¿Por qué falló la guerra sucia?
Comunicación Política

¿Por qué falló la guerra sucia?

Guillermo Orozco y Darwin Franco /OBITEL México 

El error de quien o quienes implementaron nuevamente una “guerra sucia” en contra de Andrés Manuel López Obrador, hoy presidente electo de México, fue subestimar a la ciudadanía al creer que ésta sucumbiría otra vez al factor miedo como ocurrió en pasadas elecciones presidenciales. 

De hecho, el error más común entre quienes buscan incidir en el espacio público mediático es creer que los ciudadanos-audiencias son entes ajenos a las consecuencias de su entorno y que, en consecuencia, van a responder de manera unívoca a un mismo mensaje si éste contiene los mismos elementos del pasado.  

Esta manera de pensar ignora que quienes están al otro lado de la televisión, quienes escuchan la radio, leen un periódico, navegan por Internet o contestan una llamada a través del celular son ciudadanos-audiencias que muy lejos están de tener procesos de recepción únicos; es decir, hace mucho tiempo que su única manera de informarse depende de un sólo medio pues ahora su dieta mediática-informativa pasa por diversos procesos mediáticos e interpersonales, los cuales siempre fungen como filtros de interpretación. 

Lo que queremos expresar es que ahora las comunidades de interpretación mediática de las y los ciudadanos-audiencias son más amplias y, por ende, los mensajes del miedo como que México “se convertiría en la próxima Venezuela” o que López Obrador “liberaría a secuestradores y asesinos”, no tienen el mismo impacto porque de manera significativa cambiaron nuestras posibilidades de acceder a más y distinta información. Incluso, quienes no tienen acceso constante a Internet utilizan estas comunidades de interpretación para contrastar o verificar información. 

“Los ciudadanos-audiencias no sólo votamos contra algo o alguien; votamos porque existió un consenso social que identificó que no se podría permanecer de la misma manera, así que se eligió (elegimos) una nueva opción, de ahí que el triunfo avasallador de López Obrador.” 

Pensar que el factor miedo incidiría de manera determinante en la votación implica, para quien o quienes orquestaron la “guerra sucia” desde áreas de comunicación política del gobierno o de algún partido, que los ciudadanos-audiencia son ignorantes e ingenuos y que darían más valor al miedo que a las terribles consecuencias de padecer uno de los sexenios presidenciales más complicados en materia de seguridad y economía. 

Estos “genios de la estrategia política” ignoraron que la población también tiene y posee una memoria social, y que ésta, en los últimos años, se ha forjado a través de palabras como: corrupción, impunidad y tragedia. 

Hechos precisos como el escándalo de La Casa Blanca de Peña Nieto, la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa (quienes se tendrían que haber graduado junto con sus compañeros el pasado 13 de julio); las redes de corrupción reveladas por la investigación periodística La Estafa Maestra y la detención de gobernadores priístas como Javier Duarte, de Veracruz, por citar sólo algunos botones de muestra, son parte fundamental de una memoria social edificada poco a poco y totalmente reflejada en los resultados electorales que redujeron al poder en el gobierno, el PRI, a una fuerza mínima en todo el país. 

El miedo no bastó porque la realidad del país es innegable y nosotros como ciudadanos-audiencias comprendimos que, quizá, el mayor peligro para México era permanecer tal y como hasta ahora lo habíamos hecho. 

No se trata tampoco de erigir una figura mesiánica en torno a Andrés Manuel López Obrador, sino de comprender que los cambios socio-democráticos se construyen socio-culturalmente; es decir, no responden sólo al escenario político-electoral del momento, sino también a los cambios y configuraciones culturales que suceden con y a través de las prácticas políticas de los ciudadanos audiencias quienes, en esta ocasión, decidieron dar todo el peso a un nuevo partido como MORENA y a un político ampliamente reconocido como López Obrador. 

Algunos dirán que esto sucedió como un voto de castigo hacia los partidos como el PRI o el PAN; sin embargo, creemos que esto sería reducir lo que ocurrió en las urnas a un rencor social cuando lo que observamos el 1 de julio fue un crecimiento en nuestro posicionamiento político-democrático como ciudadanos-audiencias. 

Los ciudadanos-audiencias no sólo votamos contra algo o alguien; votamos porque existió un consenso social que identificó que no se podría permanecer de la misma manera, así que se eligió (elegimos) una nueva opción, de ahí que el triunfo avasallador de López Obrador implique una gran responsabilidad para quienes gobernarán el país hasta 2024. 

En este mismo sentido, Andrés Manuel López Obrador también deberá tomar en cuenta que los ciudadanos-audiencia que votaron por él no su cumbirán tampoco a la euforia del cambio porque reconocen (reconocemos) que ningún gobierno podrá modificar per se al país si no existe un cambio sociopolítico y sociocultural trascendente en la ciudadanía. 

Este cambio debe estar acompañado y/o respaldado por las acciones que se desprendan del nuevo gobierno pues será a través de éstas donde, con júbilo o mirada crítica, respaldaremos al nuevo presidente. Ahora (y quizá nunca pasó) no nos gobierna el miedo ni la incertidumbre, sino el deseo de que lo vivido el 1 de julio puede multiplicarse en tanto quienes ahora nos gobernarán entiendan, como dice López Obrador, que la verdadera democracia sólo reside en el pueblo y no en el poder. 

14 de abril de 2021