Rusia y Ucrania: la guerra que hunde a Europa
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Rusia y Ucrania: la guerra que hunde a Europa

Núria Oriol Palarea

Sobre esta triste guerra que sucede en Europa quiero añadir que todas las guerras que acontecen en estos momentos en el mundo son graves por el dolor y la destrucción que producen. Y, sin embargo, dependiendo de quien esté involucrado en ellas, no se le acusa de crímenes contra la humanidad. Cuando de por sí, una guerra siempre es un crimen contra la humanidad y muestra el fracaso no sólo de la diplomacia sino también de las democracias y de los derechos humanos.

En cada guerra retrocedemos en ética y en dignidad humana. Y hay quienes se enriquecen enormemente y otros, la mayoría, el pueblo, que sufren atrozmente. La diáspora de refugiados y exiliados es interminable (sólo en Ucrania hablamos de tres millones de personas) Y algunos son reconocidos y acogidos con los brazos abiertos y otros son rechazados y estigmatizados sistemáticamente.

Europa va a favor de Ucrania. En una guerra el acto de agresión por parte de Vladimir Putin, presidente de Rusia, invadiendo Ucrania es un crimen internacional regulado por el marco jurídico. Esta agresión inicial es claramente delictiva. Y, sin embargo, las partes en conflicto, como siempre sucede en todas las guerras, tienden a envilecerse y se adentran en una dinámica en que los dos bandos cometen actos, tipificados en el orden penal internacional.

Está claro que hay una evidente desproporción entre lo que hacen las fuerzas militares rusas y lo que hacen las ucranianas. Las primeras agredieron, las segundas se defendieron, pero después han empezado a cometerse actos por ambas partes que son delictivos y, además, atroces.

Establecer la realidad, determinar los hechos y exigir a sus autores responsabilidades es una tarea que se tiene que hacer a posteriori, de manera serena y con imparcialidad. Que permitan que la verdad no se parezca a la propaganda que es lo que está sucediendo ahora. La guerra de desinformación es tal que sobrepasa lo que se podía imaginar, porque los contenidos escritos se ven reforzados por falsas imágenes –algunas sacadas directamente de videojuegos—y nos las muestran como reales.

O bombardeos que corresponden a otra guerra de hace años y nos las hacen pasar como si fueran actuales. Por ello es difícil triangular la información y no caer en afirmaciones que después no se pueden demostrar con la veracidad que el periodismo se merece.

Hace años que esta guerra era previsible

Rusia y Ucrania están actuando de un modo que no es tolerable si todavía pretendemos hablar con respeto de la civilización occidental. No se puede emparar ni permitir que se siga destruyendo lo que tanto ha costado construir.

¿Cómo mantener la imparcialidad cuando geopolíticamente han designado un bando como “bueno”, en este caso Ucrania, y otro como “malo” que es Rusia, exacerbando un movimiento rusófilo de unas proporciones impensables hace años?: llegar a prohibir un Simposio sobre Fiódor Dostoievski en una Universidad en Italia o la actuación del Ballet de Bolshoi en Estados Unidos y Europa.

Se está a un paso de no estudiar en la educación a los grandes escritores y poetas rusos y mucho menos a sus artistas. Parece que muchas orquestas sinfónicas han hecho desaparecer de su programación las obras del genial Ígor Stravinski. Esto es totalmente equivocado. Es impulsar la rusofobia, recortar la cultura y enfrentar ciudadanos contra ciudadanos que tienen más en común de lo que nos quieren hacer ver.

¿Cómo ser veraz cuando no se quiere enmarcar la guerra actual a un contexto inmediato sin admitir que se ha ido preparando desde hace largo tiempo, años incluso? Tenemos que poner sobre la mesa el acuerdo de Minsk firmado en septiembre del 2014 en el cual la OTAN se comprometía a no avanzar sus posiciones hacia el Este de Europa y Rusia hacía lo mismo en un sentido inverso.

