WikiLeaks: la gestión de la opinión y la doctrina del secretismo
Comunicación Política, Hemeroteca

WikiLeaks: la gestión de la opinión y la doctrina del secretismo

Norma Pareja Sánchez

Sobre el tema WikiLeaks ha corrido mucha tinta y se han generado muchos bits en los últimos meses. La publicación de una serie de documentos tanto del Departamento de Estado de Estados Unidos como de las misiones militares en Iraq y Afganistán de ese país, abre una serie de ángulos de reflexión sobre el estado de nuestras sociedades en el siglo XXI.

El asunto puede ser visto desde muchos ángulos: el análisis del impacto de las nuevas tecnologías en la difusión de la información; la trascendencia de las mismas sobre rincones ultrasecretos y su alcance global; la necesidad de un periodismo independiente o alternativo; la exigencia de desaparecer el papel del gatekeeper o editor que define la jerarquía, importancia y énfasis de las noticias para la sociedad, para dar paso a la libre elección y definición de temas importantes para la sociedad; el intervencionismo estadunidense sabido por todos, pero nunca reconocido, y muchos otros más.

No obstante, un plano del asunto de crucial importancia es el que se vincula con la comunicación política, en específico la gestión de la opinión pública. WikiLeaks, un sitio web fundado en 2006, publicó en noviembre de 2010 alrededor de 250 mil cables del Departamento de Estado y sus embajadas en todo el mundo. Sin embargo, éste es el más reciente episodio de publicaciones inesperadas por el gobierno de ese país, ya que el caso WikiLeaks tuvo en 2010 otros tres capítulos de gran trascendencia en torno a la guerra: en abril se difundió en ese portal un video filmado en 2007 por las propias Fuerzas Armadas estadunidenses, que mostraba a soldados norteamericanos matando desde un helicóptero a civiles iraquíes y a reporteros de la agencia noticiosa Reuters.

En junio del año pasado, WikiLeaks publicó y facilitó información a The New York Times, The Guardian y Der Spiegel, sobre operaciones militares estadunidenes y de la OTAN en Afganistán. La tercera publicación de WikiLeaks se dio en octubre y consistió en mostrar y facilitar a The New York Times, The Guardian, Der Spiegel, Le Monde, y a las cadenas televisivas Channel 4 de Gran Bretaña, Al Jazeera de Qatar y Sveriges Televisión de Suecia, 400 mil reportes militares secretos sobre la intervención estadunidense y de la OTAN en Afganistán, denominados “Registros de Guerra en Iraq, reportes del Pentágono del 1 de enero de 2004 al 31 de diciembre de 2009,” que daban cuenta de violaciones sistemáticas a los derechos humanos por excesos de los militares estadunidenses contra civiles, masacres y asesinatos selectivos.

Esas tres entregas han divulgado una dimensión de las acciones militares en esos países, un ángulo secreto y desconocido hasta ese momento, en el que pueden verse los horrores de la guerra que contradicen un postulado fundamental de la democracia liberal -los derechos humanos- y que justamente fue utilizado en el discurso oficial para justificar la invasión: acabar con el régimen de Sadam Husseim en Iraq y de los talibanes en Afganistán, por considerar que violaban los derechos de sus pueblos, e instaurar la democracia en esas latitudes.

Esa versión fue necesaria para convencer a la opinión pública, no sólo en Estados Unidos, sino a nivel internacional, de que la guerra era necesaria. En la globalización los discursos rebasan las fronteras de los Estados-nación.

Propaganda, instrumento de control

Desde la Primera Guerra Mundial científicos estadunidenses desarrollaron eficientes técnicas de propaganda que posibilitaran incidir en el sentido de la opinión pública, con particular énfasis en favor de la guerra. Lasswell, fundador de la sociología norteamericana y de la corriente funcionalista de Mass Media Communication Research escribió “… se ha reconocido que la movilización de los hombres y de los medios no ha sido suficiente; había que movilizar la opinión”. Y definió a la propaganda como un instrumento nuevo y sutil para unir a millares o millones de seres humanos en una masa coherente de odio, deseo y esperanza, es un yunque de la solidaridad social, dijo en los años veinte del siglo pasado. Esas técnicas se han exportado al mundo. Hay que decir que la eficacia de las técnicas de persuasión ha sido posible al engancharse con las propias aspiraciones y motivaciones del pueblo de Estados Unidos, la guerra es un tema natural en ese país y sin duda forma parte del imaginario social. En este tenor debe mencionarse también a la propaganda alemana durante la Segunda Guerra Mundial que constituyó una forma de control social a través de violencia organizada y coacción masiva.

