Morena en su laberinto
Comunicación Política

Morena en su laberinto

Alberto Pérez Schoelly

1.- Historia e identidad

Para muchos de nosotros, gente de izquierda, el triunfo de MORENA y de Andrés Manuel el pasado año abre perspectivas muy interesantes. En los momentos actuales, tratar este tema resulta ser altamente peligroso. Por un lado, los conservadores, hoy conocidos en las redes sociales como “derechairos” o “amlofóbicos”, simplemente, sienten mucha ansiedad cuando escuchan palabras como “marxismo”, “socialismo”, “comunismo” y otros términos igualmente atemorizantes. Esto no debiera de sorprendernos, porque para muchos derechistas, hasta el sexenio de Echeverría fue “socialista”. Para otros, nos encaminamos a un régimen parecido a Venezuela, que se le ha dado en llamar el “Socialismo Siglo XXI” -término y concepto con el cual estoy totalmente en desacuerdo, pero eso sería motivo de otra discusión-, y así podríamos mencionar más absurdos por el estilo. No hay respeto por el significado de los conceptos, trátese de palabras como “socialismo”, “comunismo” o “dictadura”, bien sea por ignorancia o por una deformación intencional. Pero veamos las cosas con un poco de mayor detenimiento.

En primer lugar, habría que definir qué entendemos por Izquierda.  En este punto, me parece muy adecuado lo que escribe Boaventura de Sousa Santos:

“Izquierda significa el conjunto de teorías y prácticas transformadoras que, a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, han resistido a la expansión del capitalismo y al tipo de relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que genera, y que surgieron con la convicción de que puede existir un futuro postcapitalista, una sociedad alternativa, más justa por estar orientada a la satisfacción de las necesidades reales de los pueblos, y más libre, por estar centrada en la realización de las condiciones del efectivo ejercicio de la libertad» [1]

A esta amplia definición yo agregaría que, desde el origen mismo de la “izquierda” –donde caben socialistas, comunistas, socialdemócratas, anarquistas, lo que ésta contiene en sí misma también es un conjunto de ideales y principios que conforman toda una ética política. Esta ética de la izquierda, por así llamarla, es una construcción nacida de la misma lucha de clases, la cual no solamente existe a partir de la sociedad capitalista actual, sino que tiene milenios, desde que la división del trabajo social y la apropiación del trabajo colectivo propiciaron la existencia de clases sociales dominantes y de clases sociales subordinadas. Del mismo modo, con el desarrollo de las diferentes sociedades divididas en clases, esta ética política se ha ido construyendo, con las especificidades que le da la diversidad cultural de las distintas comunidades y naciones. En términos generales, este ethos [2] está constituido a partir de valores y principios morales como el ayudar a los pobres, socorrer al migrante y al sin techo, es decir, a los vulnerables de una sociedad. Sobre esta base, se han creado religiones, filosofías y credos. Y este “ethos de izquierda”, hasta hoy en día persiste, terca y obstinadamente, en países avanzados y en países pobres.  El neoliberalismo no ha podido socavar su importancia e influencia.

Por influencia de este “ethos de izquierda”, considero que han surgido grandes pensadores en la historia, que aportaron fundamentos teóricos a la misma, desde la simple crítica social hasta las propuestas de transformación radical de la sociedad.  Entre la obra “Utopía” de Tomás Moro, hasta el “Manifiesto Comunista” de K. Marx y F. Engels, hay una línea roja directa que los une. Difiero de esta opinión. Las clases dominantes, en cualquier época, en cualquier modo de producción, imponen sobre el resto de la sociedad sus valores y sus creencias. Nunca han estado de acuerdo con valores como la solidaridad o acciones humanitarias, por ejemplo. Hoy en día, la derecha defiende solamente intereses, su objetivo es mantener el statu quo, y siacaso se ve obligada coyunturalmente a hacer concesiones sociales, económicas o políticas, es para reforzar a la postre su dominio. A la izquierda un tema nos parece fundamental: la igualdad; más allá de ser un valor moral insustituible, la consideramos un derecho universal, mientras que para la derecha es solamente un prejuicio.

En México, la historia de la izquierda se remonta a mediados del siglo XIX. Si bien no se reflejaba todavía en organizaciones políticas, los miembros intelectuales más destacados de la generación liberal como Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, José María Iglesias e Ignacio Manuel Altamirano, conocieron de las filosofías socialistas y anarquistas provenientes de Europa. Todos ellos escribieron al respecto, oponiéndose sin embargo con diferentes argumentos a lo que conocían o entendían como “comunismo”. Su filosofía era el positivismo y el liberalismo económico de la burguesía industrial europea. No obstante, esa generación de liberales mexicanos del siglo XIX pueden ser considerados como la “izquierda” del país en ese entonces. Las ideas de socialistas utópicos como Saint-Simon, Owen o Fourier eran relativamente desconocidas. Aun así, Gastón García Cantú relata dos experiencias en México para fundar ciudades ideales, tipo los falansterios de Charles Fourier [3].