También se reconocía un estatuto especial de autonomía para Donetsk y Lugansk (dos antiguas repúblicas pro-rusas, las mismas que hicieron un referéndum de autodeterminación y se declararon independientes de manera unilateral en 2014). Pero lo cierto es que la OTAN reforzó sus bases a lo largo de la línea del Este de Europa, en países que habían estado bajo la tutela del telón de acero y Rusia empezó a sentir la amenaza de los misiles que apuntaban directamente hacia Moscú.

¿Cómo olvidar que Rusia se sentía como un oso rodeado para estrangularle todos los movimientos y reaccionó invadiendo Crimea en 2014 para ganar una salida al Mar Negro por el sur de Ucrania, no sólo para sus suministros y exportaciones sino también para su flota naval militar? Europa, para variar, no se puso de acuerdo. Dudaba ante la formalización en vigor que Rusia tenía derecho a mantener 25.000 soldados en Ucrania para misiones de pacificación. Así que decidió no clarificar ni solucionar el tema –para variar–. Por tanto, se conformó tácitamente “puedes quedarte con la península de Crimea (con una población mayoritariamente pro-rusa) pero no hagas ningún movimiento más”.

A pesar del alto precio en vidas, muerte y destrucción, parecía que las aguas se habían calmado en aquel punto de calma tensa que precede a una catástrofe… Y así, mucha protesta simbólica por ambas partes, pero cada cual seguía su camino y su estrategia.

Las amenazas eran sutiles o se silenciaban en público

Finalmente, las dos provincias pro-rusas de Ucrania que hicieron y ganaron un referéndum de autodeterminación y se proclamaron independientes fueron el detonante y la justificación. El 22 de febrero Rusia decidió reconocer la independencia de estas dos provincias y enviar más tropas “en misión de reconocimiento y pacificación”.

Ucrania reaccionó con gran virulencia ante esta declaración afirmando que se destruía la soberanía nacional del país. Su presidente, Volodimir Zelenski, vio la oportunidad de poder cortar los lazos con Rusia y entrar en la OTAN por la vía de urgencia. Y persuadido que su heroico gesto sería respaldado “totalmente” por Europa y la OTAN, se lanzó de lleno al contraataque.

Rusia sabía que se arriesgaba pero calculó que podía salirle bien: invadir Ucrania para defender estos territorios que se habían autodeterminado (y que Ucrania había atacado de modo constante incluso militarmente desde el 2014) pero con la resolución de no detenerse con su liberación, sino de seguir su expansión ocupando centros vitales de comunicaciones, de rutas de transporte y, por supuesto, la capital, Kiev.

Con ello se aseguraba que el gas ruso iba a ser un bien muy preciado por Europa y que se daría cuenta de la gran pérdida que suponía su no subministramiento, ya que depende de él para su movilización energética en un 40 por ciento.

Se alzaron voces prediciendo una tercera guerra mundial, aunque, sinceramente, una tercera guerra con todos los avances en armamento que existe parece un suicidio real de Occidente y nadie lo desea (aparentemente). Pero suministrar armamento para alargar la guerra que todavía se mueve en estándares convencionales parecía aceptable e incluso interesante: A Rusia le está costando más de lo que se imaginaba controlar Ucrania y Europa se desgasta en medio de una inflación creciente, precios abusivos energéticos que repercuten en todos los suministros, y una postura que se parece más a ser el brazo ejecutor de Estados Unidos que no a un conjunto de Estados líderes con su propia agenda.

Sanciones y palabras envenenadas

Las sanciones impuestas a Rusia surgen efecto y crece una oleada interna en el país en contra de la guerra. Científicos, profesores, artistas, señalan que la guerra obedece más a las paranoias de una bestia acorralada que a la búsqueda de verdaderas soluciones para encontrar un equilibrio geopolítico y económico tal y como lo veníamos conociendo desde la caída del muro de Berlín (Alemania).

Las últimas palabras del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, volvieron a hacer saltar las alarmas con más intensidad (“Putin debe irse”), aunque rápidamente han sido rectificadas por el propio secretario de Estado de EU, Antony Blinken, quien asegura que no están proponiendo un cambio de régimen en Rusia.

