Que no le digan…/Futbol y narcotráfico
Comunicación, Deportes

Que no le digan…/Futbol y narcotráfico

Mario A. Medina

Enfundado en la camiseta de sus “amores”, la de las Chivas, el día de su despedida del futbol, Adolfo El Bofo Bautista dijo algo que poco trascendió en medios nacionales. En pocas palabras, no fue nota: “Me gustaría haber seguido jugando más años. Sabemos que ahorita es muy complicada la situación; hay mucha mafia en el futbol mexicano, me duelo decirlo. Ojalá se acabe esa mafia para beneficio de los jóvenes y haya más talento”. Era julio de 2017.

Desde luego que el tema le genera, por decir lo menos, una fuerte urticaria a los directivos de la Federación Mexicana de Futbol porque señalamientos como los de El Bofo, información y/o análisis de estudiosos del tema como es el caso del profesor de la UNAM-FES Aragón, Hugo Luis Sánchez Gudiño, apuntan que ese problema es real, existe y muy probablemente se tolera, pero nos debe preocupar y se debe atender.

La historia del deporte en el mundo lamentablemente ha estado manchada por la acción de las mafias. En Colombia, en el Mundial de 1994, el jugador Andrés Escobar de la selección del país sudamericano metió un autogol, diez días después fue asesinado en su tierra, se dijo, por el crimen organizado allá. En 1993, el temido Pablo Escobar Gaviria fue enterrado con la bandera de su equipo, el Atlético Nacional, el club perdió a uno de sus financiadores principales, desde luego también del Cártel de Medellín.

En el trabajo para optar al título de Comunicadoras Sociales-Periodistas, La Mano del Narcotráfico en el futbol colombiano; 30 años conviviendo con el enemigo, Juanita Andrea Ortegón Pulido y Mónica del Pilar Rodríguez Chávez (Bogotá 2011) se planteaban la necesidad de investigar “dineros ilícitos” porque el “problema central es que actualmente los clubes del futbol profesional colombiano continúan teniendo vínculos con el narcotráfico, no solo por el saneamiento de finanzas sino también por factores del contexto histórico que ha vivido el país”.

En la tesis se señala que en la época de los ochenta, el narcotráfico arrasó al futbol colombiano a “un estado de corrupción social donde lo importante era mostrar poder y control”; se ofrecían regalos, premios, sobornos, compra de árbitros, amenazas y secuestros; “grandes capos como Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha y los hermanos Rodríguez Orejuela, protagonizaron en el futbol sin esconderse (y que) “hoy siguen afectando al futbol profesional, pero desde la ‘clandestinidad’”.

En el ámbito periodístico deportivo mexicano se comenta el tema, pero en “voz baja” por no convenir a la industria, a los patrocinadores; se habla tangencialmente. La censura y autocensura son un hecho en medios de comunicación deportivos con mayor presencia entre los aficionados al balompié, no se diga en los televisivos.

El 12 de enero de 2020, el portal Infobae, con presencia en varios países del subcontinente, publicó el trabajo: “Así se infiltró el narcotráfico en el futbol” donde se señalaba, con información de la Fiscalía General de la República, que “37 cárteles o grupos delictivos están cada vez más cerca con siete franquicias futboleras” y, a decir del estudio Money Laundering through the Football Sector elaborado por Financial Action Task Force, los equipos de categorías menores no cuentan con la suficiente solidez financiera, por lo que “hace blancos para obtener y lavar dinero”.

Un caso que no tuvo la resonancia que merecía, fue el que involucró al narcotraficante Tirso Martínez Sánchez, El futbolista, quien invirtió parte de sus ganancias del narco en la compra de equipos de futbol de Querétaro, Irapuato, Celaya, Venados de Yucatán y La Piedad; formaba parte del Cártel de Sinaloa de Joaquín El Chapo Guzmán. Dicha información fue publicada por Infobae de acuerdo con un documento del Departamento de Justicia de Estados Unidos fechado en 2015.