Mención aparte merecen los anarquistas mexicanos del siglo XIX. En México y en toda Hispanoamérica, el anarquismo tuvo mucha mayor importancia que el marxismo, situación que prevaleció hasta el triunfo de la Revolución Rusa. “Compartían la opinión común del socialismo de P. J. Proudhon de que el hombre nace bueno, pero que la propiedad privada, la desigual distribución de la riqueza, la creciente industrialización y la naturaleza explotadora del prevaleciente orden social creaban la perversión moral, corrompían al gobierno y enfrentaban al hombre con el hombre”. [4]

Sobre todo, la influencia anarquista en comunidades campesinas del norte de México y en algunos sectores industriales como el textil, fue muy importante gracias al intenso trabajo político y editorial que realizaron los hermanos Flores Magón durante el Porfiriato, como verdaderos precursores de la Revolución Mexicana, con el Partido Liberal Mexicano.

Precisamente con la Revolución, se originan las principales fuerzas de izquierda que dominan el escenario político mexicano hoy en día. Entre los trabajadores ferrocarrileros se dieron los primeros intentos de organización. Al poco tiempo los obreros textiles de Puebla, Tlaxcala y Veracruz formaron sindicatos y finalmente se reunieron en el Gran Círculo de Obreros Libres de esa región, integrando un grupo compacto y decidido en las luchas proletarias de la primera década del siglo XX. Las nuevas organizaciones de los trabajadores –conocedores del pensamiento socialista y anarquista- sostuvieron un programa de claras reivindicaciones de clase y comenzaron a utilizar nuevos métodos de lucha, entre ellos la huelga. “Mientras tanto, los campesinos comenzaban la revolución. En distintos puntos del país, sin concierto previo, pequeños grupos armados de indios y peones tomaron las tierras de cantidad de grandes haciendas y las araron y sembraron bajo la protección de sus fusiles (…) Así empezó la revolución mexicana”. [5]

En la Revolución Mexicana surgieron diferentes corrientes, por ejemplo la maderista, que tuvo el papel hegemónico en la etapa inicial y que podríamos calificar como democrático-burguesa, y la villista y zapatista, el ala de izquierda del movimiento, que sin embargo no tuvieron más que una influencia marginal en la formación del nuevo Estado postrevolucionario. El maderismo tuvo como continuadores a personajes que se opusieron al nuevo Estado, como serían los casos de José Vasconcelos, candidato presidencial opositor en 1929 y Manuel Gómez Morín, fundador del opositor Partido Acción Nacional. Pero además, desde Carranza hasta Elías Calles, los sucesivos gobiernos aplicaron reformas regresivas, antidemocráticas, en tanto que las tareas reformistas se habían llevado a cabo de forma limitada. En efecto, la redistribución de la tierra, que se había inscrito como bandera en la Constitución de 1917, trece años después 13 mil 400 terratenientes seguían poseyendo el 83% de la tierra.[6]

Sobrevino un fuerte viraje con la llegada del general Lázaro Cárdenas al gobierno, como la expresión política de la segunda fase ascendente de la Revolución Mexicana y, una vez en el poder, se afirmó y se desarrolló como un gobierno nacionalista revolucionario y antiimperialista. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que con el gobierno cardenista, la Revolución Mexicana alcanzó su cúspide. Las fuerzas de izquierda en México, en el contexto cardenista, alcanzaron una importancia sin precedentes. Por un lado el lombardismo y el estalinista Partido Comunista Mexicano, con todas sus limitaciones y contradicciones, se asumieron como el ala izquierda del cardenismo y apoyaron la organización corporativa impulsada por el gobierno con obreros (CTM) y campesinos (CNC), que constituirían más tarde los cimientos del Partido Revolucionario Institucional.

Con el gobierno de Ávila Camacho y posteriores, vendría la consolidación del nuevo Estado mexicano. Todavía, hasta el gobierno de José López Portillo, se auto llamaban “gobiernos de la revolución mexicana”, lo cual desaparecería a partir del gobierno de Miguel De la Madrid, esto es, con el inicio de la fase neoliberal del capitalismo mexicano. El PCM pasó a una semiclandestinidad desgastante y el lombardista Partido Popular Socialista, se volvió un partido paraestatal, ungido a los sucesivos gobiernos del PRI.  