Mientras tanto, quien subministra gas y petróleo a Europa a un precio más elevado es Estados Unidos. Una jugada muy interesante. A partir de aquí, se acelera la ola de la crisis en Europa, ya muy devastada por la pandemia, pero ocultando la información a sus ciudadanos para que no se den cuenta que han desatado a los cuatro jinetes de la Apocalipsis y se avecinan meses e incluso años muy difíciles.

El Nuevo Orden Mundial es una frase que se utiliza en los círculos políticos y económicos con naturalidad sin dejar claro qué modelo pretende imponerse a nivel mundial: ¿Estados con el perfil de China? ¿Estados más anárquicos con movimientos y revueltas permanentes difíciles de sofocar? ¿Estados gobernados por la extrema derecha? ¿Estados que reconocen el derecho de las minorías nacionales? Nadie lo explica. Sólo son suposiciones.

Pero sí está claro que la globalización ha muerto y que el modelo ultraliberal asociado a las democracias está sucumbiendo porque se ha devorado a sí mismo. Por cierto, Estados Unidos no escapará a su propia crisis, pero lo hará más lentamente que Europa. Y China ha afianzado sus negocios y su posición por la puerta de atrás. Lo veremos claramente en los próximos meses.

Si esta guerra no frena a tiempo, en breve, sus efectos serán irreversibles. Profundizando en la brecha que está debilitando las democracias occidentales, limitando y restringiendo los derechos humanos, e incrementando la inestabilidad, la incerteza y la pobreza de la mayoría de países europeos y de muchos países que dependen del delicado equilibrio que existía hasta ahora.

El recelo de los ciudadanos hacia sus representantes elegidos democráticamente es más grande que antes. La amenaza que crezca la extrema derecha y se alce como un poder generalizado en Europa es cada vez más real (muchos voluntarios de ideología nazi se han alistado para ir a combatir a favor de Ucrania y ello ha supuesto un duro golpe a la credibilidad del presidente del país que ha visto que la OTAN no le ha ayudado como le había prometido y Europa, menos). Sólo suministrándole armamento que es el eufemismo actual para hablar de la venta de armas.

Cada vez más solo, el presidente de Ucrania sabe que es sólo cuestión de tiempo que tenga que ceder en aquellos puntos que no quiso ceder desde el principio sobre la soberanía de su país. Esta semana se reinician negociaciones en Turquía para llegar a un alto al fuego y a un acuerdo de paz.

Lo que quedará al final de todo es la semilla de un futuro conflicto todavía más potente cuando las partes involucradas se sientan preparadas para ello. Porque el acuerdo, aunque le llamen de paz, será sólo una tregua. Y mientras se llenen la boca con la palabra “paz” estarán preparando futuros enfrentamientos de magnitud desconocida.

Sólo una verdadera cultura de paz, una renovación democrática de todas las instituciones europeas y de la mayoría de sus líderes, políticos y funcionarios, puede crear una oportunidad para un mundo mejor. En el cual Rusia también sea respetada sin ser demonizada. En que Ucrania tenga su libertad merecida pero justa.

Porque el derecho de autodeterminación de los pueblos es clave para afianzar los derechos humanos. En que los crímenes internacionales no sean juzgados sólo por el color ideológico de quien está de lleno metido en una conflagración. En que los líderes no jueguen con el mundo como su particular tablero de ajedrez.

El mundo no es suyo, aunque crean que sí y nuevas partidas tanto o más virulentas que ésta terminan con el jaque mate a un modelo de civilización. El futuro se está decidiendo ahora en tiempos aciagos y oscuros. Sólo la lucidez, la inteligencia de la bondad y el espíritu crítico pueden cambiar el curso de un Nuevo Orden que parece un agujero negro: absorbe todo lo que entra en su radio de acción y lo destruye.

Deseo un inminente acuerdo de paz con justicia. Y deseo que esta tragedia sea un revulsivo para iniciar un ciclo de esperanza y de mejora. Pero los movimientos que se perciben en el trasfondo de estos momentos no apuntan en esta dirección. Mi confianza reside en nuestra más profunda humanidad, que no nos dejemos manipular y defendamos con determinación y resiliencia los derechos que tanto nos han costado conseguir.

Analista y Coach

7 de abril de 2022