Los llamados “grupos de animación”, eufemismo para evitar decirles “barras”, pues es un término que hoy en día se asocia al vandalismo y a la corrupción, son grupos que se han convertido en un peligro no solo para los propios equipos sino para la sociedad. En Argentina, «La 12», seguidora del Boca Juniors es considerada “una de las hinchadas más delictivas del país y el mundo”. A este grupo se le vincula con el crimen organizado allá.

Según Sánchez Gudiño, las “porras” en México, como se les denominaba antes de los años ochenta, sufrieron una migración de grupos porriles de choque, jóvenes lumpen, pero fue en 2010 cuando estos fueron infiltrados por diversas organizaciones desde partidos políticos, sindicatos y, desde luego, por el narcotráfico.

Las “barras” fueron apoderadas principalmente por la delincuencia organizada a través del narcomenudeo donde los jóvenes, particularmente de clases bajas, se mimetizaron con las formas de actuar de aquellos, gritos, prácticas violentas, y hasta formas de comunicar como las narcomantas. Se creó una “narcocultura”.

Lo que pudimos ver el pasado 5 de marzo, a través videos en las redes sociales de la barbarie en el estadio La Corregidora, donde a quienes estaban noqueados, inertes, sus agresores les quitaban las ropas y sus pertenencias, amén de la golpiza sin piedad, seguían agrediéndolos. Esta es una forma muy común de actuar del crimen organizado en contra de sus enemigos de cártel o incluso de la misma sociedad.

El profesor universitario dice que “no hay pruebas evidentes” de la filtración del narco en las barras mexicanas, pero sí signos, expresiones, formas de actuar; están allí “personajes” como El betito y El gordo, ligados al Cártel de Santa Rosa de Lima, huachicoleros de El Marro que se dice, lideran la barra en favor de los Gallos de Querétaro, mientras que presuntamente en la “Barra 51” del Atlas, habitan personajes del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), ligados a Salvador Reséndiz Hernández, alias el Rex, líder de la célula de Los Hades, cuyo patrón principal es Nemesio Oseguera, El Mencho.

Un hecho (casi no difundido) luego de lo acontecido en Querétaro que llama la atención, son las hieleras con manchas rojas simulando sangre, donde seguidores del Monterrey colocaron imágenes de las cabezas del entrenador y tres integrantes de la directiva, Duilio Davino y José González Ornelas, además de una manta con la leyenda “Da$ a$co, Va$co”. Una práctica más del narcotráfico. Pero este hecho no ocurrió en México, tuvo lugar en la entrada del Hotel Fairmont Bab Al Bahr de Abu Dabi a donde viajaron seguidores del Monterey. El fracaso de nómina más cara del futbol mexicano era el reclamo de los “aficionados” que tuvieron el dinero suficiente para financiarse un viaje a aquella nación, por cierto, bastante cara.

Otro jugador de las Chivas, pero canterano de los rojinegros, apenas el 12 de febrero pasado, mandó un saludo al líder del CJNG. En el video que subió a sus redes no queda claro qué es lo que le agradece y menos aún porque está incompleto: “Hola Nemesio Oseguera Cervantes, ¿cómo estás?, te habla tu amigo Antonio «Pollo» Briseño, y quiero agradecerte…”. Otra pista, los Bravos de Juárez que llegó al primer circuito futbolero del país, gracias a la FMF que aprobó la extensión de plazas del Ascenso MX para la temporada 2015-2016. Su “grupo de animación” se autodenomina barra, “El Kartel”.

Allí están los hechos, signos de una evidente relación de complot entre barristas y personajes del crimen organizado. Es claro que los directivos del futbol mexicano conocen de estos y más detalles. Han decidido expulsar a la directiva de Querétaro de la Liga MX y vetar al estadio, pero algún día, ¿expulsarán al crimen organizado que sigue jugando y mete goles?

Que no le cuenten…

El lunes pasado, tras los lamentables hechos ocurridos en el estadio La Corregidora, la secretaria de Gobierno de Querétaro, la panista Guadalupe Murguía evadió el tema, si en las barras del equipo local y la del Atlas había presencia del crimen organizado, preguntó un reportero: “No es el momento ni el tiempo para llevar a cabo especulaciones”, reclamó la funcionaria.

11 de marzo de 2022