En el periodo de 1940 (fin del cardenismo) a 1988 (primer fraude electoral del régimen neoliberal), la lucha social en México y las organizaciones de izquierda tuvieron largos periodos de resistencia y de represión. Podemos mencionar al movimiento ferrocarrilero de 1958-59, el de médicos de 1966, el movimiento estudiantil-popular de 1968, el de la Tendencia Democrática de los electricistas de 1974-75, o las guerrillas urbanas y rurales de los años 60, 70 y 80. En este periodo se tuvo también el resurgimiento del Partido Comunista Mexicano, con una dirección democrática y renovada con Arnoldo Martínez Verdugo, que desembocaría en la creación del PSUM-PSM, también el Partido Mexicano de los Trabajadores fundado y dirigido por el líder de los maestros en el movimiento del 68, Heberto Castillo, y otros partidos como el Partido Revolucionario de los Trabajadores, que representó en su momento la fusión del trotskismo moderno en México, hasta ese momento dividido en varios grupos y otros más. Finalmente, con el fraude electoral ya mencionado, surge el Partido de la Revolución Democrática, como resultado de la lucha electoral dirigida por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros destacados militantes del PRI, del PSM, del PRT y otras organizaciones. Nació así el primer partido de izquierda de masas en México.

2.- La 4T y MORENA

Con el surgimiento del primer partido de izquierda de masas en México, ya que el PCM, el PMT, el PRT y otros más pequeños habían sido fundamentalmente partidos de cuadros, inicia una nueva etapa de lucha de la izquierda. El régimen neoliberal, encarnado en Carlos Salinas, para nulificar la influencia masiva obtenida por la campaña electoral de Cárdenas, empleó a fondo todas las herramientas a su disposición, las mismas que había usado con éxito en los 60 años anteriores: la cooptación y la represión e inauguró las famosas “concertacesiones”, con lo que afianzó el bloque dominante con el PAN y golpeó con gran éxito a las fuerzas de la izquierda electoral. El surgimiento público en enero de 1994 de la guerrilla del EZLN movió las piezas del tablero político de fea manera. El asesinato del candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio, terminó por dar la puntilla a la pretendida estabilidad lograda por el régimen de Salinas.

El gris sexenio de Ernesto Zedillo constituyó la transición entre el régimen neoliberal del PRI al régimen neoliberal del PAN, con lo cual podemos hablar a partir de entonces de un “PRIAN”, ya que esencialmente actúan desde el gobierno con las mismas políticas públicas. Zedillo preparó el terreno para que en el año 2000 se diera por primera vez el triunfo de un candidato a la Presidencia de la República de otro partido diferente al PRI.

En el año 2000, Vicente Fox, un empresario sin militancia panista, llega por medio del PAN a la Presidencia de la República. Con el proceso de desafuero que dirigió Fox contra el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, da inicio un poderoso movimiento popular que finalmente lo llevaría a la Presidencia de la República en 2018, habiendo sufrido previamente dos fraudes electorales, en 2006 y 2012. Para lograr esta hazaña, AMLO tuvo que integrar un nuevo partido político surgido de este movimiento, llamado Movimiento Regeneración Nacional (MORENA). La construcción de este partido nos exigió a los militantes grandes sacrificios y mucho trabajo. Logramos construir una aceitada maquinaria electoral que llevó al triunfo nuestro movimiento. Sin embargo, hay graves contradicciones y peligros que acechan al gobierno del compañero Presidente Andrés Manuel, al gobierno de la 4T.

MORENA no puede ser considerada, desde ningún punto de vista, como una «organización política burguesa», como algunos compañeros de extrema izquierda nos califican.  Tampoco, a decir, verdad, como una organización «clasista y proletaria». Una caracterización más precisa de MORENA sería como «organización de masas pluriclasista». Nuestro programa político está contenido en nuestros documentos básicos, que son ampliamente conocidos dentro y fuera de MORENA. ¿Este programa es proletario, socialista y revolucionario? Nadie afirma que lo sea. Al interior del partido, al ser una organización pluriclasista, caben todas las ideologías (excepto las derechistas, las fascistas o las provenientes de la mafia del poder de México), aunque se hace una precisión general: sí nos consideramos una organización de Izquierda. Que seamos incluyentes, no quiere decir que seamos indefinidos ideológicamente.

Y esto es así porque nuestro objetivo primario, que es tomar el poder para lograr transformar al país, implica llegar al gobierno para legislar y modificar las instituciones para que sirvan a las grandes mayorías, al pueblo trabajador. Es lograr que el pueblo sea el que gobierne. Es lograr que «el pueblo organizado salve a la nación», en otras palabras, creemos que la emancipación de los trabajadores solo puede ser obra de los trabajadores mismos. Hasta ahora, hemos conseguido el gobierno, más no el poder. Este tiene que ser construido desde abajo, por el pueblo mismo.

