia digital o en los laberintos legislativos. También tenemos que buscar la manera de ser un referente inequívoco y permanente para los medios, una fuente confiable y profesional.

Si en cada ámbito de la realidad nacional hubiera una asociación de ciudadanos divulgando sus conocimientos y sus formas de sortear los problemas colectivos, esa ciudada­nía organizada podría darle continuidad a esos seres que en el ámbito de lo público son, como dice Meyer, los mejores, como fuiste tú, Miguel Ángel. Y si los medios recogieran y cruzaran estas aportaciones, la sociedad civil organizada estaría construyendo redes para una óptima organización del quehacer público.

No te quepa la menor duda de que transitaste por esta vida y por este país haciendo público y compartiendo lo mejor de ti. Gracias, Miguel Ángel Hacia donde estés vaya nuestro agradecimiento.

Cómo y cuánto me hubiera gustado relatarte una sesión que tuvimos hace unos días sobre este asunto de la ciuda­danización de lo público en el CONEICC, ese consejo que agrupa a las principales escuelas de comunicación del país. En una asamblea nacional planteamos la necesidad de re­visar la supuesta ciudadanización del Premio Nacional de Periodismo.

Herencia rica y vasta

Hace diez años, en junio de 2001, fue la última vez que el Estado entregó el premio. Supuestamente se ciudadanizó, pero no creo que la ciudadanía lo sienta suyo. En el con­sejo de premiación hay universidades y organis­mos respetables, pero algo está fallando. Este año, ese premio no se en­tregó en el día de la liber­tad de expresión. Cuánto nos gustaría, Miguel Ángel, saber qué piensas al respecto, que tendríamos que hacer para que quienes lo ganen sean realmente paradigmas de calidad humana y periodística. Tendrías tanto qué decir en estos momentos…tú, quien re­cibió varias veces este premio.

Tu espíritu, como asegura Meyer, no se ha ido. Sabremos descifrarlo, tu herencia es vasta y rica. Y además tenemos delante una realidad obvia: los medios del 2011 no son los de hace diez, ni 30 ni 50 años. Hay dos realidades que los hacen diferentes: una la tecnológica y otra la social.

Ser periodista hoy implica retos personales y peligros de muerte que nos eran desconocidos. Para premiar al repor­tero de hoy tenemos que usar nuevas categorías. Ya no nos sirven únicamente los tradicionales géneros periodísticos. ¿Cómo premiar al periodista valiente, que sin ser temerario, sin desconocer la brutal realidad, se acerca al hecho? Ten­dría que hacerlo cubierto por su gremio y por sus lectores. Y si los ciudadanos se han vuelto reporteros y corresponsales gracias a la tecnología, ¿por qué no premiar al ciudadano que con mayor calidad armó una nota en el momento opor­tuno? Nuevas categorías y una buena sacudida a la forma de integrar los jurados podrían ayudar.

De verdad, Miguel Ángel, que regresé de esa asamblea de comunicólogos con deseos de conversar todo esto contigo. Ya no estás. Están –y tengo que repetírmelo– tu espíritu y tu legado. Lo conversaremos entre nosotros, con los periodistas sensibles a lo que el país realmente necesita. Lo trabajaremos a la luz del ejemplo de honestidad y entrega que dejaste.

No te quepa la menor duda de que transitaste por esta vida y por este país haciendo público y compartiendo lo me­jor de ti. Gracias, Miguel Ángel. Hacia donde estés vaya nuestro agradecimiento.

15 de octubre de 2021