Sabe a guerra
Ciudad

Sabe a guerra

Iván Acuña*

Si nadie te espera, a donde sea que vayas, entonces puedes quedarte conmigo.
Si te quedas herviremos raíces y legumbres, cortaremos madera que yo espero hasta entonces abunde en la borrasca y por siempre se multiplique, para prender una pequeña fogata en la que coceremos con agua las raíces y haremos una sopa, con piedras si es necesario, para no morirnos de hambre y no entumecernos por el frío debajo de la despiadada noche.

Quédate conmigo y soportemos la batalla en el bosque. Te haré café y buscaré el centeno para el pan más nutritivo. Por las mañanas, cocinaré huevos tibios y untaremos la mermelada de frutos silvestres sobre esos panes mientras reímos y yo te escribo poemas. Y por las noches, miraremos los asteroides que nos cubren y pensaremos en viajar a Finlandia a mirar sus auroras boreales.

Quédate y no te vayas jamás y no tomes esas malditas navajas ni cargues con balas de groseros grosores las pistolas, ni los fusiles, ni te pintes en el rostro las rayas de un bosque que ya no existe y no me reclames si parece que rezo porque aunque no crea en nada, eleve por tu vida una perra plegaria.

Quédate y no te vayas a la guerra, quédate y no me lastimes y no descuartices ni saques tus entrañas para cubrirte el corazón ocultándolo del espanto. Quédate, porque a pesar de que tú y yo no seremos nada, tú y todos los que nos acompañen no lo seamos, yo no necesito que me cojas ni me cojan para amarles como hermanos, hermanas, amigas, amantes, o como simples seres que quiero y que pido que permanezcan con vida y no se vayan con simpleza a asesinar.

Quédense ahora porque si se largan allá… sus proyectos de emprendedores y los ahorros que acumularon durante años nunca tendrán un inicio. Nadie verá sus diplomas colgados ni abrazará sus esfuerzos besándoles en la frente. Y entonces de nada valdrá tener una tienda, pues será saqueada y el esfuerzo de haber puesto un restaurante, será inútil sin comida que llegue para cocinarse y luego comerse, sin vino con qué brindarse, sin gente a quien servirle un maldito plato porque no quedará nadie que pruebe el sazón del buen cocinero y chef que quisieron contratar.

Porque muchos no volverán. Algunos, si regresan, sin ojos para mirarse de nuevo y sin la entelequia de los que pueden encontrarlo todo a oscuras. ¿A quién le pedirán prestados sus sentidos y con qué luz habrán de hallarse? Despilfarrados, a medios cachos, completos e incompletos pero cargando con el duro peso de sobrevivir sin saber ni entender qué hubiera sido de ustedes si nunca se hubiesen largado a combatir.

Porque si les roban lo poquito que tienen dentro, ya convencidas sus almas que han de luchar por honor, por patria y por valentía, estarán olvidando que al que matan es también a otro ser que tiene madre, amigas, amores, deseos, que tiene hambre como ustedes y que se moja llorando y luego riendo, que pretende como que combate por una lucha que conscientemente pudo evitarse porque nosotras, nosotros y todes, somos la fuerza, la artillería y la infantería que ellos en el poder aún necesitan hasta para volar un dron o conectar un cable.

A la distancia… oigo los murmullos de las ametralladoras y mi hocico que se escalda con el casquijo y la sal de sus excrecencias, porque nada más se encuentra para humedecerse, implora y le reza al señor de la guerra… que por fin nos dé tregua para encontrar algunos huesos que nos sirvan como cruces, como maderos y también, como un hogar.

Quédense a contemplarse en mis ojos que aún irritados son capaces de reflejarlos. Quédense si están seguros y si no van a dudar. Resistan conmigo y cocinemos sopa, café y algún caldo. Contémplense
envejecer dentro de mis escleróticas e insondables fosas mientras les canto coplas y me encuentro envejecido también a su lado.

Por favor, quédense ahora, porque después, después no me volverán a escuchar pedirlo.
*Poeta

9 de mayo de 2023