“El enemigo nos ha derrocado en el frente de la propaganda de las octavillas”, decía un boletín del 18º ejército alemán del kaiser al finalizar la Primera Guerra Mundial, con el aprendizaje de esa derrota, Alemania entró en la segunda con un fuerte aparato propagandístico. Armand Mattelart1 ha dado cuenta de la trascendencia de la propaganda en la primera mitad del siglo pasado, cuya fórmula continúa:

“Estados Unidos creó el Comité Creel, un Comité de Información Pública dependiente directamente de la presidencia y compuesto por los secretarios de Marina y de Guerra, el secretario de Estado y un periodista (George Creel). Este comité puso su empeño en vender a través de los medios la guerra al público estadunidense. Entre 1914 y 1918 Inglaterra creó el ministerio de Información, al frente del cual estaba el dueño del Daily Express, lord Beaverbrook. Ahí trabajaron también el dueño del Times, lord Northcliffe, a cargo de la propaganda en países enemigos, de quien dependía el escritor H. G. Wells, a cargo de la sección alemana. En la Gran Guerra, Alemania no había podido hacer nada en esa materia, pero con la llegada de Hitler en 1933 se creó el Ministerio de la Propaganda y de la Ilustración del pueblo, a cargo de Goebbles. Tenía a su cargo radio, prensa, cine, teatro, orientación general de la propaganda, censura, información a países extranjeros, publicidad turística, publicidad comercial y política cultural”.

… la guerra es un tema natural en Estados Unidos y sin duda forma parte del imaginario social

La gestión de la opinión pública ha resultado necesaria a lo largo del siglo pasado y éste, pues ha dado al gobierno de Estados Unidos no sólo un creciente número de soldados enlistados en las filas de ejército, sino la legitimidad necesaria para canalización de millonarios recursos en la cruzada, el reforzamiento del sentimiento nacionalista, la cohesión y armonía necesaria en una sociedad desde un punto de vista funcional, y los favorables resultados electorales en las contiendas inmediatas. Esa fórmula se ha repetido una y otra vez a lo largo de muchos años.

A partir de la política del New Deal (nuevo acuerdo/trato/pacto) operada por el presidente F. D. Roosvelt de 1933 a 1939, la forma de vida norteamericana se modificó sustancialmente teniendo como eje central a los medios; primero prensa, radio, cine, y después la televisión. La gestión de la opinión pública se sofisticó con el desarrollo tecnológico. Como parte de la política del New Deal, Roosvelt expandió notablemente los poderes del gobierno federal a través de una serie de programas y reformas, lideró a su pueblo a través de dos de las más grandes crisis del siglo XX, la Gran Depresión y, por supuesto, la Segunda Guerra Mundial.

Los estadunidenses estaban desalentados sobre el futuro negro que esos acontecimientos dejaban ver. En su programa económico, el New Deal, combinaba los programas de la New Freedom de Wilson con el Square Deal de Theodore Roosevelt (igualdad de oportunidades para todos). En materia económica introdujo beneficios como salarios mínimos, jornadas máximas, seguro social, electrificación rural, compensación para los desempleados y subsidios a la agricultura. Fue el inicio del Welfare Estate o Estado social/benefactor, que necesitó a los medios de comunicación para operar los programas y buscar un cambio en el ánimo desalentado de los habitantes de ese país.

El reconocido estudioso de los medios de comunicación Miquel de Moragas Spa ha dicho que el New Deal fue el marco adecuado para el desarrollo de la moderna teoría de la comunicación y la opinión pública.

La memoria colectiva a través de los medios

El papel de la prensa estadunidense en este modelo ha sido clave y es interesante desde el punto de vista de la comunicación política, pues por un lado, los diarios en general ejercen un periodismo paradigmático apegado a valores deontológicos y a la objetividad, cuyo eje es la libertad de expresión. Con ello coadyuvan a que la opinión pública tenga la posibilidad de tener la información que necesita para tomar decisiones políticas, conservan el papel histórico de la prensa en occidente en la formación de la esfera pública. Pero por otro lado, se ajustan finalmente a un modelo funcional de sociedad en el que debe prevalecer la armonía y la cohesión.

En periodos electorales, por ejemplo, los diarios endosan su apoyo editorial a determinado partido o candidato manifestándolo a su público, en otros han sido centrales en la revelación de actos de corrupción como el Watergate en el gobierno de Richard Nixon, que propició su renuncia, y el caso de los “Papeles del Pentágono” en el mismo periodo de Nixon, que consistió en la filtración de documentos al New York Times y el Washington Post sobre la guerra de Vietnam y, según algunos, ello coadyuvó en buena medida al fin del conflicto. Pero estos diarios tienen una regla que fortalece al sistema funcional, avisan al gobierno de la publicación de datos que puedan afectar la seguridad nacional.

