Welles (y Kane) vs Hearst
Cine, Principales

Welles (y Kane) vs Hearst

Jerarcas del periodismo

Rafael Aviña*

…La cámara se eleva por un enrejado metálico que ostenta un aviso amenazante: Prohibido el paso!; se trata de la inexpugnable mansión de Charles Foster Kane, dueño de una cadena de 37 periódicos, una emisora de radio, dos sindicatos y una inconcebible colección de obras de arte y múltiples especies de animales vivos y exóticos.

Kane fallece en su gigantesca propiedad llamada Xanadú y la última palabra que pronuncia es: “Rosebud”; el país entero y los medios en general quedan intrigados por el significado de la frase. Un reportero es designado para escudriñar en la vida y las relaciones de Kane y descifrar el enigma de aquella palabra…

Tendría unos 13 o quizá 14 años cuando vi por vez primera El ciudadano Kane: al término de la función temblaba y sentí una extraña pulsión por escribir sobre aquello que me había impactado tanto. Aquellas líneas extraviadas en una libreta corte italiano marca Scribe representaron sin saberlo, la primera reseña fílmica que pretendí escribir…

…Pese a filmes anteriores que abordan aspectos de la prensa como: Sucedió una noche (1934) y Caballero sin espada (1939), ambas de Frank Capra, o Pecadora equivocada (George Cukor, 1940), no hay duda en colocar a El ciudadano Kane (1941) de Orson Welles, como el mayor exponente cinematográfico del poder de los medios de comunicación en un relato tan inclasificable como original estrenado el 11 de mayo de 1941 en el Palace de Nueva York, marcando un hito en el cine mundial. Película maldita por excelencia que paradójicamente lanzó al estrellato al joven y arrogante Orson Welles (1915-1985) y al mismo tiempo, sentó las bases de su fracaso artístico en un ambiente tan despiadado como el de Hollywood. Trama que estableció una suerte de parteaguas y una obra insuperable que suele encabezar todas las listas fílmicas a pesar de que Welles se convirtió en un apestado del sistema.

Su carrera triunfal se inicia desde las trincheras de otro medio: la radio, a partir de su adaptación de La Guerra de los mundos de H.G. Wells que causó el pánico en Nueva York. En ese sentido, el joven genio de Orson Welles, consciente de la vulnerabilidad de sus compatriotas en tiempos de crisis y reconstrucción, no hizo más que aprovechar los fantasmas de la depresión económica que pocos años atrás había asolado al país y el clima de guerra inminente que se fraguaba en Europa.

La versión del futuro realizador de El ciudadano Kane, transmitida el 31 de octubre de 1938, desde el Teatro Mercury, escandalizó a sus contemporáneos, debido a las escenas de paranoia que el programa despertó, como un año antes lo había hecho ya con la obra musical de Marc Blitzstein, La cuna se mecerá –premisa central de la obra teatral de Jason Sherman, Orson Welles, la pura verdad-, sobre la toma de conciencia de un grupo de obreros. El primer acierto de Welles, director y actor principal de la compañía Mercury, fue arrancar la emisión con una suerte de boletín especial de noticias, lo que provocó el equívoco de los radioescuchas, creando rumores inexistentes como el hecho de que el propio Roosevelt anunciara la invasión por radio o que hipotéticos testigos observaran las naves extraterrestres.

Ello no pasó inadvertido para la entonces poderosa compañía de cine RKO que vislumbró el potencial de ese joven de 24 años a quien contrata en exclusiva y con total libertad creativa para filmar tres proyectos. Al no poder concretar su versión libre de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, Welles decide debutar con Citizen Kane coescrita con Herman J. Mankiewicz, apodado Mank y cuyo montaje le llevó nueve meses. Lo sorprendente es que Orson tuvo el atrevimiento de desafiar al sistema trazando el oscuro relato de un magnate de la prensa inspirado abiertamente en William Randolph Hearst, protagonizado por el propio Welles. Eso llegó a oídos de Hearst a través de su fiel columnista, capaz de destruir o ensalzar carreras: Louella Parsons, y entre ambos, uno con el apoyo de su poder económico y sus periódicos y la otra con el filo de su lengua y su pluma viperina, no sólo decidieron bloquear la cinta, sino acabar con la carrera de Welles.

Aquel fatal encuentro desató una de las guerras más encarnizadas tras las bambalinas de Hollywood entre dos genios narcisistas, documentada de manera intrigante en el fascinante documental La batalla por el ciudadano Kane (1996) de Thomas Lennon y Michael Epstein y en la ficción RKO 281: El ciudadano Kane, su verdadera historia (1999) dirigida por Benjamin Ross. Producida por los hermanos Ridley y Tony Scott, escrita por John Logan guionista de Gladiador y protagonizada por Liev Schreiber como Welles, más un reparto que incluye a James Cromwell como Hearst, Melanie Griffith como Marion Davies amante de éste y John Malkovich como el guionista Herman J. Mankiewicz, RKO 281, su título original hace referencia a la clave de producción otorgada al filme en el interior de los citados Estudios, se trastoca en un inquietante y didáctico paseo por el lado oscuro de Hollywood.