Por ello es que, ante sus problemas internos, es imperativo que MORENA retome su esencia. “Ello implica asumirnos como continuidad de las mejores tradiciones culturales y de lucha del pueblo mexicano, reconociendo de dónde procedemos para saber qué somos y a dónde nos dirigimos. Implica, un programa político de corte nacionalista y popular, por lo tanto antineoliberal, comprometido con las necesidades y expectativas de las grandes mayorías (…)”. [7] Esta tarea solamente puede ser acometida por las bases de MORENA. La 4T necesita un partido a su altura.

El gobierno del compañero Andrés Manuel, el gobierno de la 4T, debe entenderse como un gobierno de transición. Se ha afirmado, como si fuera una verdad evidente, que el 1º de julio hubo una “Revolución de las Conciencias”. Creo que eso no es del todo cierto. La enorme votación para MORENA constituye, es verdad, una insurrección cívica y pacífica en contra del viejo régimen. Pero, como bien dice José Mújica, ex Presidente de Uruguay, México no se volvió de izquierda de repente, sino que manifestó su hartazgo.[8] El “ethos de izquierda” que algunos de los cuadros de MORENA practicamos y difundimos, no ha sido apropiado intelectualmente por el pueblo mexicano, y tampoco ha sido introyectado emocionalmente. Al interior de MORENA mismo conviven grupos políticos con prácticas políticas disímbolas, que no siempre van de acuerdo a la ética política. Hay que reafirmar aquí que las prácticas clientelares, la gestión de “apoyos” y el acarreo jamás estuvieron ligadas a los viejos partidos de la izquierda socialista o marxista. Somos el producto de fuerzas de izquierda procedentes del PRD y de otras organizaciones anteriores. También de personas sin partido ni formación política. A partir de su creación, hace seis años, MORENA no ha evolucionado como un partido político, ha dejado de actuar como movimiento y solamente ha funcionado como una maquinaria electoral.[9]

Es necesario, ante los retos de la 4T, refundar a MORENA como un partido claramente de izquierda y construir al mismo tiempo su ética política, ambos conceptos hoy muy diluidos en un pragmatismo cercano al oportunismo. Tenemos que construir un partido claramente diferente a los demás, con una democracia interna amplia e incluyente, una legalidad institucional respetada por todos y con una dirigencia que mande obedeciendo a las bases. Un comentario final: No puede haber una 4T sin una Revolución de las Conciencias. Por ello, es fundamental darle la importancia debida a la capacitación y formación política interna y hacia la sociedad.

Por ello, tomando como punto de partida la formación política en MORENA –entendida esta como un proceso educativo-formativo ligado indisolublemente a la organización partidaria, al impulso de sus comités de base, para generar un proceso que fortalezca al mismo tiempo la Conciencia y la Organización-, cabe plantear la necesidad de dar la batalla ideológica en su interior para definir con mayor claridad su perfil como partido de izquierda, anclado en principios éticos y en la lucha por la igualdad y la justicia social. Tenemos ante nosotros la tarea de repensar un proyecto revolucionario, sus fuerzas sociales, sus instrumentos organizativos, sus alianzas y su estrategia.


[1] De Sousa Santos, Boaventura. “Izquierdas del Mundo, ¡Uníos!”. Editorial. Siglo XXI, México 2019. Pág. 46.

[2] Palabra griega que significa el conjunto de las costumbres cotidianas de un pueblo, que Aristóteles o Hegel llamaban una segunda naturaleza, que se adquiere por educación, por tradición, en la familia, la comunidad de base y en el actuar de toda la sociedad.

[3] García Cantú, Gastón, “El Socialismo en México. Siglo XIX”. Editorial ERA, México 1969.

[4] Hart, John M., “Los anarquistas mexicanos, 1860-1900”. SEP Setentas, México 1974. Pág. 33.

[5] Gilly, Adolfo, “La Revolución Interrumpida”. Ediciones El Caballito, México 1971. Pág. 47.

[6] Córdova, Arnaldo, “La Constitución y la democracia”, en Rolando Cordera, Raúl Trejo Delarbre y Juan E. Vega, “México: el reclamo democrático”, Siglo XXI Ed., México 1988, pp.84-97.

[7] Cervantes Díaz-Lombardo Eduardo, “El Desafío de MORENA y otros textos”. Secretaría Estatal de Formación Política, MORENA CDMX, 2019. Pág. 40.

[8] https://www.forbes.com.mx/mexico-no-se-hizo-de-izquierda-sino-que-estaba-harto-jose-mujica/

[9] Pérez Schoelly, Alberto, “¿Es Morena el partido que requiere la 4T?”. En Revista Zócalo, núm. 234, agosto 2019, pp. 60-61.

Publicado en la edición #240 de Zócalo, febrero 2020.

1 de febrero de 2020