El cine, por su parte, sigue teniendo un lugar central en lo que el teórico Armand Mattelart ha llamado la gestión de la opinión. Hollywood fue por mucho tiempo la base del sector audiovisual estadunidense que creció en torno a la creación de mitos y grandes relatos que no sólo configuraban entretenimiento, sino que eran la base de la cultura popular; incluso provee buena parte de los insumos para la construcción de la memoria colectiva. La internacionalización de la industria cinematográfica estadunidense el siglo pasado fue posible en mucho por la contribución del Comité Creel para producir películas de propaganda de guerra.

Hoy en día, las producciones cinematográficas de corte nacionalista ocupan un espacio predeterminado anualmente en las salas de cine, y con el desarrollo y convergencia tecnológica en las salas del hogar. La radio de Estados Unidos desde sus orígenes ha sido clave en la difusión de la información que el gobierno requiere, su lugar en la vida cotidiana en los hogares le configuró como un espacio de integración familiar y proveedor de la materia prima en conversaciones, así como en la socialización de valores nacionalistas; en tanto su lenguaje y formato posibilitaron que el anuncio institucional y los programas radiofónicos se convirtieran en parte del consumo cultural.

La televisión, por su parte, retomó los elementos clave de los medios que le han precedido, y ha logrado la capacidad de penetrar y acompañar la vida diaria de los estadunidenses proveyéndoles de entretenimiento, contribuyendo a la formación del imaginario social y la memoria colectiva a través de mitos, a la vez que aporta información periodística que permita la formación de una opinión pública madura en un entorno democrático. En esta fusión de acciones mediáticas en torno a la gestión de la opinión pública puede destacarse la presencia de figuras clave de la industria del entretenimiento como Marilyn Monroe, Maria Carey, Paris Hilton, entre otras, que han fungido como promotoras de la guerra levantando el ánimo de los soldados en las distintas bases militares en distintos conflictos armados en lo que ese país ha participado.

Antes de seguir es necesario puntualizar que la investigación académica y científica de la comunicación ha explorado estos terrenos desde hace muchos años, y el debate sobre los efectos de los medios es amplísimo, complejo e inacabado. No obstante, este acercamiento nos permite apuntar líneas de reflexión en torno al caso de WikiLeaks que publicó información real sobre el impacto de las acciones militares de Estados Unidos en la sociedad civil, particularmente en el sentido del secretismo del gobierno relativo a aspectos de la guerra cruciales en su definición. Un secretismo que guardaba celosamente políticas y acciones no dadas a conocer al mundo.

El caso de WikiLeaks muestra claramente cómo el desarrollo de los nuevos medios de comunicación -imprenta, más tarde medios electrónicos y ahora el internet- sin duda ha reconstruido las fronteras entre lo público y lo privado, pues se ha modificado sustancialmente la relación entre visibilidad y poder.

En los Estados monárquicos los asuntos del Estado eran resueltos en círculos relativamente cerrados en la corte y prácticamente invisibles para el pueblo. Los primeros escritos de las razones del Estado argumentaban que la privacidad de los procesos de toma de decisiones debía basarse en la arcana imperii doctrina del secretismo del Estado, la cual sostenía que el poder del príncipe resultaba más efectivo y veraz a sus propósitos si se ocultaba a la vista del pueblo tal y como sucede con la voluntad divina. Y es que ese secretismo, predominante en las monarquías de la Edad Media, tuvo que ser sustituido por la transparencia que el concepto de democracia liberal en la era moderna tiene por naturaleza.

El caso de WikiLeaks muestra claramente cómo el desarrollo de los nuevos medios de comunicación -imprenta, más tarde medios electrónicos y ahora el internet- sin duda ha reconstruido las fronteras entre lo público y lo privado, pues se ha modificado sustancialmente la relación entre visibilidad y poder. Para este caso específico debe considerase que todas las acciones que involucran a militares y civiles en la guerra deben ser consideradas públicas. La discusión sobre esa máxima en un entorno de guerra y de la posible afectación de la “seguridad nacional” puede dificultarse, pero puede resolverse tomando como base el daño a la sociedad civil cuyo conocimiento puede modificar la percepción de la opinión pública, de Estados Unidos e internacional.

Finalmente, un punto a destacar de estos acontecimientos es la insistente necesidad del equipo de WikiLeaks por dar a conocer información del nivel ya descrito; insistencia que se explica a partir de la construcción de valores y modos de mirar la política basados en lo que es necesario para que una sociedad pueda tener la información necesaria ante asuntos clave para ella. Este punto resulta trascendente en nuestro ámbito local porque la transparencia, o rendición de cuentas, así como un espíritu solidario y comprometido con lo que sucede a los demás, son necesarios para que nuestra propia sociedad replantee su relación con el poder político y se mire a sí misma actuando en conjunto.

10 de diciembre de 2021