Y es que, El ciudadano Kane se sumerge en los evidentes paralelismos entre Hearst y el personaje de Kane: su ambición desmedida por trastocarse en gobernador y más tarde en presidente; la ma­nera como levanta de forma impresionante la circulación de un periódico o la manera en la que se roba a los principales columnistas del diario competidor; su obsesión por coleccionar objetos, las similitudes entre su mansión fortaleza Saint Simeon también llamada El Rancho o la Casa Grande y el Xanadú de Kane y su relación con aquella actriz y cantante mucho más joven: la estrella de vodevil Marion Davies a la que convierte en rutilante estrella con el poder de sus diarios y estaciones de radio, así como la fascinación de Davies por armar rompecabezas, mostrada en la película.

No obstante, más perturbador resulta el origen de la palabra Rosebud, la enigmática frase de El ciudadano Kane, que en la vida real era el apodo con que Hearst se refería a los genitales de su joven amante y en el filme: un trineo infantil que representa la niñez perdida del protagonista…

…Talentoso guionista, periodista y escritor alcohólico, Mank cuya vida fue llevada a la pantalla en 2020 en el filme homónimo de David Fincher protagonizada por Gary Oldman, tuvo acceso a las fiestas llevadas a cabo en Saint Simeon, donde departían las grandes figuras del cine, la política y los medios masivos de comunicación.

Ahí, Mankiewicz se hizo muy amigo de Marion Davies la gran anfitriona de El Rancho y pese a que Mank permanecía alcoholizado en aquellos bacanales ocurridos en los años treinta, su memoria prodigiosa le sirvió para armar American, título original de un argumento que Orson Welles iba arreglando y entremezclando con su propia biografía hasta concluir la versión final de lo que sería El ciudadano Kane.

Un filme que, por una parte, se articula a partir de una ficticia reconstrucción periodística y una serie de entrevistas, incluyendo a su vez un noticiero cinematográfico trucado, y al mismo tiempo se trata de una reflexión sobre las prácticas monopólicas del periodismo y la manera como los medios destruyen o construyen carreras y personas y manipulan la información a su favor, como sucedió con el seguimiento de la guerra Estados Unidos contra España en 1898, que el filme de Welles también retoma en algún punto de la trama, así como los principios de honestidad del periodismo libre que resulta simple palabrería.

Por cierto, Velvet Goldmine (1998) de Todd Haynes, ambientada en el Londres de inicios de los setenta, recupera prácticamente la misma estructura de El ciudadano Kane, en la historia de un obsesivo periodista (Christian Bale) que sigue la pista de un extravagante vocalista máxima figura del llamado glam rock, entrevistando a aquellos que lo conocieron.

Como el padre de Hearst era dueño de múltiples minas de oro y otros negocios, de niño, William (1863-1951), acostumbrado a tener todo, pidió a sus progenitores que le regalaran el Castillo de Windsor y el Museo de Louvre. A los 23 años heredó el San Francisco Examiner y aumentó de manera abismal su circulación. En 1895 adquirió el New York Journal matutino y compró a los mejores periodistas de los diarios competidores al tiempo que apostó por el sensacionalismo en sus editoriales y reportajes. Al igual que Hearst, hombre emprendedor cuyos ataques de ira eran famosos, Welles fue un genio precoz que padecía de personalidad bipolar cuando entraba en etapas de frustración, misma que Hollywood se empeñó en remarcarle tasajeando sus películas.

Estrenada en la ciudad de México el 6 de junio de 1941 en el cine Magerit, con un costo de tres pesos el boleto, El ciudadano Kane fue un filme adelantado a su tiempo en cuanto a su montaje y técnica fotográfica incluyendo la profundidad de campo a cargo de Gregg Toland, maestro de Gabriel Figueroa, por cierto. Fue asimismo la primera obra que desafió a un personaje público de los medios cuyo poder en apariencia era ilimitado. Pese a los intentos de Hearst por cancelar la película, RKO terminó estrenándola debido a los elevados costos de la producción y el dinero invertido en publicidad. Un triunfo efímero para Welles quien a partir de entonces, nunca más tuvo control sobre sus obras, en este retrato sobre un jerarca del periodismo que terminó como Kane, en la absoluta soledad…

*Crítico y cronista de cine, video y criminalidad. Ha sido investigador de la Cineteca Nacional, Filmoteca de la UNAM y dirigió el Cineclub del INBA

10 de enero de 2023